viernes, 7 de noviembre de 2008


El polvo levantado en mi casa en los últimos tiempos lo han removido estos dos nuevos habitantes.
Por ahora se portan bien, están calladitos.
Aquí os los presento.

Cuatro veces fuego puede comprarse ya en Madrid en la librería Tres Rosas Amarillas.
Y en general, ambos, en cualquier sitio, si se les pide al librero en cuestión (se supone).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Es como si la habitación estuviera llena de polvo, los muebles completamente amarillos por la luz opaca de la tarde que entra y me deslumbra y así nada es posible.

¿No ocurre a veces que uno se vuelve estéril cuando tiene tantas cosas que contar?

Y dijo Onetti Dejemos hablar al viento, y el viento suena hoy.

Yo te espero detrás del portazo.



martes, 28 de octubre de 2008

Todavía con la cabeza en ACRÓBATAS,
quiero invitaros a la presentación de Cuatro veces fuego
(mi nuevo libro de relatos) (¡!):
será en el Centro de las Artes de Sevilla (c/ Torneo, 18),
este viernes 31 de octubre,
a las 18:30 horas.
Por supuesto, luego tendremos vino (incluso algo que lleva tónica).
Me encantaría veros allí (a pesar de los nervios que ya me están entrando).
Besos y abrazos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

De

atrás

hacia adelante

y no sé si en este orden,

más o menos esto

fue lo que pasó el viernes por la noche

y también por la tarde.

Gracias a todos por venir.


Espero que pronto volvamos a reunirnos.







Fotos del recital: Miguel Marqués.
Fotos del Ladrón de Tinta: Antonio Jiménez Morato.

martes, 14 de octubre de 2008



El viernes, a las 20:00, presentamos Aquí y ahora en la librería Arrebato

Calle La Palma, 21, metro Tribunal

Habrá un recital:

David J. Calzado, Roberto Terán, Bárbara Cumpián
Elena Medel y Carmen Moreno

¿Os venís?

domingo, 12 de octubre de 2008


Yo no sabía quién era Pablo Gallo (A Coruña, 1975) hasta que me invitó a participar en un libro.
Las condiciones eran suculentas: tenía que escribir un microrrelato inspirándome en esa imagen de ahí arriba, una de sus ilustraciones eróticas circulares.
Además, él haría un retrato a partir de una foto mía.
Las 62 ilustraciones a plumilla del libro están combinadas con los textos de 62 autores que han escrito sobre ellas, y cada uno tiene su retrato.
El resultado aún no podemos verlo: El Libro del voyeur no tiene editorial que lo publique... todavía. Yo creo que es un libro perfecto para un año de crisis: no durará mucho en tierra de nadie; al parecer ya hay editores estudiando la posibilidad.
Agradezco a Pablo el ofrecimiento y sobre todo la iniciativa. Es un proyecto muy personal que ha ido llevando a cabo de forma muy particular.
Parece que hablan de él por todas partes.
Aquí dejo un vídeo con sus ilustraciones: la música es exquisita. Requiere un buen vino.



sábado, 4 de octubre de 2008

Os juro que la mesa se inclina hacia atrás, quizá el mundo entero caiga en pendiente a esta hora que ya parece inútil.

Hoy imaginé una noche solitaria de caballerías y grilletes, y al final, torpe remedo, el cansancio llega a esta silla azul llena de cojines aplastados.

Afuera un frío de otoño que no nos merecemos no me permitirá pasear al perro en alquiler, o la pereza, a lo mejor.

Tengo un ejército de ratones de campo que levantan la tierra cada madrugada al otro lado de la casa.

E imagino allá abajo ciertos bares. El Toni2, por ejemplo, de quién se poblará ahora mismo, el cigarro quema y si yo por qué no estuviera allí, con unas botas altas y agarrada a esa barra de cuero acolchado, un vodkacontónica, un vodkacontónica, un.

Me llegan noticias de una chimenea que chisporrotea como un reloj.

