Dice la doctora: eso es la columna vertebral.
Ajá. A los médicos jamás hay que contradecirles.
Se ponen fatal.
Y, además, ahora que lo veo (aunque no lo sienta así), quizá esos puntos blancos…
Puede que tenga razón.
Me gustaría decirle que es mucho más bonito espina dorsal.
Pero solo digo: sí, sí.
Yo cuando estoy en casa también presiono con mis dedos de esa forma en que ella lo hace pero no soy capaz de notar nada. Vísceras, en todo caso. Y los huesos de siempre, más hundidos. Ella, otra vez: la columna vertebral.
Tengo los ojos entornados: ajá.
Intento evadirme, espina dorsal, espina dorsal, espina dorsal.
Es mucho mejor todo el asunto de los peces.
Dice la doctora: todo desnatado. Todo sin grasa. Todo sin.
Yo pienso en la mesa tras la cena; vitalínea, philadelphia light untado en pan transparente, nada más que plástico, al final. Y la leche desnatada, tan fina como el agua. Delgadísima.
Dice la doctora: si te duele, tendremos que prohibirlo. Oh, ella no utiliza esas palabras, prohibir y etc, pero se nota en sus ojos que es justo lo que quiere decir. Luego sonríe como si sintiera afecto.
La conclusión es que no hay ganas de nada.
De dormir muchas horas. Sí, de soñar, como hoy, con dos personas obesas que perdían juntas su virginidad y eran felices. En el sueño, yo me hacía una amiga nueva, sentía la fascinación propia de esos casos.
En realidad, lo de la espina dorsal me gusta.
Cierra los ojos, asuntos de peces, y mira: esos puntos blancos, alineados, perfectos. Es la columna vertebral.