miércoles, 22 de octubre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008

El viernes, a las 20:00, presentamos Aquí y ahora en la librería Arrebato
Calle La Palma, 21, metro Tribunal
Habrá un recital:
David J. Calzado, Roberto Terán, Bárbara Cumpián
Elena Medel y Carmen Moreno
¿Os venís?
domingo, 12 de octubre de 2008
Yo no sabía quién era Pablo Gallo (A Coruña, 1975) hasta que me invitó a participar en un libro.
Las condiciones eran suculentas: tenía que escribir un microrrelato inspirándome en esa imagen de ahí arriba, una de sus ilustraciones eróticas circulares.
Además, él haría un retrato a partir de una foto mía.
Las 62 ilustraciones a plumilla del libro están combinadas con los textos de 62 autores que han escrito sobre ellas, y cada uno tiene su retrato.
El resultado aún no podemos verlo: El Libro del voyeur no tiene editorial que lo publique... todavía. Yo creo que es un libro perfecto para un año de crisis: no durará mucho en tierra de nadie; al parecer ya hay editores estudiando la posibilidad.
Agradezco a Pablo el ofrecimiento y sobre todo la iniciativa. Es un proyecto muy personal que ha ido llevando a cabo de forma muy particular.
Parece que hablan de él por todas partes.
Aquí dejo un vídeo con sus ilustraciones: la música es exquisita. Requiere un buen vino.
sábado, 4 de octubre de 2008
Os juro que la mesa se inclina hacia atrás, quizá el mundo entero caiga en pendiente a esta hora que ya parece inútil.
Hoy imaginé una noche solitaria de caballerías y grilletes, y al final, torpe remedo, el cansancio llega a esta silla azul llena de cojines aplastados.
Afuera un frío de otoño que no nos merecemos no me permitirá pasear al perro en alquiler, o la pereza, a lo mejor.
Tengo un ejército de ratones de campo que levantan la tierra cada madrugada al otro lado de la casa.
E imagino allá abajo ciertos bares. El Toni2, por ejemplo, de quién se poblará ahora mismo, el cigarro quema y si yo por qué no estuviera allí, con unas botas altas y agarrada a esa barra de cuero acolchado, un vodkacontónica, un vodkacontónica, un.
Me llegan noticias de una chimenea que chisporrotea como un reloj.
De una cama con una luz azul como la silla pero sábanas blancas y estiradas, estarás durmiendo boca arriba con la pestañas como barcos atracados en tu cara.
Me llegan noticias de una chimenea que chisporrotea como un reloj.
Quizá el libro de Philip Larkin se haya deslizado de tus manos a la colcha. Seguro que hace rato ya de eso.
El Toni2 estará lleno de personas que nunca jamás querrán volver a sus casas. Si yo estuviera allí vería entrar por la puerta a ese amigo mío que se va mañana a Buenos Aires. Se perdería por los reservados del fondo sin que yo atinara a apresarle la camisa entre los dedos, el vodkacontónica no ha llegado aún, mi amigo no ha llegado aún, afuera hace un frío que no nos merecemos.
Yo antes tenía una libélula azul que llevaba colgada a la altura casi del ombligo. Era de un metal caliente y aunque ya hace años que la dejé olvidada en un probador de unos grandes almacenes, todavía recuerdo su tacto en la palma de las manos, los dedos enredados en las alas extendidas, firmes y suaves.
Hoy intenté escribir un poema que empezaba diciendo Demonizados, por los años que nos caen encima, ya no somos carne de cañón.
Pero salí a almorzar al sol, sobre la mesa de madera, muy abrigada, y luego abandoné el bolígrafo rojo con el que garabateaba.
Que por qué la noche me parece inútil es una pregunta fácil que no pienso hacerme. Si acaso contestarme: algo menos de dolor en los codos y en los tendones de las manos, horas también menos y ningún bostezo: ingredientes no saludables de mi soledad: alguien que recuperara mi cuerpo: el libro de Philip Larkin regresando a tus manos, la cama sin deshacer, el camino hacia atrás de tus pasos por las calles de la ciudad, sin introducirte en la ranura del metropolitano, recuerda que yo puedo estar en ese bar con la rodilla flexionada, a la hora de mi vodka tus palabras, imagínate si pudiéramos emborracharnos juntos, una bofetada de personas desconocidas, cuando nada duele, el asfalto devorando nuestra plenitud: si no te hubieras ido: si no hubieras llegado.
