martes, 25 de mayo de 2010

10 de mayo de 2010

Isla, isla, isla.

Barco.

Amanece con el sol deslizándose entre las nubes del fondo, yo despierto a las siete de la mañana. Tengo que hacer tiempo; el desayuno lo ponen a las ocho. (Creo que es la primera vez que me ocurre esto.)

Hago fotos, me siento en el suelo de la habitación, miro a los perros desperezándose desde la terraza.


Queremos ir a Lopes Mendes y lo hacemos a pesar de que de pronto todo es gris y llueve. El barco nos lleva a las diez y nos recoge a las tres.

Llueve. No quiero ir pero subo a la embarcación. No llevo suficiente ropa de abrigo. No llevamos comida porque nos han dicho que allí venden, en la playa. Hay casi una hora de travesía. Llueve, tengo frío. Boicoteo el viaje como puedo pero no hay marcha atrás. Toda la belleza de pronto me da lo mismo si hace frío y estoy empapada y voy en un barco que me lleva a una playa donde no hay nada donde guarecerse. Pero cuando llegamos allí todo es distinto. Nos dijeron que en Lopes Mendes el tiempo era otra cosa porque la playa es más abierta y el aire se lo lleva todo rápido. Y es cierto. Hace sol. Cruzamos un trecho de Mata Atlántica y nos absorbe el suelo pegado de hojas y las cañas gigantes. Al otro lado, la playa efectivamente se abre y la espuma de las olas nos llega como brillantina hasta los ojos. Ya es verano. Ahora hay que desvestirse y caminar, buscar un hueco en la extensión de la arena (no hay nadie, ocho, diez personas) y estirar la única toalla, pequeña, recia y recién comprada.



Hacemos amigos. Muchos, en realidad. Varios bonaerenses, una holandesa, una peruana, una colombiana y un chico de Londres que es, y más aún en este espacio, igual que Sawyer.

Yo no hablo con nadie en el barco de vuelta porque me tiro en la cubierta a leer a Felisberto Hernández. Mientras más se mece la embarcación, más me concentro. A este autor me lo recomendó Juan Cárdenas en la Machado. Fue un acierto traerlo a Brasil; en São Paulo, Alicia Torres me habló tanto de él. Al morir, estaba tan gordo que tuvieron que sacar su cadáver por el balcón. En la foto de la solapa, sin embargo, está canijo, con el pelo crespo y rizado, sentado al piano, y me recuerda a Miguel Ángel.



Mientras más me calienta el sol sobre la frente, más me concentro. Luego empiezo a pensar en otras cosas. Es difícil olvidarse de todo, incluso balanceándose en medio del Atlántico, en un navío de madera blanca.

martes, 18 de mayo de 2010

BRASIL, número uno

9 de mayo de 2010

Ilha Grande, Estado de Río de Janeiro, Brasil

Así que esto es el Trópico de Capricornio.

Escucho caer la lluvia en los tejados de madera y caña, no ceja. También escucho las olas porque están aquí, moviéndose a un palmo.

Tras 14 horas de autobús hemos llegado desde São Jose do Rio Preto a Angra dos Reis, haciendo parada al amanecer en São Paulo. Llevo seis días en Brasil pero hace apenas un rato que empecé a mirar. Lo de antes: São Paulo con todos sus mega-adjetivos de infinitud. Desde un centro de congresos no puede admirarse una ciudad, aunque mi habitación estaba en el piso 16 del hotel y los amaneceres rabiaban un skyline gris y hasta lo lejos. Recordaré algo de São Paulo: a mediodía, desde el edificio de las conferencias, podíamos ir andando hasta el restaurante donde almorzábamos: ese tramo de la calle, no más de dos o tres cuadras, era Brasil, era São Paulo y era el extranjero. Todos los olores amortiguados por el aire acondicionado de las salas subían ahí hasta mi nariz: olor a frito, a caramelo, a espesura, como a algo derretido en plena urbe. Los viejos, las niñas guapas, la esquina del comercio frente al puesto con ruedas de jugos de piña y bolas de pan con queso. El corto camino entre el edificio y el restaurante tiene también otro recuerdo: las conversaciones a paso despacio con Leonor, contándonos cómo su apellido, Scliar, llegó de Besarabia a Porto Alegre, parándonos en las esquinas, esquivando a los viejos que fuman y a las niñas guapas. Ojalá ese pequeño camino de libertad hubiera durado tardes enteras, para que Leonor Scliar, nacida en 1929, nos hubiera hablado con serenidad y emoción, sonriente, de cualquiera de las dos mil quinientas cosas interesantes de las que sabe hablar.