De una cama con una luz azul como la silla pero sábanas blancas y estiradas, estarás durmiendo boca arriba con la pestañas como barcos atracados en tu cara.

Me llegan noticias de una chimenea que chisporrotea como un reloj.

Quizá el libro de Philip Larkin se haya deslizado de tus manos a la colcha. Seguro que hace rato ya de eso.

El Toni2 estará lleno de personas que nunca jamás querrán volver a sus casas. Si yo estuviera allí vería entrar por la puerta a ese amigo mío que se va mañana a Buenos Aires. Se perdería por los reservados del fondo sin que yo atinara a apresarle la camisa entre los dedos, el vodkacontónica no ha llegado aún, mi amigo no ha llegado aún, afuera hace un frío que no nos merecemos.

Yo antes tenía una libélula azul que llevaba colgada a la altura casi del ombligo. Era de un metal caliente y aunque ya hace años que la dejé olvidada en un probador de unos grandes almacenes, todavía recuerdo su tacto en la palma de las manos, los dedos enredados en las alas extendidas, firmes y suaves.

Hoy intenté escribir un poema que empezaba diciendo Demonizados, por los años que nos caen encima, ya no somos carne de cañón.

Pero salí a almorzar al sol, sobre la mesa de madera, muy abrigada, y luego abandoné el bolígrafo rojo con el que garabateaba.

Que por qué la noche me parece inútil es una pregunta fácil que no pienso hacerme. Si acaso contestarme: algo menos de dolor en los codos y en los tendones de las manos, horas también menos y ningún bostezo: ingredientes no saludables de mi soledad: alguien que recuperara mi cuerpo: el libro de Philip Larkin regresando a tus manos, la cama sin deshacer, el camino hacia atrás de tus pasos por las calles de la ciudad, sin introducirte en la ranura del metropolitano, recuerda que yo puedo estar en ese bar con la rodilla flexionada, a la hora de mi vodka tus palabras, imagínate si pudiéramos emborracharnos juntos, una bofetada de personas desconocidas, cuando nada duele, el asfalto devorando nuestra plenitud: si no te hubieras ido: si no hubieras llegado.

Cuando todos los aviones aterricen en El Cairo.

Cuando el fuego de las chimeneas sirva para contar los minutos.

Cuando vuelva a escribir.

Cuando otra vez muera entre tus brazos.

Si cuando mañana regreses aún no he despertado, tápame la boca suavemente, no me dejes respirar: que cuando abra los ojos el mundo esté acabado y podamos empezarlo de nuevo.



domingo, 28 de septiembre de 2008


Más información aquí...

Y muchísimas gracias a Vanessa, a Rubén...

jueves, 25 de septiembre de 2008

otoño.

(Del lat. autumnus).

1. m. Estación del año que, astronómicamente, comienza en el equinoccio del mismo nombre y termina en el solsticio de invierno.

2. m. Época templada del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de septiembre, octubre y noviembre, y en el austral a la primavera del hemisferio boreal.

3. m. Segunda hierba o heno que producen los prados en la estación del otoño.




Uno no tenía ganas de escaparse, pero sentía el corazón oprimido.
La invitada, Simone de Beauvoir

En la techumbre de mi mente se forman gruesas y densas sensaciones. Como el agua cae el día: el bosque, Elvedon, Susan y la paloma.
Las olas, Virginia Woolf

No es éste el lazo
ni tú eres hoy la presa pequeña.