Cuando todos los aviones aterricen en El Cairo.
Cuando el fuego de las chimeneas sirva para contar los minutos.
Cuando vuelva a escribir.
Cuando otra vez muera entre tus brazos.
Si cuando mañana regreses aún no he despertado, tápame la boca suavemente, no me dejes respirar: que cuando abra los ojos el mundo esté acabado y podamos empezarlo de nuevo.
domingo, 28 de septiembre de 2008
jueves, 25 de septiembre de 2008
otoño.
1. m. Estación del año que, astronómicamente, comienza en el equinoccio del mismo nombre y termina en el solsticio de invierno.
2. m. Época templada del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de septiembre, octubre y noviembre, y en el austral a la primavera del hemisferio boreal.
3. m. Segunda hierba o heno que producen los prados en la estación del otoño.
La invitada, Simone de Beauvoir
En la techumbre de mi mente se forman gruesas y densas sensaciones. Como el agua cae el día: el bosque, Elvedon, Susan y la paloma.
Las olas, Virginia Woolf
No es éste el lazo
ni tú eres hoy la presa pequeña.
Ese puerto existe, Blanca Varela
martes, 9 de septiembre de 2008
Me zumba el oído. Dicen que lo tengo obstruido con tanto recuerdo vano. La noche acaba porque comienza y se escucha el ruido de unos tambores de hojalata desorbitados por el viento. How Low.
Matemos los minutos uno por uno, tú agarra de un extremo y llévate a tu lado la porquería, imagínate que somos las víctimas malolientes de la peor enfermedad venérea del mundo, contraída con los ojos cerrados demolidos y abatidos y como todo es mentira reconozcámoslo: lo pasamos bien. Ah, lo pasamos tan bien. Down The Line.
En el vaso las burbujas nacen, la mosca ha despertado otra vez de su letargo, quizá acaba de nacer, quizá no muera hoy. Hay una mesa de llena de objetos de sutura frente a mí: fluorescentes, rotuladores rojos, un lápiz romo, un mechero. Y la puta mosca. El teléfono no volverá a sonar nunca más a las tres de la mañana, prométemelo, te lo prometo, y si soy yo quien te llamo, no, no serás tú, en el cenote donde nos hemos exiliado no hay teléfonos, ni telegramas, ni webcam, nadie nos ve, nadie te ve, dónde estás, todo es oscuro, no te veo, no me ves, no importa, te prometo que soy yo, no eres tú, la negrura me lo dice, es cierto, no soy yo. Da igual. Killing For Love.
Todos hemos tenido un París de 1928 donde el dinero era algo delicioso y gratuito que nos permitía perder el tiempo exclusiva, feroz e insistentemente, aunque no existiera. Todos tuvimos una calle infinita donde nuestro cuerpo estirado en la acera encendía por completo la luz roja de las farolas. Donde aprender era morir, y equivocarse la reencarnación. Varios amigos que constituían la única honestidad posible y la mano negra de la banca mundial, disponibilidad a cero grados, dedos hirvientes removiendo el alimento, sangre de frontera y hogar. La última mesa del último bar el último mármol donde se calientan nuestras copas a la última hora del único año: última persona en el mundo con la última compañía; y la eternidad, un ultimátum. No me digan que no. Nadie lo niegue. Todos hemos tenido eso, aunque sea por un solo segundo, y de cada uno depende que dure un siglo, una amenaza, diez minutos. Que vuelva trimestralmente. Que el amor, incluso, sea así. O que nunca sea. Unas pupilas dilatadas de embriaguez y afuera, lejos, el crack del
Posiblemente sea de noche, y al fondo, antes, sonaban tambores de hojalata. He cruzado un puente sobre las vías de un tren, he enjabonado un cuerpo hasta los gritos, he planeado una turbia borrachera. Al parecer, trabajé todo el día y cené frijoles. También recolecté ciruelas subida en un muro. Nos iremos a vivir a una isla después de cabalgar por Centroeuropa, y en la antigua Tierra del Fuego quemaremos nuestros vestidos, los medicamentos de nuestros padres, el hambre que nunca pasamos: el Pacífico Sur criará a nuestros hijos y yo haré fotografías de cada arruga nueva que le salga al firmamento, tus ojos firmemente aposentados en los míos.