Ahí se acaba la ciudad se São Paulo para mí. Esta mañana amanecí en una de sus estaciones de autobús, como una zombie me monté en el metro, lleno de gente joven que aún no se había acostado, y llegué a otra estación para coger otro autobús donde me pasaría montada la mayor parte del día de hoy, entre el asombro y el sueño.

Nuestro viaje empezó realmente anoche, pero es extraño llevar ya una semana en el país y haber estado adormecida y expectante. Las rarezas de la existencia se suceden una tras otra, se acumulan como el café cargado. Acaban teniendo el mismo efecto, entre el narcótico y la angustia. Luego se pasa. No más café, no más hiperrealismo. Un poco de silencio y de olas.

Hoy he visto por primera vez la vegetación del trópico. El autobús ha ido dejando atrás las carreteras tipo oeste americano y se ha adentrado en el bullicio. Es mejor no explicarlo. Nunca vi nada igual, ni parecido. Es el espesor, la condena, la vitalidad. Altas montañas ceñían la calzada y dentro de ellas un más adentro y más adentro aún. A veces, en las curvas cerradas, se abría el paisaje al mar o a valles fosforescentes de humedad. Desde aquí, la Tierra es invencible. Capricornio todopoderoso. Han pasado las horas y el autobús se iba vaciando en cada parada: calles de barro, techos de latón, gente en bicicleta haciendo equilibrios con el paraguas abierto, las palmeras ahogándose con los altos pinos.

El cristal del autobús me ha impedido, supongo, tantas cosas. O quizá es esa extrañeza de la existencia, esa indefinible amortiguación de los sonidos. He caído en profundos sueños incómodos, he intentado leer, he pensado en que a los treinta nada pasó pero a los treinta y uno me he vuelto miope y tengo alguna cana. Entre otras cosas.

A la isla hemos llegado como en un sueño. Montados en un catamarán grande, rápido, mojados el pelo, la cara y el equipaje, nos hemos alejado de la costa adentrándonos en la niebla. Tras una hora de travesía, hemos llegado a Ilha Grande. Primero fue la isla de los piratas, luego de los leprosos y por último un centro penitenciario para presos políticos y asesinos en serie. Sí, su verde oscuro, su sinuosidad bajo la niebla, dan miedo. Pero el embarcadero nos ha recibido como todos los embarcaderos de los paraísos: con algarabía, cuerdas mojadas, maletas y enormes pájaros negros sobrevolándonos. No hay hipérbole: son enormes. No quiero saber de qué se alimentan, además de peces. Agachan los cuellos como los buitres cuando pasean por la orilla. Deben de ser primos hermanos.



Un poco más tarde uno se da cuenta de que estamos, también aquí, en el siglo XXI. Internet, surferos y gente que mira el fútbol en pantallas planas. Pero esa primera toma de contacto en el embarcadero, bajo una lluvia fina, parados frente a nuestro equipaje y frente a nuestro estupor, ha sido atemporal, decimonónica, de los primeros años 20. ¿Adónde hemos llegado? La isla se extiende, alta y verde, kilómetros y kilómetros atrás. El movimiento de las olas es fuerte y constante a pocos metros de mi cama. La lluvia no ceja, se vuelca del cielo sin melancolía. Ni siquiera son las once de la noche, y uno juraría que entró la madrugada.