Ese puerto existe, Blanca Varela

martes, 9 de septiembre de 2008


Me zumba el oído. Dicen que lo tengo obstruido con tanto recuerdo vano. La noche acaba porque comienza y se escucha el ruido de unos tambores de hojalata desorbitados por el viento. How Low.
Matemos los minutos uno por uno, tú agarra de un extremo y llévate a tu lado la porquería, imagínate que somos las víctimas malolientes de la peor enfermedad venérea del mundo, contraída con los ojos cerrados demolidos y abatidos y como todo es mentira reconozcámoslo: lo pasamos bien. Ah, lo pasamos tan bien. Down The Line.
En el vaso las burbujas nacen, la mosca ha despertado otra vez de su letargo, quizá acaba de nacer, quizá no muera hoy. Hay una mesa de llena de objetos de sutura frente a mí: fluorescentes, rotuladores rojos, un lápiz romo, un mechero. Y la puta mosca. El teléfono no volverá a sonar nunca más a las tres de la mañana, prométemelo, te lo prometo, y si soy yo quien te llamo, no, no serás tú, en el cenote donde nos hemos exiliado no hay teléfonos, ni telegramas, ni webcam, nadie nos ve, nadie te ve, dónde estás, todo es oscuro, no te veo, no me ves, no importa, te prometo que soy yo, no eres tú, la negrura me lo dice, es cierto, no soy yo. Da igual. Killing For Love.
Todos hemos tenido un París de 1928 donde el dinero era algo delicioso y gratuito que nos permitía perder el tiempo exclusiva, feroz e insistentemente, aunque no existiera. Todos tuvimos una calle infinita donde nuestro cuerpo estirado en la acera encendía por completo la luz roja de las farolas. Donde aprender era morir, y equivocarse la reencarnación. Varios amigos que constituían la única honestidad posible y la mano negra de la banca mundial, disponibilidad a cero grados, dedos hirvientes removiendo el alimento, sangre de frontera y hogar. La última mesa del último bar el último mármol donde se calientan nuestras copas a la última hora del único año: última persona en el mundo con la última compañía; y la eternidad, un ultimátum. No me digan que no. Nadie lo niegue. Todos hemos tenido eso, aunque sea por un solo segundo, y de cada uno depende que dure un siglo, una amenaza, diez minutos. Que vuelva trimestralmente. Que el amor, incluso, sea así. O que nunca sea. Unas pupilas dilatadas de embriaguez y afuera, lejos, el crack del 29. In Our Nature.
Posiblemente sea de noche, y al fondo, antes, sonaban tambores de hojalata. He cruzado un puente sobre las vías de un tren, he enjabonado un cuerpo hasta los gritos, he planeado una turbia borrachera. Al parecer, trabajé todo el día y cené frijoles. También recolecté ciruelas subida en un muro. Nos iremos a vivir a una isla después de cabalgar por Centroeuropa, y en la antigua Tierra del Fuego quemaremos nuestros vestidos, los medicamentos de nuestros padres, el hambre que nunca pasamos: el Pacífico Sur criará a nuestros hijos y yo haré fotografías de cada arruga nueva que le salga al firmamento, tus ojos firmemente aposentados en los míos.
No te veo, parece que duermes, no me ves, no importa, ahora no.
La verdad, se está tan bien aquí.

Teardrop.

sábado, 6 de septiembre de 2008


No te muerdas en la boca la palabra.

martes, 2 de septiembre de 2008


El vaivén temeroso
de una hamaca
meciendo la tarde de agosto
bajo un tilo.

Tus dedos dentro de mi cuerpo.

El vaivén tembloroso de una hamaca.

Qué grande es
la civilización maya.

jueves, 28 de agosto de 2008

Alga y herrumbre, tierra contaminada por el olor de un cuerpo desaparecido,
toda la ausencia que trae el aire enfebrecido, puerca materia.
Sólo el batir de una gaviota en celo, y ni siquiera.
No se oye más que la tumba antigua de las mareas,
y pica el cielo de tan ancho, y no hay remedio bajo el sol,
y sin embargo.


Correría ahora, ojos cerrados, agua cayéndome por el labio,
correría ahora, y que mis piernas, huesos mutantes y ajados,
te atravesaran,
yo que te voy necesitando.

Alga remota. Verde pellejo que acercan las olas,
promesa de limpia putrefacción.
Aquí abriría de par en par toda la sangre, musgo que hierve,
tan escondido en el corazón.
Madre medusa. Tiembla el veneno bajo el calor y me alcanza el cuerpo,
quiero tu miedo, tu lengua rota y tu rebelión.
Tierna alburraca. Roza mis manos y en este estío dame lo eléctrico, la juventud.
Allá a lo lejos, a lo imposible, vive una tribu donde estás tú.
Soy una ausencia, un rostro sólo para crear, murmullo cósmico.
Y sin embargo.