No te veo, parece que duermes, no me ves, no importa, ahora no.
La verdad, se está tan bien aquí.
Teardrop.
sábado, 6 de septiembre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
jueves, 28 de agosto de 2008
Alga y herrumbre, tierra contaminada por el olor de un cuerpo desaparecido,
toda la ausencia que trae el aire enfebrecido, puerca materia.
Sólo el batir de una gaviota en celo, y ni siquiera.
No se oye más que la tumba antigua de las mareas,
y pica el cielo de tan ancho, y no hay remedio bajo el sol,
y sin embargo.
Correría ahora, ojos cerrados, agua cayéndome por el labio,
correría ahora, y que mis piernas, huesos mutantes y ajados,
te atravesaran,
yo que te voy necesitando.
Alga remota. Verde pellejo que acercan las olas,
promesa de limpia putrefacción.
Aquí abriría de par en par toda la sangre, musgo que hierve,
tan escondido en el corazón.
Madre medusa. Tiembla el veneno bajo el calor y me alcanza el cuerpo,
quiero tu miedo, tu lengua rota y tu rebelión.
Tierna alburraca. Roza mis manos y en este estío dame lo eléctrico, la juventud.
Allá a lo lejos, a lo imposible, vive una tribu donde estás tú.
Soy una ausencia, un rostro sólo para crear, murmullo cósmico.
Y sin embargo.
El Rompido, principios de agosto 2008
lunes, 25 de agosto de 2008
Que no baste con creerse los rumores: dicen por ahí que he regresado de Huelva (llanura de arena y pinos). Lo dice la puerta abierta de mi casa, pero no puede ser. Mis manos huelen a sardinas asadas, a la piel de mis abuelas, a la playa cuando se acaba la marea, a un volante hirviendo que me recorre la costa, llamadas desde Suiza, los amigos, las familias, la música, la nada: el verano. El limonero está inmenso, tiene flores blancas a los pies. Dama de noche.
Un paisaje mortal en mi retina: el puente que entra en Isla Cristina, a la derecha, barcos, barcos, barcos. Barcos de pesca dormidos en el muelle, agua con plata.
Verano horizontal, de nervio y de caminos.
Ahora otra vida.
Otra vez los libros.
Ciudad que emerge bajo estos montes.
Literatura.
Abran las páginas: que queden algas en las comisuras.
viernes, 1 de agosto de 2008
Las ciruelas aún están verdes y las fresas han muerto. Las reses escondidas en los montes y nadie pasta esta hierba seca del verano. Estoy leyendo cosas emocionantes, a pesar del cansancio. Me siguen pesando: la familia, las horas en el tren, el letargo de la noche donde se pierden las estrellas. Me sigue pesando el mundo adormecido (por no quebrarlo, por no acabarlo), pero tu distancia es un faro, y extraño, pero cierto, relativiza los días y las madrugadas.
Observo el movimiento de las abejas y demás maquinarias infinitas: son helicópteros perfectos, se mantienen zumbando en posición, durante segundos, hasta que salen disparadas. Blanca Varela decía que Dios es un pingüino y el hombre es un pingüino y yo ya me he olvidado de esos no mamíferos brillantes.
Anaïs y su delirio de éxtasis en perpetuo análisis. Tener eso y abandonarlo (no fue nadie, es la vida, que no aguanta la lujuria).
Pasarán años hasta constatar que no se quiere vivir aprisionado en el dolor.
E imagino que el dolor que tú podrías provocarme sería un ruido de tambor seco viniendo desde la lejanía, la señal de humo indígena que constata que todo es susceptible de acabarse.
Dormir sola y leer, triturar zanahorias, el cine mudo que es uno mismo cotidiano, encontrar un lugar para el lápiz que subraya ese libro viejo. Levantar la cabeza y ahí, al fondo de este cielo, un gigante de piedra que me espera, con hierba y lo futuro.
Desde aquí veo una nube que es un soplo desteñido.
Toco mis globos oculares y los noto excesivamente duros: puedo empezar a preguntarme por todo el rosario de misterios oscuros que me llevarán al sufrimiento: qué imbéciles los cuerpos con su reloj degenerativo.