Así que esto es el Trópico de Capricornio.

lunes, 17 de mayo de 2010

Dos nuevos amigos y Los Noveles

De nuevo hay pequeñas grandes cosas que contar:
regresé ayer de Brasil, y en la puerta de mi casa encontré dos paquetes. Eran estos dos regalos.
Estoy sorprendida, son especialmente hermosos ambos libros, especialmente bien trabajados, bien editados, rigurosos, cuidados. El primero, Siglo XXI, es casi un manual, más de 500 páginas a cuento y poética por autor, edición cuidadísima de Valls y Pellicer, lo miro y sueño con que dentro de muchos años sea un libro de culto consultado en bibliotecas de madera. El segundo, El libro del voyeur, en el que Pablo Gallo lleva trabajando mucho tiempo, contactando con minuciosidad con cada autor, buscándole salida al libro, dibujando, es una delicia. Ha quedado brillante, original, curioso. Estoy muy orgullosa de estar dentro de los dos. Anunciaré próximas presentaciones, recomiendo ambos libros, la ristra de compañeros es para no perdérsela. Gracias a todos. Y felicidades.


Por otra parte:
en este número de Los Noveles la Menuda ha descansado. Por motivos ajenos, obviamente, a su menuda voluntad, más bien por compromisos de su autora. En el próximo número estará de vuelta. Sin embargo, la revista ya está publicada, espectacular como siempre, y esta vez con un invitado, para mi gusto, de lujo: un cuento de Pablo Gutiérrez.

domingo, 2 de mayo de 2010

El robot invencible y la bailarina

A veces todo lo que tenemos dentro es una isla desierta.

Ya nos hemos hecho mayores y sabemos que existen los tsunamis.

Si el tsunami se lleva por delante la isla desierta es un problema.

Cada vez nos queda menos tiempo para la rabia.

Ahora empleamos el esfuerzo en cansarnos.

Todo esto suena muy mal.

Suena como a renuncia.

A pastillas para dormir o sucedáneos.



Así pasa el día a día en el Mundo de Los Vivos.

El Mundo de los que Creen Estar Vivos.

La Ciudad Rebosante de Pequeñas y Angustiosas Islas Desiertas.

Nos levantamos.

Algunas mañanas nos da tiempo a lavarnos.

De todas formas a lo largo del día lo que hacemos es ensuciarnos.

Luego nos acostamos.



Pueden pasar años sin que nadie se dé cuenta de que todo está iluminado.

A pesar de que haya lugares que se estén oscureciendo para siempre.

A pesar de que aumenten nuestras dioptrías por cualquier exceso.

A pesar de que las nuevas tecnologías sean lo más parecido a la demencia senil.

Pueden pasar años.

Pero siempre vendrá el Robot Invencible a avisarnos.

La Bailarina del Corsé Desabrochado.

Cualquiera de ellos.

Ambos tienen el tamaño de un jilguero.

Ambos viven en el papel maché.

Ambos saben lo que dicen:

Existe un mundo en el que Todo Está Iluminado.



Sólo es necesario no darle cuerda al reloj.

Olvidarnos.

Recordarnos.

Cada isla desierta tuvo su momento de felicidad.

Su desquiciante azul en la memoria.

Cada isla desierta es un lienzo que una vez fue blanco.

Luego llegó la Mano de la Magia y lo cubrió.

Lo hizo aún más hermoso.

La Mano de la Magia lleva pulseras tintineantes.

Lleva anillos que sirven para brillar y nunca son alianzas.

Lleva un discreto perfume a mar.

A veces no lleva nada, está desnuda como nuestro propio náufrago.

El náufrago que hoy se ha levantado.

Ha dejado todo lo que tenía.

Y ha venido a la Fiesta de los que Saben que el Mundo está Iluminado.


Este texto fue escrito para la exposición de Rebeca Le Rumeur, Del azul, el 11 de marzo del 2010

jueves, 22 de abril de 2010

A las tres y cuarenta y cinco de la mañana unos pájaros empiezan a cantar. ¿No es demasiado pronto? Europa, Europa. Bajas las persianas con un chasquido de pvc, cierras las cortinas, tarareas algo por dentro para no oírlos, echas un polvo, gritas en histrión cuando te corres, pero incluso en ese momento los escuchas, están cantando en un árbol cercano, en un nido, sobre la verja, ¿dónde se habrán posado? Aquí, sobre mi frente, los pájaros de la noche, los de color negro. La madrugada no es un murciélago. No es un mamífero. Mañana tendremos marcas sobre la piel. Calla, pájaro nocturno, déjame leer los libros del movimiento.

sábado, 17 de abril de 2010

LE VOYAGEUR

Recuerdo los poemas de Rafael R. Costa.