Aquí el calor cubre mi muerte y ya no muero. Alga roída por los marinos, ancha aguamala, brillo y espuma. No puedo más. Lo quiero todo.

El Rompido, principios de agosto 2008

lunes, 25 de agosto de 2008

Empecemos por estar mojados, dispuestos a secarnos a golpe de viento (sal surcando la célula).
Que no baste con creerse los rumores: dicen por ahí que he regresado de Huelva (llanura de arena y pinos). Lo dice la puerta abierta de mi casa, pero no puede ser. Mis manos huelen a sardinas asadas, a la piel de mis abuelas, a la playa cuando se acaba la marea, a un volante hirviendo que me recorre la costa, llamadas desde Suiza, los amigos, las familias, la música, la nada: el verano. El limonero está inmenso, tiene flores blancas a los pies. Dama de noche.
Un paisaje mortal en mi retina: el puente que entra en Isla Cristina, a la derecha, barcos, barcos, barcos. Barcos de pesca dormidos en el muelle, agua con plata.
Verano horizontal, de nervio y de caminos.
Ahora otra vida.
Otra vez los libros.
Ciudad que emerge bajo estos montes.
Literatura.
Abran las páginas: que queden algas en las comisuras.

viernes, 1 de agosto de 2008

Resumen de jardín

Las ciruelas aún están verdes y las fresas han muerto. Las reses escondidas en los montes y nadie pasta esta hierba seca del verano. Estoy leyendo cosas emocionantes, a pesar del cansancio. Me siguen pesando: la familia, las horas en el tren, el letargo de la noche donde se pierden las estrellas. Me sigue pesando el mundo adormecido (por no quebrarlo, por no acabarlo), pero tu distancia es un faro, y extraño, pero cierto, relativiza los días y las madrugadas.


Observo el movimiento de las abejas y demás maquinarias infinitas: son helicópteros perfectos, se mantienen zumbando en posición, durante segundos, hasta que salen disparadas. Blanca Varela decía que Dios es un pingüino y el hombre es un pingüino y yo ya me he olvidado de esos no mamíferos brillantes.

Anaïs y su delirio de éxtasis en perpetuo análisis. Tener eso y abandonarlo (no fue nadie, es la vida, que no aguanta la lujuria).

Pasarán años hasta constatar que no se quiere vivir aprisionado en el dolor.

E imagino que el dolor que tú podrías provocarme sería un ruido de tambor seco viniendo desde la lejanía, la señal de humo indígena que constata que todo es susceptible de acabarse.

Dormir sola y leer, triturar zanahorias, el cine mudo que es uno mismo cotidiano, encontrar un lugar para el lápiz que subraya ese libro viejo. Levantar la cabeza y ahí, al fondo de este cielo, un gigante de piedra que me espera, con hierba y lo futuro.



Desde aquí veo una nube que es un soplo desteñido.

Toco mis globos oculares y los noto excesivamente duros: puedo empezar a preguntarme por todo el rosario de misterios oscuros que me llevarán al sufrimiento: qué imbéciles los cuerpos con su reloj degenerativo.

Otro reloj convicto ruge mis días ahora, fuera del azote y la perversión. Faulkner Santuario, Puig Boquitas pintadas, Woolf Las olas, La invitada de Beauvoir. La casa levantada y recogida, poblándose de arañas al menor descuido.

Oh, mierda, un avión sesgó la nube soplo desvaído. La partió en dos.


Bebo agua de mi vaso, donde en la superficie han quedado atrapados unos minúsculos insectos que no saben qué hacer con tanta densidad. También los trago. A lo mejor se convierten a la noche en luciérnagas estomacales, que alumbren la salida de los nervios, de lo que está muerto.