Otro reloj convicto ruge mis días ahora, fuera del azote y la perversión. Faulkner Santuario, Puig Boquitas pintadas, Woolf Las olas, La invitada de Beauvoir. La casa levantada y recogida, poblándose de arañas al menor descuido.
Oh, mierda, un avión sesgó la nube soplo desvaído. La partió en dos.
Bebo agua de mi vaso, donde en la superficie han quedado atrapados unos minúsculos insectos que no saben qué hacer con tanta densidad. También los trago. A lo mejor se convierten a la noche en luciérnagas estomacales, que alumbren la salida de los nervios, de lo que está muerto.
Todavía no tengo que sacudir la cabeza para apartar el miedo o la náusea y querría estar allí sólo a la hora de lo negro para darte de dormir y acariciarte el pulso, tu cabeza chocando poco a poco con la mía y entonces un sueño profundo para abajo como antiguos como nadie.
No tuve que espantarte, recojo tu recuerdo y así sí: lo es todo la memoria.
Cuando llamaste tu voz sonaba más cruda, más estirada, y era.
Ahora es distinto.
1 de agosto viento fuerte.
Carretera hacia el mar.
Te espero abajo, reino de las medusas y madre alga.
El drama es una posibilidad para la vida pero abre tu boca, hoy intuyo que todavía existe mi verano. Y ni siquiera el invierno podrá con este océano.
miércoles, 23 de julio de 2008
Vendrá de la manera más descalza, rompiéndome una puerta, una rotura, un desgajo.
Vendrá cuando no haya más remedio.
Ayer un vodka tónica en la tarde nos dio la solución: vivir como los monjes, pasar de la tormenta a los silencios. Disimulemos entre libros. Al fuego las oraciones.
Lo demás, un ritmo intenso de porquería. Pero es verano.
Aquí, la soledad del devastado: mis abejorros peludos y fríos, zumbando la lavanda, los monstruos arácnidos a los que he asesinado, con rayas en las patas, la tierra que se moja si la mojo.
Duermo en los trenes, mi libreta marrón yace postrada al fondo de un sinfín de cacharros en la bolsa.
Ahora miro la noche (no me di cuenta) y veo las mismas letras de ese cartel, no importa lo que digan: si dicen no aparcar, por ejemplo, si dicen no te quiero, si dicen algo urgente o algo pérfido, ya me da igual.
Es verano y ausencias y una calma rara corre por los días.
Vendrá de un huracán, molida carne, todo letras y vino, y qué alegría.
domingo, 13 de julio de 2008
Yo leo sus palabras a estas horas últimas.
El domingo cae. No sé si era rápido o era pronto y así poco.
Termómetros a cero.
¿Qué son dos días cuando a veces un dolor y temblando a construir y recogiendo los tallos de las flores muertas? En dos días, esta vez, no me dio tiempo a subir a la montaña, y ni siquiera Nin o acaso qué somos ahora, sino vidas tullidas de verano.
Si sólo un poco de sol nos hace falta para huir de la templanza.
Cuando quieres que el tiempo pase y no quieres que el tiempo pase y tanto lo uno como lo otro es un punto agónico de latido.
Habrá una lejanía y yo encontraré de cerca lo que soy.
Vayamos a por otro anochecer, caigámonos del mundo.
jueves, 10 de julio de 2008

«Vivir con exceso ahoga la imaginación.
No viviremos, solamente escribiremos y hablaremos para hendir las velas.
He visto el romanticismo sobrevivir al realismo. He visto a los hombres olvidar a las mujeres hermosas que han poseído.
Hugo nunca se curará de mí.
Henry no podrá volver a amar después de amar a June.»
Marzo de 1932.
Diario de Anaïs Nin.
Henry y June
Las páginas están ajadas, ocres.
Crecimiento cero, dijo la radio esta mañana.
Niños arrojados por la borda, dijo también.
Vivir con exceso ahoga la imaginación, leí, y tuve una duda.
Se escucha el aceite en el fuego y un canto árabe que viene desde lo que ya es oscuro.
He visto el romanticismo sobrevivir al realismo, leí, y tuve una duda.