Recuerdo que los leía sentada en el suelo de una habitación donde las baldosas dibujaban la estrella de David.

La habitación estaba en medio de una ciudad inmensa.

y desearás morirte porque tus labios tan descoloridos solo / son hermosos ya en un momento determinado de la lluvia

Me escribe un amigo preguntándome si estoy melancólica.

Yo me hago preguntas sobre la melancolía.

y te encuentro enseguida y pasamos otra tarde decidiendo / si vamos al muelle si te parto la cara si te escribo poemas

La melancolía es un parte del cuerpo humano útil y necesaria para la memoria.

Le contesto a mi amigo diciéndole que no estoy melancólica.

Pero supongo que un manojo de mi pelo o las uñas que caen en el lavabo o el borde de la carne que queda enrojecido por algunos elásticos son melancólicos.

comimos dátiles en casa de sus padres, y después / en la azotea hablamos durante horas de los astros

No estoy melancólica pero si recuerdo los poemas de Rafael R. Costa y busco su libro y lo abro y releo algunas maravillas pequeñas igual que si hago recuento de los amores de antes o los de ahora igual que si un día fui una niña que metía los pies en el agua desde la proa de un barco igual que si las luces aquellas me cegaron mientras la felicidad se ensanchaba como pompa de chicle al salir de una discoteca en las afueras de Berlín igual que la madrugada en que bebí mi primer colacao en la cocina de la casa del verano mientras ella rompía aguas frente a mí igual que cualquier refugio o cualquier maldición o cualquier herida pasada presente futura todas esas cosas destrozadas y atesoradas significan que no estoy melancólica sino viva.

Esta semana he conocido una nueva buhardilla de Madrid. Tiene las paredes recién encaladas y apenas tres muebles. Sorbo mi saliva al imaginar la nostalgia que sentiré dentro de algunos años cuando recuerde los momentos libro cigarro té moruno caducado risas que aún me quedan por pasar dentro de ella.

Ni más ni menos que eso es la melancolía.

Ni más ni menos que esto:

Los vientres de los pájaros son negros

si han de contenerte.

La línea de tu pómulo cortado conduce recto al infierno

tengo sed de besarte y te beso yo quiero ser el poeta

de los condenados.

*en cursiva: Rafael R. Costa, Le voyageur

domingo, 4 de abril de 2010

Exposición parcial al sol: la piel de pera

Mientras hablo contigo por teléfono entorpezco la vida de una hormiga roja con una ramita seca. Esto es algo que he hecho mil veces. Sólo que hoy no la mato.
Me quedo callada porque no sé qué decir.
O sí sé qué decir pero el teléfono es un laberinto.
Tengo múltiples personalidades para hablar por el móvil y a ti no te ha tocado la mejor.

Ahora que empezaba a cogerle el ritmo a este columpio cotidiano el lunes llegará con su fuerza centrípeta para congelarme.
Reviso fotogramas de hace algún tiempo, de cuando los viajes.
Soy capaz de verlo todo más claro con esta luz luciérnaga, volveremos a fugarnos.
Este ha sido un fin de semana Rosebud, un fin de semana Eddie Taylor, you are a free man.
Pero él bang, bang.
Qué tonto.

Todos somos Eddie Taylor muchas veces cuando nos dicen you are a free man y nosotros bang sin hacer caso.
Qué tontos.

No seamos tontos.
Sólo dejemos caer nuestra baba pegajosa al suelo de algunas habitaciones sin cortinas y sin parqué, habitaciones desoladas con un único mueble pero perfectas. Un poco frías aunque el sol entre por las tardes desde la ventana alta. Ahí sí hagámonos los tontos. Stranger Than Paradise, o nada.