Todavía no tengo que sacudir la cabeza para apartar el miedo o la náusea y querría estar allí sólo a la hora de lo negro para darte de dormir y acariciarte el pulso, tu cabeza chocando poco a poco con la mía y entonces un sueño profundo para abajo como antiguos como nadie.

No tuve que espantarte, recojo tu recuerdo y así sí: lo es todo la memoria.

Cuando llamaste tu voz sonaba más cruda, más estirada, y era.


Ahora es distinto.

1 de agosto viento fuerte.

Carretera hacia el mar.

Te espero abajo, reino de las medusas y madre alga.

El drama es una posibilidad para la vida pero abre tu boca, hoy intuyo que todavía existe mi verano. Y ni siquiera el invierno podrá con este océano.

miércoles, 23 de julio de 2008

Vendrá de la manera más descalza, rompiéndome una puerta, una rotura, un desgajo.

Vendrá cuando no haya más remedio.

Ayer un vodka tónica en la tarde nos dio la solución: vivir como los monjes, pasar de la tormenta a los silencios. Disimulemos entre libros. Al fuego las oraciones.

Lo demás, un ritmo intenso de porquería. Pero es verano.

Aquí, la soledad del devastado: mis abejorros peludos y fríos, zumbando la lavanda, los monstruos arácnidos a los que he asesinado, con rayas en las patas, la tierra que se moja si la mojo.

Duermo en los trenes, mi libreta marrón yace postrada al fondo de un sinfín de cacharros en la bolsa.

Ahora miro la noche (no me di cuenta) y veo las mismas letras de ese cartel, no importa lo que digan: si dicen no aparcar, por ejemplo, si dicen no te quiero, si dicen algo urgente o algo pérfido, ya me da igual.

Es verano y ausencias y una calma rara corre por los días.

Vendrá de un huracán, molida carne, todo letras y vino, y qué alegría.



domingo, 13 de julio de 2008

Que dice David Jota, en su Frontera:

Toda mudanza abre ventanas a la duda, vértigo en suspenso. Azul infinito al batir falleba, sin ti, este horizonte; sin ti, sin vino derramado. Mirad cómo me empuja el viento del invierno, me borra del verano, me ancla a la frontera. No hay conchas en la playa. Nadie ríe mi nombre.


Yo leo sus palabras a estas horas últimas.
El domingo cae. No sé si era rápido o era pronto y así poco.
Termómetros a cero.
¿Qué son dos días cuando a veces un dolor y temblando a construir y recogiendo los tallos de las flores muertas? En dos días, esta vez, no me dio tiempo a subir a la montaña, y ni siquiera Nin o acaso qué somos ahora, sino vidas tullidas de verano.
Si sólo un poco de sol nos hace falta para huir de la templanza.
Cuando quieres que el tiempo pase y no quieres que el tiempo pase y tanto lo uno como lo otro es un punto agónico de latido.
Habrá una lejanía y yo encontraré de cerca lo que soy.
Vayamos a por otro anochecer, caigámonos del mundo.


jueves, 10 de julio de 2008


«Vivir con exceso ahoga la imaginación.

No viviremos, solamente escribiremos y hablaremos para hendir las velas.

He visto el romanticismo sobrevivir al realismo. He visto a los hombres olvidar a las mujeres hermosas que han poseído.

Hugo nunca se curará de mí.

Henry no podrá volver a amar después de amar a June.»

Marzo de 1932.
Diario de Anaïs Nin.

Henry y June



Las páginas están ajadas, ocres.

Crecimiento cero, dijo la radio esta mañana.

Niños arrojados por la borda, dijo también.

Vivir con exceso ahoga la imaginación, leí, y tuve una duda.

Se escucha el aceite en el fuego y un canto árabe que viene desde lo que ya es oscuro.

He visto el romanticismo sobrevivir al realismo, leí, y tuve una duda.

Menos mal que Henry Miller no fue, finalmente, el último hombre sobre la Tierra.

Ni Anaïs, la última mujer sentada en un sillón vencido, mirándote de frente.

domingo, 6 de julio de 2008

Dice Saša Stanišić: porque saberse algo de memoria es a menudo la cosa más triste del mundo.