Menos mal que Henry Miller no fue, finalmente, el último hombre sobre
Ni Anaïs, la última mujer sentada en un sillón vencido, mirándote de frente.
domingo, 6 de julio de 2008
Dice Saša Stanišić: porque saberse algo de memoria es a menudo la cosa más triste del mundo.
En deshonor a los soldados de su libro, ayer monté en un vagón de tren que iba a Vitoria junto a dos legionarios.
En honor a su río Drina, ahora mismo observo un pantano gigante donde una pequeña figurita vestida con camiseta blanca, en la orilla, con el agua a media pierna, extiende el cuerpo en un quiebro y lanza el anzuelo lejos, casi a la altura de los postes de la luz hundidos.
Aunque voy en un autobús por la carretera y tengo los auriculares puestos oyendo a Alela Diane, puedo escuchar perfectamente el taca taca taca del carrete de la caña de pescar. ¿Dónde estarán todas aquellas cañas que había en el cuarto del patio, con su olor a aceite? Yo tenía una roja y moderna. Recuerdo el tacto del sedal.
Uno de los legionarios de ayer estaba hablando por teléfono con su sargento, informándole de los cambios del día. Utilizaba un tono amable, reposado, de fuerza y honestidad, raro. Como cuando te obligan a respetar a alguien a quien admiras. En un momento de la conversación, dijo: “Con usted tengo más feeling, por eso quería comentarle lo de los billetes de tren”. Un legionario pronunciando feeling me hizo suponer que nada permanece en este mundo.
Al despedirse, de forma aprendida e ineludible, cuando la cobertura del móvil no daba para más, el legionario dijo, alto y claro: “¿Se ordena algo, mi sargento?”, lo que me hizo suponer que nada tiembla en este mundo de arraigos.
Dice Alfred Polgar que “el corazón tiene forma de corazón”. También dice que, contrariamente a lo que pueda parecer, alcanza su sublimidad cuando sólo sirve para el latido siguiente, cuando ya no puede ser utilizado para ninguna metáfora o complejidad sentimental. Yo creo que tiene razón y lo he visto con mis propios ojos: cuando ya sólo hay un corazón que late, cuando sólo hay corazón, cuando alcanzas, como por una magia, a recoger ese último pulso en la muñeca, el último recorrido, arrebatador e inmenso.
Cuando el soldado terminó de hablar (el sargento no se ordenaba nada en particular), cogió de la rejilla su mochila del ejército y rebuscó con determinación: sacó un desodorante en spray y, levantándose su blanca e impoluta camiseta de cuello de pico, roció con él toda su musculatura, muy serio.
Mi abuelo siempre olía bien, a hombre caballero y de espalda recta expendedor de piropos y maldiciones. La distancia que va de proa a popa es la misma que va desde “querida, s’entraña mía” a “me cago en la hostia puta que te parió”, por ejemplo (con ese intermedio tan saludable: mirarse y remirarse con dieciséis años, antes de salir, en el espejo de la entrada de su casa de Isla Cristina, observar que el vestido nuevo se ajusta a la curva lo suficiente, con todas las dudas, y él, desde su mesa, pelando unos melocotones enormes, te dice: “estás de puta madre p’arriba”. Para salir a la calle pisando fuerte).
Pero tan buen olor, a perfume, a pasta de dientes, al sudor limpio de las horas de playa y luz, a ese narcótico de la infancia que era el olor a peces todavía vivos, boqueantes, al aceite dorado de los utensilios de pesca, al gasóleo marinado de los motores, a la sal hinchada.
Te recuerdo cada día, con intensidad variable en la marejada alta de llorar, a golpe de foreño, y siempre con fondo de felicidad, viento de levante favorable, esa quietud caliente de los pies enterrados en la arena, el mar chupando conchas, viendo llegar tu barco.
Capitán.
domingo, 22 de junio de 2008
DÍA 16, JUNIO
Yo quería un día con sol y no esto.
El tren se adentra en los túneles y siento que voy a ahogarme. Luego sale al exterior y el ambiente está podrido de lo gris, cielo blanco carga irrespirable. Un hombre a mi derecha lee un periódico deportivo y se pellizca la cara como con manía, como si necesitase sentir alguna parte de su carne.