Bien. Me he levantado a la hora acordada cada día. He intentado caldear la casa en la justa medida de no derroche. Mi hermana dice, a 15º hace frío en la calle. Yo le echo una manta por encima. Ssshhh. Te acostumbrarás. Incluso así, me han faltado las horas después de recuperarme del tropiezo de las adivinanzas y las despedidas. Todavía hubiera querido que los días durasen más. Tic tac tac por las mañanas. Y Yourcenar por las tardes.

También me he acostado a la hora acordada cada día.
Me he volcado al sueño como un lagarto.
Sin porno fino. Sin edulcorantes. Apenas sin leer.
A pesar de todo he soñado cada imagen como si fuese la primera vez.
Cuando no hay nadie, no hay nadie.
Ni siquiera estoy yo.
Es magnífico.
Silencio.

jueves, 1 de abril de 2010

La piel de higo


Hoy no estoy para adivinanzas.
¡Hoy no estoy para adivinanzas!


P.D.: exclamar, declamar, despedir.

domingo, 28 de marzo de 2010

Cuando los días eran más cortos que hoy

Estoy sumida en la decadencia de unos poemas;
algunos hablan de todo lo que me duele y por eso intento apartar la lágrima o el ladrido.
La supervivencia es un asco.
No tanto como el materialismo del amor.
Alzo la vista y la ventana es ancha.
Las predicciones han anunciado temporales y yo, no sé por qué, lo he descreído todo esta vez. Pero de pronto observo que el cielo está tan bajo que el cielo ya está aquí tan cerca que no existe el horizonte.
Cuando las nubes tienen el movimiento de los bisontes cuando el fango no está sólo en tu corazón sino a un lado y a otro de la vía del tren y el único color que recuerdo es el granate sangriento de mi laca de uñas será que nuestra hora ha llegado.

lunes, 22 de marzo de 2010

Yo nunca me comí un ácido

A la madrugada sólo hay que dejarla correr para que te tome el pelo o se te suba a las barbas como se suele decir
estamos la madrugada y yo y ni siquiera un mal vecino nos espía ni siquiera las vacas del prado nos espían ni siquiera las patrullas contra incendios
nadie sabe
la madrugada me ha devuelto el saludo y si por ella fuera cómo la conozco haríamos cualquier cosa ahora mismo: yo la espiaría a ella y ella me espiaría a mí
en ella yo encontraría lo de siempre (es una pesada ya no la amo) y ella en mí no hallaría nada
quiero que sea de día
yo nunca me comí un ácido y sin embargo llevé camisetas de acid house (¡smiley, smiley!)
en aquella época en la que me gustaba vestirme de india apache y no me enteraba de nada
mis camisetas tenían flecos para ser india o caritas fluorescentes que promocionaban un delirio ajeno
me han dicho que el mundo es tan vulnerable como ese conejo al que destrocé el cerebro con las ruedas de mi coche en una carretera secundaria
por supuesto
era de madrugada.

A lo mejor por eso nadie vino a bailar con nosotras Get Ur Freak On.