En deshonor a los soldados de su libro, ayer monté en un vagón de tren que iba a Vitoria junto a dos legionarios.

En honor a su río Drina, ahora mismo observo un pantano gigante donde una pequeña figurita vestida con camiseta blanca, en la orilla, con el agua a media pierna, extiende el cuerpo en un quiebro y lanza el anzuelo lejos, casi a la altura de los postes de la luz hundidos.

Aunque voy en un autobús por la carretera y tengo los auriculares puestos oyendo a Alela Diane, puedo escuchar perfectamente el taca taca taca del carrete de la caña de pescar. ¿Dónde estarán todas aquellas cañas que había en el cuarto del patio, con su olor a aceite? Yo tenía una roja y moderna. Recuerdo el tacto del sedal.

Uno de los legionarios de ayer estaba hablando por teléfono con su sargento, informándole de los cambios del día. Utilizaba un tono amable, reposado, de fuerza y honestidad, raro. Como cuando te obligan a respetar a alguien a quien admiras. En un momento de la conversación, dijo: “Con usted tengo más feeling, por eso quería comentarle lo de los billetes de tren”. Un legionario pronunciando feeling me hizo suponer que nada permanece en este mundo.

Al despedirse, de forma aprendida e ineludible, cuando la cobertura del móvil no daba para más, el legionario dijo, alto y claro: “¿Se ordena algo, mi sargento?”, lo que me hizo suponer que nada tiembla en este mundo de arraigos.

Dice Alfred Polgar que “el corazón tiene forma de corazón”. También dice que, contrariamente a lo que pueda parecer, alcanza su sublimidad cuando sólo sirve para el latido siguiente, cuando ya no puede ser utilizado para ninguna metáfora o complejidad sentimental. Yo creo que tiene razón y lo he visto con mis propios ojos: cuando ya sólo hay un corazón que late, cuando sólo hay corazón, cuando alcanzas, como por una magia, a recoger ese último pulso en la muñeca, el último recorrido, arrebatador e inmenso.

Cuando el soldado terminó de hablar (el sargento no se ordenaba nada en particular), cogió de la rejilla su mochila del ejército y rebuscó con determinación: sacó un desodorante en spray y, levantándose su blanca e impoluta camiseta de cuello de pico, roció con él toda su musculatura, muy serio.

Mi abuelo siempre olía bien, a hombre caballero y de espalda recta expendedor de piropos y maldiciones. La distancia que va de proa a popa es la misma que va desde “querida, s’entraña mía” a “me cago en la hostia puta que te parió”, por ejemplo (con ese intermedio tan saludable: mirarse y remirarse con dieciséis años, antes de salir, en el espejo de la entrada de su casa de Isla Cristina, observar que el vestido nuevo se ajusta a la curva lo suficiente, con todas las dudas, y él, desde su mesa, pelando unos melocotones enormes, te dice: “estás de puta madre p’arriba”. Para salir a la calle pisando fuerte).

Pero tan buen olor, a perfume, a pasta de dientes, al sudor limpio de las horas de playa y luz, a ese narcótico de la infancia que era el olor a peces todavía vivos, boqueantes, al aceite dorado de los utensilios de pesca, al gasóleo marinado de los motores, a la sal hinchada.

Te recuerdo cada día, con intensidad variable en la marejada alta de llorar, a golpe de foreño, y siempre con fondo de felicidad, viento de levante favorable, esa quietud caliente de los pies enterrados en la arena, el mar chupando conchas, viendo llegar tu barco.

Capitán.

domingo, 22 de junio de 2008

DÍA 16, JUNIO

Yo quería un día con sol y no esto.

El tren se adentra en los túneles y siento que voy a ahogarme. Luego sale al exterior y el ambiente está podrido de lo gris, cielo blanco carga irrespirable. Un hombre a mi derecha lee un periódico deportivo y se pellizca la cara como con manía, como si necesitase sentir alguna parte de su carne.