La gente parece rota pero tranquila. Creo que sólo yo siento esta angustia en el vagón, sus respiraciones enchaquetadas y sus tablas numéricas en cuartillas A3 me obturan las fosas nasales.
Tengo una máscara en la cara caída. Hay veces en la vida en que uno se equivoca al tomar decisiones importantes.
DÍA 17, JUNIO
Hoy quiero un día de luz. Admito que tengo la cáscara frágil y eso ya es la advertencia de la posibilidad de los temblores. 16º son algo escaso para este clima (¿recordaré África?) (ayer sentía que estábamos ya en el destino de esos países de nubes grises donde nunca quise vivir). En la noche, acurrucada (las caricias en el pelo que iban a empujarme al sitio de la nada), materialicé mi miedo: lo voy a perder todo.
Los amigos de los conjuros, el sitio de leer, las excursiones de los perros románticos, recitar teatro absurdo, la búsqueda del arenque a bordo de esa balsa (el tiempo de hoy es una fuga de agua dime que no se hunde todavía).
Que yo no me reconozca en esta tibieza hipócrita de los días rutinarios de responsabilidad y deber es la soberbia, lo inmaduro.
No voy a fingir: así me aburro.
En un prado de San Yago, una fotografía que me obsesiona: el esqueleto de un carro enterrado en la hierba, como un recipiente del pasado donde crecen las zarzas abultadas y todo lo demás son flores moradas en el suelo; al fondo, una encina gorda, ajena.
DÍA 20, JUNIO
Quiero
que Sasa Stanisic escriba otro libro (aún no terminé el primero), ir a desayunar junto al limonero que hay plantado en el arriate de la casa de mi madre (regarlo por las tardes, al volver de la playa, allí donde todavía existen los veranos), permanecer en tu corazón, como la malahierba más alta del campo (esa que cortas cada año, que crees que has conseguido arrancar de raíz arañando tus manos, la que alimenta a los búfalos que nos quedan), quiero, obviamente, devolverme la vida, no sin antes buscar en mi memoria tu juventud, tu niñez, todo lo que recuerdo para nadie, inmortalizaros a todos, quiero conocerte de nuevo, otra vez paso a paso este camino pero ahora, eso sí, abandonarlo todo de una puta vez, nunca más el triste desayuno, nunca la pena, el aliento de un mamut airado desplazando al infinito los espejos (carne torturada que no sirve) lejos de mi vista, nunca más la parálisis, no este llano ahogado ni la duda.
DÍA 21, JUNIO
Con un poco de sol yo me conformo: literatura y una hábil trampa del destino, tardes enteras, todas,
tarde.
Y por eso, quizá, llegó el verano.
Mañana es la noche de San Juan.
No sé qué late aquí dentro: estrellarme y estrellarnos, la carretera se ablanda a nuestro paso y a lo lejos, tras el hueco, hay un pantano: caras del tardofranquismo juegan al tute y los niños, a nuestro lado, chapotean en la orilla de una playa de invento. El sol cae como un mamífero muerto, por fin, y unos huevos fritos con chorizo alimentan el día. El agua luce lisa, fría hasta que duele, observar junto a ti los sonidos crujientes de este mundo, pelearme de nuevo con las moscas; el regreso, otra vez, es una sábana fresca. Mi cabeza se hunde al otro lado, qué más nos da gritar, nadie nos mira.
jueves, 12 de junio de 2008
martes, 3 de junio de 2008
jueves 5 de junio
20:00 h
Centro de las Artes de Sevilla (Patio de San Clemente)
c/ Torneo, 18
Habrá un recital poético de varios de los autores:
Carmen Moreno, Roberto Terán, David J. Calzado, Bárbara Cumpián, Joaquín Moreno, Jesús Beades, Pablo Moreno Prieto, David Leo García...
domingo, 25 de mayo de 2008
cuando tu olor
está mezclado con
el rumor de la calle
que trae niños
y la madera vieja
de los barcos
el algodón como de
piel fría de estas
sábanas
tal vez
el desayuno haciendo
efecto allá en el páncreas
no te veo
no puedo verte
entiéndelo
mi cuerpo ha colapsado tus
sensaciones
yo no quiero abrir los ojos
para nadie
porque sé
que llegará ese momento
violentamente tu mano
volteará mi mandíbula
tu codo que se apoya
en mi clavícula
y entonces ya lo sé
la tarde es una catacumba
y en un minuto
ha roto la revolución
entre tus piernas que
ahora
fíjate bien
son mis piernas
porque yo carezco de huesos
ni que decir de alma y ya
nada poseo
sábado, 24 de mayo de 2008
domingo, 18 de mayo de 2008
jueves, 15 de mayo de 2008
Yo estaré por allí.
