
Mientras hablo contigo por teléfono entorpezco la vida de una hormiga roja con una ramita seca. Esto es algo que he hecho mil veces. Sólo que hoy no la mato.
Me quedo callada porque no sé qué decir.
O sí sé qué decir pero el teléfono es un laberinto.
Tengo múltiples personalidades para hablar por el móvil y a ti no te ha tocado la mejor.
Ahora que empezaba a cogerle el ritmo a este columpio cotidiano el lunes llegará con su fuerza centrípeta para congelarme.
Reviso fotogramas de hace algún tiempo, de cuando los viajes.
Soy capaz de verlo todo más claro con esta luz luciérnaga, volveremos a fugarnos.
Este ha sido un fin de semana Rosebud, un fin de semana Eddie Taylor, you are a free man.
Pero él bang, bang.
Qué tonto.
Todos somos Eddie Taylor muchas veces cuando nos dicen you are a free man y nosotros bang sin hacer caso.
Qué tontos.
No seamos tontos.
Sólo dejemos caer nuestra baba pegajosa al suelo de algunas habitaciones sin cortinas y sin parqué, habitaciones desoladas con un único mueble pero perfectas. Un poco frías aunque el sol entre por las tardes desde la ventana alta. Ahí sí hagámonos los tontos. Stranger Than Paradise, o nada.
Bien. Me he levantado a la hora acordada cada día. He intentado caldear la casa en la justa medida de no derroche. Mi hermana dice, a 15º hace frío en la calle. Yo le echo una manta por encima. Ssshhh. Te acostumbrarás. Incluso así, me han faltado las horas después de recuperarme del tropiezo de las adivinanzas y las despedidas. Todavía hubiera querido que los días durasen más. Tic tac tac por las mañanas. Y Yourcenar por las tardes.
También me he acostado a la hora acordada cada día.
Me he volcado al sueño como un lagarto.
Sin porno fino. Sin edulcorantes. Apenas sin leer.
A pesar de todo he soñado cada imagen como si fuese la primera vez.
Cuando no hay nadie, no hay nadie.
Ni siquiera estoy yo.
Es magnífico.
Silencio.