miércoles, 17 de marzo de 2010

La Niña Demente habla con Buffalo Bill

En los márgenes de un libro de Roberto Bolaño escribes cosas a lápiz.
Escribo a lápiz en los márgenes, a veces la línea que mal dibuja las letras es la misma que rodea el título de algunos poemas o subraya versos, por ejemplo Oh fuga de palabras, o la gente es feliz, o Toda la tristeza de estos años
se perderá contigo
y así, directamente, el trazo del lápiz se va hacia la otra página, donde hay más espacio en blanco, y se lee Si dices que ya no aguantas más es que el mundo se está resquebrajando para hacerte un hueco, luego pasas las páginas porque lees los poemas uno a uno y el libro es gordo, y entonces se te olvida, a mí se me olvida que he escrito cosas en los márgenes, me pregunto, como supongo que se pregunta todo el mundo que escribe en los márgenes, para qué lo hago, y supongo que hay muchas pedantes razones escondidas pero sólo una de ellas me planta cara ahora, el placer de garabatear un libro perfecto, sólo uno que estés disfrutando, si no no tiene sentido, y la sorpresa después de encontrar la incoherencia de tu pensamiento entre la maravilla de las palabras de otro, diciendo cosas como Estrena tu Nueva Vida, como Yo tenía dos años recién cumplidos (y también debía de ser hermosa) no sé si alguien palmoteaba a mi alrededor con este éxtasis, en fin, incluso preguntas en la página 257, ¿quién es el Jorobadito de Roberto Bolaño? Roberto Bolaño, Roberto Bolaño, Roberto Bolaño. Sí, me gusta Roberto Bolaño pero a veces creo que lo entiendo demasiado y no me gusta, a veces lo veo tan cerca y no me gusta, pero cómo ha conseguido descifrarse y eso no es fácil. Pero me gusta más e. e. cummings, al que no siempre entiendo o quizá casi nunca. Al que pueden perdonársele todas las excentricidades de su ortotipografía. Nunca he visto la cara de cummings. Ni tampoco he escrito frases absurdas en los márgenes de sus poemas. Pero en verano hacía tanto calor por las noches que uno podía intentar no dormir jamás mientras recitaba en voz alta, sobre la cama, algunas veces a solas, poemas de cummings en inglés con un acento pétreo, irrisorio, incomestible, repetir una y otra vez hasta que tenía la vaga ilusión calorífica de que había llegado a comprenderlo todo y soltaba el libro a un lado, en el colchón, y miraba al techo, y sí, me levantaba, me liaba un cigarro, y ya estaba todo hecho después del búfalo.

lunes, 15 de marzo de 2010

lunes, 8 de marzo de 2010

FIESTA EXPOSICIÓN REBECA LE RUMEUR

Este cuadro se llama Los antiguos amantes y pertenece a la nueva exposición de Rebeca Le Rumeur, Del Azul (en este link podéis ver todos los cuadros).

El jueves día 11, a partir de las 21:00, tendrá lugar la fiesta inauguración, donde habrá un pequeño espectáculo de lectura y música en el que haremos homenaje a la pintura de Rebeca.

Cristina López tocará la guitarra clásica mientras algunos amigos leeremos:
Nano, Aroa Moreno, Elvira Navarro, Kika Miriam de Castro, David Casas, Fernando González-Ariza, Recaredo Veredas, Virginia Barbancho (y yo).
El final corre a cargo de la guitarra acústica de Creaturing.

Los cuadros merecen muchísimo la pena. Es una nueva etapa de una delicadeza especial que sólo puede observarse al natural, frente a ellos, y además tienen un precio muy muy asequible.

Habrá vino (y seguro que rosas).

El local se llama Nanai, es una especie de bar-asociación cultural donde además se come muy bien. La dirección es c/ Barco, 26, en pleno Malasaña.

Estáis todos invitados.

miércoles, 10 de febrero de 2010

chiens écrasés

Hoy es el día en que enviaron por barco
nuestro verano en dos cajas a casa
y esta noche es la noche de Todos los Santos
y hoy me dices que las hojas de roble
que hay afuera de la ventana de tu oficina podrán
sobrevivir al invierno de Nueva Inglaterra.
Pero claro, el amor está donde nuestro verano
estuvo.

Anne Sexton, "Amando al asesino", Poemas de amor

jueves, 4 de febrero de 2010


Tú pensabas que la consternación sólo era posible en los entierros y, ya ves, también es posible en las alcobas. Por algo será.

miércoles, 3 de febrero de 2010


Me senté en el suelo con la cara oculta detrás de un libro de historias de la Biblia para niños. Pensé: Querido Jesús, por favor déjame pasar un día con Neil Young y Joni Mitchell y convertir en éxitos todas mis penas.

Miriam Toews, Complicada bondad

martes, 2 de febrero de 2010


Tuve el presentimiento de que en este mundo se da un deseo de tal especie que es como un punzante dolor.

Yukio Mishima, Confesiones de una máscara

lunes, 1 de febrero de 2010


Tengo razones para sostener que la verdad contribuye al confusionismo. Bendito el que viene en nombre de la nada y pronuncia ante la nada verdades como puños, lugares comunes como la fe sin templo.