Si a alguien le apetece pasarse, luego brindamos.
(Creo que se ve muy pequeño, pinchad en la imagen para ver el plano y la hora)
Pilar Mañas / Antonia Moreno Cañete / Felipe Benítez Reyes / Hipólito G.
Navarro /Ángel Olgoso/ Fernando Iwasaki / Guillermo Busutil / Juan Bonilla / Miguel A.
Cáliz / Manuel Moyano / Félix J. Palma / José Eduardo Tornay / Andrés Pérez
Domínguez / Miguel Ángel Muñoz / Jesús Tíscar Jandra / Ginés S. Cutillas /
Miguel Ángel Zapata / Nacho Albert Bordallo / José Lobillo / Andrés Neuman /
sábado, 10 de mayo de 2008
Me digo:
escribe
de estas cosas horribles
que te avivan las tinieblas
aquellas tinieblas que uno atesora
lugares
de oscuridad plastosa
y obligada
ese museo de nadie
donde sólo uno cabe
y donde es.
Me digo:
sácalo todo y
luego:
el qué.
Sí, mujer,
la lava,
el plancton,
la brea.
Esa masa que obstaculiza
la sangre
(objeto limpio exorcizado)
que apoltrona
las hormonas
(objeto útil psicotrópico)
que corroe
las enzimas
(madre vicio y victoria).
Eso.
Me digo: dilo.
Y luego: el qué.
Qué grito de hospital nunca aplaudido
qué famélica visión futurista de una misma
qué pordiosera misión de presente.
Me digo: hazlo.
Y aquí estoy,
ironizando el miedo, el agravio,
lo desesperado
de vivir
la presión
la incógnita maldita.
No quiero, no.
Porque intuyo
que no es suficiente
el tiempo que paso entre tinieblas,
y que aquéllas
sólo son
una esperanza pobre de que quizás
la felicidad
sea algo menos que todo esto.
miércoles, 30 de abril de 2008
Una vez leí por ahí que Bruselas era un tango, pero no.
No fue un tango para mí Bruselas, el tango era de otro y yo sólo vi
el desorden los tranvías
unos mellizos de pelo rizado un queso exquisito con buen vino
una boca de metro donde en la madrugada
con toda la soledad
ponen música clásica
para acrecentar la calma.
No era Bruselas un tango sino era
una ciudad que tuvo luz sobre mis pasos
un frío limpio de ventanas viejas
el mejor cuarto de baño del mundo y una tarde que siempre se me hace corta entre tus brazos
que parecen dientes
entre la suavidad y el desgarro.
Y también
los ojos de Aurélia barriendo los edificios locos
las esperas
los profesores del instituto Cervantes que se asombran por tu barba y por tu mujer
el desayuno en portugués en una casa vieja con patio de flores
Carlota sirviendo zumo y fumando tabaco de liar
las escaleras estrechas y blandas en la oscuridad
el mejor cuarto de baño del mundo
y una cama
donde nos reímos
y el pretil de una ventana
donde nos sentamos
y te agarro
recuerdas
por si te caes
porque la noche se mueve
y nos reímos
y un bar que se llama Che Guevara
donde bailamos merengue
y Pierre hace tecno con los codos
y por supuesto
no era un tango
sino un daiquiri bien jugoso
y la literatura en nuestros labios
y ese parque
donde empiezan a enfriarse nuestros pies
pero vuestras palabras
gente que me quiere
y a quien quiero tanto
me hacen recordar
que no hay ciudad donde uno no pueda ser uno mismo
y que todo está aquí
volcado sobre mis manos
que te tocan el pelo
que te tocan
que van a tocarte
y que el toque de queda está lejos
y mírala
mira a Aurélia despidiéndonos
con su abrigo verde de parisina porteña
con su sonrisa exiliándonos
un día en Bruselas
no era un tango
erais vosotros
y era Bruselas.