La gente parece rota pero tranquila. Creo que sólo yo siento esta angustia en el vagón, sus respiraciones enchaquetadas y sus tablas numéricas en cuartillas A3 me obturan las fosas nasales.

Tengo una máscara en la cara caída. Hay veces en la vida en que uno se equivoca al tomar decisiones importantes.



DÍA 17, JUNIO

Hoy quiero un día de luz. Admito que tengo la cáscara frágil y eso ya es la advertencia de la posibilidad de los temblores. 16º son algo escaso para este clima (¿recordaré África?) (ayer sentía que estábamos ya en el destino de esos países de nubes grises donde nunca quise vivir). En la noche, acurrucada (las caricias en el pelo que iban a empujarme al sitio de la nada), materialicé mi miedo: lo voy a perder todo.

Los amigos de los conjuros, el sitio de leer, las excursiones de los perros románticos, recitar teatro absurdo, la búsqueda del arenque a bordo de esa balsa (el tiempo de hoy es una fuga de agua dime que no se hunde todavía).

Que yo no me reconozca en esta tibieza hipócrita de los días rutinarios de responsabilidad y deber es la soberbia, lo inmaduro.

No voy a fingir: así me aburro.

En un prado de San Yago, una fotografía que me obsesiona: el esqueleto de un carro enterrado en la hierba, como un recipiente del pasado donde crecen las zarzas abultadas y todo lo demás son flores moradas en el suelo; al fondo, una encina gorda, ajena.


DÍA 20, JUNIO

Quiero

que Sasa Stanisic escriba otro libro (aún no terminé el primero), ir a desayunar junto al limonero que hay plantado en el arriate de la casa de mi madre (regarlo por las tardes, al volver de la playa, allí donde todavía existen los veranos), permanecer en tu corazón, como la malahierba más alta del campo (esa que cortas cada año, que crees que has conseguido arrancar de raíz arañando tus manos, la que alimenta a los búfalos que nos quedan), quiero, obviamente, devolverme la vida, no sin antes buscar en mi memoria tu juventud, tu niñez, todo lo que recuerdo para nadie, inmortalizaros a todos, quiero conocerte de nuevo, otra vez paso a paso este camino pero ahora, eso sí, abandonarlo todo de una puta vez, nunca más el triste desayuno, nunca la pena, el aliento de un mamut airado desplazando al infinito los espejos (carne torturada que no sirve) lejos de mi vista, nunca más la parálisis, no este llano ahogado ni la duda.


DÍA 21, JUNIO

Con un poco de sol yo me conformo: literatura y una hábil trampa del destino, tardes enteras, todas,

tarde.

Y por eso, quizá, llegó el verano.

Mañana es la noche de San Juan.

No sé qué late aquí dentro: estrellarme y estrellarnos, la carretera se ablanda a nuestro paso y a lo lejos, tras el hueco, hay un pantano: caras del tardofranquismo juegan al tute y los niños, a nuestro lado, chapotean en la orilla de una playa de invento. El sol cae como un mamífero muerto, por fin, y unos huevos fritos con chorizo alimentan el día. El agua luce lisa, fría hasta que duele, observar junto a ti los sonidos crujientes de este mundo, pelearme de nuevo con las moscas; el regreso, otra vez, es una sábana fresca. Mi cabeza se hunde al otro lado, qué más nos da gritar, nadie nos mira.



jueves, 12 de junio de 2008

A Aurora, a Manuela, a Beatriz...


Aunque me voy no me voy
aunque me voy no me ausento
porque me voy de palabra
pero no de pensamiento...

... que de pensamiento estoy
que del corazón me quedo

(fandango)

martes, 3 de junio de 2008

presentación de Aquí y ahora en Sevilla

jueves 5 de junio
20:00 h

Centro de las Artes de Sevilla (Patio de San Clemente)
c/ Torneo, 18

Habrá un recital poético de varios de los autores:
Carmen Moreno, Roberto Terán, David J. Calzado, Bárbara Cumpián, Joaquín Moreno, Jesús Beades, Pablo Moreno Prieto, David Leo García...



