Acaricio su mano y el tacto de las venas en el dorso de la muñeca me estremece. Algo de mis propias venas se remueve hacia el centro, al sentir que estas otras están dispuestas para mí sobre la colcha, como minúsculos ríos de agua que hierve, desnudos ante el acecho de mis dientes.
Sigue en mí el tacto, el pensamiento.
Porque la calma de esta habitación viene a parar al sueño, a la tarde inmóvil de invierno, con el sol caído y unos perros rebeldes desgañitándose al fondo de la plaza.
Sigue en mí el tacto, el pensamiento.
Porque la calma de esta habitación viene a parar al sueño, a la tarde inmóvil de invierno, con el sol caído y unos perros rebeldes desgañitándose al fondo de la plaza.
AYAMONTE – TAVIRA - VILA DO BISPO - CABO DE SAN VICENTE –CARRAPATEIRA – LISBOA – SINTRA - CABO DE SINES - PORTO COBO -VILA NOVA DE MIL FONTES – ZAMBUJEIRA - CARRAPATEIRA
... Eu ja encontrei o meu ponto fraco.
Carrapateira. 31 de diciembre de 2006.
La luz. Los campos abiertos sin tejados. Prados que podrían ser Italia. Las manos al volante y menos tos. El desayuno en Vila do Bispo fue suculento y portugués, se arremolinaron parejas en el salón donde ya no había niñas viendo televisión en la tarde noche sino una abuela sonriente y lozana. Madrugar es tan satisfactorio a veces, cuando hay sábanas blancas en la cama y sábanas blancas tendidas en el corral, y un coche también blanco que te espera manchado de humedad, y un pan blanco con queso y una jarra de café para ti sola encima de la mesa. Irte de un sitio. Querer volver al momento.
La luz. Los campos abiertos sin tejados. Prados que podrían ser Italia. Las manos al volante y menos tos. El desayuno en Vila do Bispo fue suculento y portugués, se arremolinaron parejas en el salón donde ya no había niñas viendo televisión en la tarde noche sino una abuela sonriente y lozana. Madrugar es tan satisfactorio a veces, cuando hay sábanas blancas en la cama y sábanas blancas tendidas en el corral, y un coche también blanco que te espera manchado de humedad, y un pan blanco con queso y una jarra de café para ti sola encima de la mesa. Irte de un sitio. Querer volver al momento.
Carrapateira sorprende con su extensión de desierto y olas largas. Allí de nuevo el sol y las pequeñas piedras, todo el viaje por delante y ni rastro de lo vivido. Cuando los árboles marcan el camino y yo piso el freno o el acelerador y la tarde hace siesta en la autopista y Miguel duerme a mi lado durante quince minutos de ciento cincuenta kilómetros por hora, entonces eso es la paz y yo lo entiendo: una ciudad al frente, un acantilado atrás, los restos del sexo de ojos vendados y algo que funciona, que camina. Creer que eres feliz y que eso es inquebrantable, saber que eres feliz y que el futuro es un barco donde caben todas tus pertenencias. Luego, a lo mejor, volver a dudar, plantearse con repetición las triples letanías de lo cotidiano, lo que no es viaje.