Juan Carlos Mestre, "Las verdades del barquero", La casa roja

jueves, 21 de enero de 2010

También la Menuda cambia de año.
Los Noveles 2010.

martes, 19 de enero de 2010

Metamorfosis del deseo:


de calibre 45

infalible

dos mil doscientos vatios

o algo así.


No hay caballos desbocados.

Hay ternura.

Hay la aparición de un ceda el paso que siempre fue un stop y un paso de cebra donde los coches no te ven cuando cruzas: te atropellan.


El viaje al hospital es largo, cansado, demasiado consciente. Querrías morir de amor bajo su cuerpo pero eso es imposible, el colchón fresco en el que yaces pertenece a una camilla con ruedas que atraviesa la sala de urgencias.


La urgencia no eres tú. No es lo que toca en este momento de tu vida. Quizá en el quirófano las luces ciegan tu memoria: ¿bailamos toda la noche?, ¿estuvimos dando saltos hasta el amanecer?, ¿había una chica guapa con unas gafas verdes de montura gigante y sin cristales?


Los cristales del coche explosionaron a tus pies, fue una pequeña lluvia de miedo. El sitio donde no tienes que estar es de donde no quieres moverte. La camilla está fría y el sudor de tu cuerpo empieza a humedecerlo todo.


Sin embargo, tu conciencia está seca.

Comienza la memoria a hacerte daño, la lejanía de todo, el dolor en las costillas.

¿Por qué no lo abrazaste hasta el invierno?

Si todo era mentira.

martes, 12 de enero de 2010




Nos han cerrado la entrada a la muralla de esta ciudad católica de piedra.
Entre mis manos llevo un almanaque chino del año dos mil diez. Está cubierto de purpurina y los dibujos son al relieve.
Es bastante disparatado pensar que pudiéramos hacer nuestra vida en habitaciones de hotel.
Pero son ellas la representación de las relaciones: depositar los objetos en el baño, junto a las blancas toallas dobladas, salir al balcón.
Hacer el amor con ánimo de fiera para luego discutir y fumar sobre la cama antes de acabar haciendo de nuevo el amor con un poco más de delicadeza pero sin compasión.
Cuando te marchas, al día siguiente, tras haber recorrido la ciudad sin percatarnos de su aburrimiento, mirar bajo la cama, dentro de la bañera: que ningún rastro nuestro sea definitivo para encontrarnos.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Antes de que acabe el año 2009
quería decir
que no he abandonado la buena costumbre de colgar palabras aquí (palabras buenas o malas)
de plantar fotos
de pasearme por el jugoso mundoblog
que me ha traído tantas buenas cosas
y me ha acercado a tanta buena gente.

No es un propósito de año nuevo firmar un píxel en plan: prometo ser más constante.
Es solamente que, como alguna que otra vez he dicho, estoy enfrascada en una Cosa Pantanosa (y no enfangante) que me absorbe los ratos dedicados a la escritura y no me deja jugar con mis libretas en los autobuses y en los trenes, pero en este momento, con total alegría, le cedo el espacio y no lucho, que la Cosa del Pantano se lleve los minutos que necesite y que los utilice bien (en mi presencia).

Ahora mismo
con estas toneladas de tormenta que cayeron en la noche
(escuchaba la calle, la tierra en surcos)
hablaría de Primo Levi y de Herta Müller
un poco a tientas los nombraría
y también
un poco a ciegas
contaría de unos cactus crecidos hasta el infinito y de unos troncos mojados que aun así arden bien
pero esto era solamente un acercar la nariz hasta el guarda tu amor humano
para decir hola
para decir feliz
para decir no me he ido
y espero que tampoco vosotros.

domingo, 6 de diciembre de 2009

COSAS QUE NO HE CONTADO

Sí, a lo mejor estas cosas uno debería ir contándolas en su momento. Pero yo siempre digo que los libros no caducan. El mercado es algo paralelo a las páginas.
Los libros que presento aquí son las últimas antologías (o similar) en las que he participado.
Presentaré brevemente cada uno de ellos. No van por orden cronológico o de preferencia. Me encantan todos. En algunos de ellos, participo con relatos que ya están publicados en Cuatro veces fuego (pero no lo estaban cuando se estaban montando las antologías). Gracias a todos los que están detrás de todo esto, por el esfuerzo que hace falta para que cada uno de los libros salga reluciente de una imprenta. Es un placer.