¡Venid, venid!
Gracias a todos, por adelantado.

domingo, 25 de mayo de 2008

cuando tu olor

está mezclado con


el rumor de la calle

que trae niños

y la madera vieja

de los barcos


el algodón como de

piel fría de estas

sábanas

tal vez


el desayuno haciendo

efecto allá en el páncreas


no te veo

no puedo verte

entiéndelo


mi cuerpo ha colapsado tus

sensaciones

yo no quiero abrir los ojos

para nadie


porque sé

que llegará ese momento

violentamente tu mano

volteará mi mandíbula

tu codo que se apoya

en mi clavícula


y entonces ya lo sé

la tarde es una catacumba

y en un minuto

ha roto la revolución

entre tus piernas que

ahora

fíjate bien

son mis piernas

porque yo carezco de huesos

ni que decir de alma y ya

nada poseo

sábado, 24 de mayo de 2008


Y que nunca se te resbale de la boca un corazón.

domingo, 18 de mayo de 2008


Que nunca te pase desapercibido un atardecer.

jueves, 15 de mayo de 2008

Una invitación.


Yo estaré por allí.


Si a alguien le apetece pasarse, luego brindamos.


(Creo que se ve muy pequeño, pinchad en la imagen para ver el plano y la hora)



(ESTO CUENTAN DE LA ANTOLOGÍA):

Desde Hipólito G. Navarro, nacido en Huelva, hasta Miguel A. Muñoz, nacido en Almería; desde Pilar Mañas que vino al mundo en 1952 hasta Cristina García Morales, que lo hizo en 1985, Ficción Sur es un repaso ambicioso y meditado a la nómina de relatistas andaluces de las últimas décadas. Prologado por el escritor y periodista Juan Jacinto Muñoz Rengel, responsable asimismo de la selección de autores, Ficción Sur ofrece una panorámica que muestra el resurgimiento del cuento en las últimas décadas del siglo pasado, pero también las perspectivas que se ofrecen para este principio de siglo veintiuno. Demostrando, tanto por el número como por la calidad de los textos, la buena salud de la que disfrutan los géneros breves en el territorio más meridional del país.

Pilar Mañas / Antonia Moreno Cañete / Felipe Benítez Reyes / Hipólito G.
Navarro /Ángel Olgoso/ Fernando Iwasaki / Guillermo Busutil / Juan Bonilla / Miguel A.
Cáliz / Manuel Moyano / Félix J. Palma / José Eduardo Tornay / Andrés Pérez
Domínguez / Miguel Ángel Muñoz / Jesús Tíscar Jandra / Ginés S. Cutillas /
Miguel Ángel Zapata / Nacho Albert Bordallo / José Lobillo / Andrés Neuman /
Cristina Gálvez / Lara Moreno y Cristina García Morales.

www.traspies.com

sábado, 10 de mayo de 2008

Me digo:

escribe

de estas cosas horribles

que te avivan las tinieblas

aquellas tinieblas que uno atesora

lugares

de oscuridad plastosa

y obligada

ese museo de nadie

donde sólo uno cabe

y donde es.

Me digo:

sácalo todo y

luego:

el qué.

Sí, mujer,

la lava,

el plancton,

la brea.

Esa masa que obstaculiza

la sangre

(objeto limpio exorcizado)

que apoltrona

las hormonas

(objeto útil psicotrópico)

que corroe

las enzimas

(madre vicio y victoria).

Eso.

Me digo: dilo.

Y luego: el qué.

Qué grito de hospital nunca aplaudido

qué famélica visión futurista de una misma

qué pordiosera misión de presente.

Me digo: hazlo.

Y aquí estoy,

ironizando el miedo, el agravio,

lo desesperado

de vivir

la presión

la incógnita maldita.

No quiero, no.

Porque intuyo

que no es suficiente

el tiempo que paso entre tinieblas,

y que aquéllas

sólo son

una esperanza pobre de que quizás

la felicidad

sea algo menos que todo esto.