Camarote 503, 16 historias desde el Bremen
Mandala & LapizCero, 2009
El primer resultado físico del taller Bremen, sito en una gruta malasañera.
Yo ya no asisto presencialmente, pero ellos siguen dando guerra de la buena.
Mi relato es "Amarillo".



Microrrelato en Andalucía
Revista Batarro, edición de Pedro M. Domene, 2009
La primera vez y única vez que escribí una poética (del microrrelato).
("Futuro imperfecto", "Querida", "Primer día", "Disección de uno mismo", "Split".)




Vidas y tránsitos
Tropo Editores, 2009
Un libro de fotografías de Miguel Lizana acompañadas de algunos textos que intentan poner palabras a las imágenes.
Mi texto aquí: "Apoyado en un Mustang del 66" está inspirado en fotografías de Cuba.





Revista Eñe, 18: Ciencia Ficción
La Fábrica Editorial, edición de Toño Angulo, 2009
Nunca pensé que aparecería en una compilación de textos de ciencia ficción (relato: "Dentro de mí"). Surrealista (que yo esté ahí). Y gracias.




Lo que ha quedado del naranjo. Palestina en el corazón.
Puerta del Mar, edición de Jesús Aguado, 2009
Textos, fotos, incluso partituras. Una edición exquisita, aunque la foto que he puesto aquí no lo demuestra. Mi texto: "Día de pesca en la franja de Gaza".




Asamblea portátil
Editorial Casatomada, Perú, 2009, selección de Salvador Luis
Aún no lo tengo en mis manos, espero que cruce el océano pronto, quizá en unas semanas.
Internacional: autores de México, Perú, Venezuela, Chile, Cuba, Guatemala, España, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Colombia...

lunes, 23 de noviembre de 2009


Éramos una vieira. La musculatura sedosa de un problema de largo recorrido. Casi éramos alguna cosa más, dependiendo de la luz. Pero en resumidas cuentas sólo una vieira. Algo que de puro desconcertante no parece natural. La perfección de nuestra valva inferior demostraba que no duraríamos mucho tiempo. Nos asemejábamos demasiado a un cenicero a pesar de la belleza. Éramos un amor hermafrodita. La bestia más preparada para la lucha. Descansábamos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Se me acumulan las cosas que contar en este ajetreo de ciudades y planes,
pero siempre, cuando más la necesito, aparece La Menuda
y me da un respiro.

Espero que la disfrutéis, junto a todo lo demás de Los Noveles.

¡Un abrazo!

jueves, 5 de noviembre de 2009

ACROBACIA

POR SI ALGUIEN ESTÁ CERCA
Y QUIERE PASARSE A VER LA ACROBACIA...



lunes, 2 de noviembre de 2009

Como dos imágenes tomadas en un mismo día,
casi en un mismo minuto, yo diría que en un mismo minuto,
el tiempo justo de girarte y mirar.
Así a veces es el pensamiento. Así a veces (y de repente) es mejor no pensar. Porque con una cámara de fotos en la mano puedes hacer cosas (mira qué cosas más absurdas para luego en tu casa mirarlas pixeladas, ah pero el mundo era esto), pero con dos pensamientos que se contradicen sólo puedes volverte loco, elegir uno de los dos, abrazarte al más hipócrita para dormir y dejar al despiadado para cuando haya tanto ruido afuera que pienses que no es tu cabeza la que estalla sino el mundo (ah pero el mundo era esto).
Antes era fácil: hacer todo lo contrario.
Antes de la herida era fácil: hacer todo lo contrario y ya está.
Ahora lo más fácil es contradecirse. Ahora lo más difícil es contradecirse.
Demasiado por metro cuadrado, por centímetro cuadrado, por milímetro.
Escribir lo que te dé la gana y no tener miedo.
Escribir lo que te dé miedo y no tener nada.