domingo, 30 de marzo de 2008


En la boca una blasfemia atraviesa la lengua en dos, pareciera que finalmente se tragó el gusano que albergaba la nectarina. Porque es difícil saber cuántos gusanos nos hemos tragado a lo largo de esta vida de frutas maduras.
Las patatas, alargadas y fritas, anchas de amarillo y aceite, hacen juego con la salsa de tomate. Las horas del mediodía pasan así, entre un pájaro que vuela y otro que lo alcanza, los dedos embadurnados de bacalao y premoniciones, y en la cocina muchos cacharros calentándose. Uno por cada redondel rojo e hirviente. La soledad del cocinero es agradable. El mismo cuchillo para todas las hortalizas, enjuagado una y otra vez bajo el grifo, distintos trapos para cada líquido derramado; luego todo acabará mezclándose, el tomate en ebullición, el calor del aceite que se quema y el horno amenazando a la altura de las rodillas. El resultado es bueno tras la marabunta. En la fuente de cristal, una capa de patatas, otra de bacalao salteado con cebolla, y por fin la salsa de tomate remojándolo todo. Así una y otra vez, hasta llegar al borde. Hacerlo con las manos propias, utilizar todos los dedos. Un huevo batido que se cocerá al horno, dándole un aspecto que parecía necesario. El pastel está listo, pero no hay nadie sentado a la mesa. Al cocinero, en realidad, no le gusta comer solo, así que no prueba bocado. Recoge los desperdicios y limpia el paisaje con dedicación; cuando todo está perfecto, abre una botella de vino y se sirve una copa. No llegará a beberla entera, tiene la mirada fija en la calle, donde ahora sopla el viento de la tarde y no hay pasos que se acerquen.
Uno no sabe cuántos gusanos ha engullido a lo largo del viaje, ni tampoco cuándo será la última vez que morderá un tomate rojo e hinchado, fresco en la boca como una manzana de agua, antes de que se convierta en veneno.

domingo, 23 de marzo de 2008


Abandonar un país, una colonia, dejar las calles y esos esclavos de dios extirpado, con sus costumbres olvidadas y olvidados los símbolos de la tierra a los que antes obedecían desde el nacimiento y la muerte de sus viejos,

abandonar la posesión y entonces dejarla devastada, amoratada, sin oriente, sin ti.

Abandonar un cuerpo como se abandona una colonia, después de haber arrancado un continente, una frontera, una identidad, de haber moldeado acobardado perforado (agujeros profundos, hasta la sangre negra del coágulo),

después de tu reino qué hay sino la nada.

Pésima valentía la del valiente que se va, llevándose las llaves de una tierra, las puertas del paraíso un vientre abierto, otra vez, sois libres, sois para vosotros, vuestro pueblo tiene un nombre y una herencia.

Y adentro, los palacios vacíos, el edificio consistorial, esa iglesia católica levantada piedra y mano con un sudor extraño y humillado, los muros altos en silencio y el retablo que se cae sin tu gobierno.

Alguna rata mora en los pasillos, royendo los últimos restos de esos alimentos exóticos que a los nativos les estaban prohibidos.

Sois libres otra vez,

y queda la muerte.

Un puñado de hombres como un cuerpo, mirándose entre ellos recelosos, los niños ya desnudos corriendo alborotados por la plaza, de nuevo el suelo de tierra es para los mercaderes y el ganado. Suena aún el bajo de los vestidos de las damas, blanca tela almidonada que murmulla en los paseos con sombrilla cuando hay sol.

Un puñado de hombres como un cuerpo, mirándose las manos y el pasado, lejana alegoría de uno mismo, hombre libre perdido y desterrado.

Abandonar una colonia como si me abandonaras, terrible totalitarismo el del amor, que nada deja cuando acaba más que recuerdo y

nada deja

más que seres consternados y dolientes, incapaces de olvidar que una vez fueron pero,

ah,

qué fueron.

(uno mismo convertido en un desolador país enemigo,

cantando absurdos himnos que nadie entiende,

que nadie oye más.)

jueves, 13 de marzo de 2008

Vivimos en una ciudad mitológica, ingobernable, un gran astro de cielo púrpura púrpura púrpura.

Los inmensos edificios cuando son cristal cemento sucio hierro abandonado y monstruoso nunca son capaces de esconder esa lejanía tan cercana del ocaso.

Voy sentada en un autobús donde habitamos siete razas distintas, los ojos de la niña que va delante de mí son tan negros tan imposiblemente negros. Sus párpados los entierran y ella chupa un caramelo a la salida del colegio. Lleva la mochila encima, su madre le da un pañuelo de papel para que se limpie la boca (hinchada labios oculares); es la vuelta a casa, son las ocho y diez de la tarde y la noche empuja.

Vivimos en una ciudad que nos tira el cielo encima. El cielo es algo imposible de tocar, y sin embargo aquí parece que nos devora. También eso es el colmo de la hermosura.

En la acera de enfrente me cruzo con una señora vieja que pasea en bata de guatiné azul oscuro, con muletas. Luego en la panadería suena un bolero más viejo todavía que ella.

Los jefes piden cosas irrazonables, los cigarrillos son largos como los días, con ese peso al final de innecesario, hastío de humo caliente. En una cuesta alta de Tetuán, con sus edificios nuevos y sus comercios antiguos, una pareja ha salido a combatir a la muerte y enfundados en sus mallas de ciclista estiran los músculos abductores apoyados en una barandilla, junto a la puerta de un garaje. No tiene remedio esta ciudad.

Pero también

El bruto aire que de pronto trae

Es mediados de marzo

Y todavía

No ha llegado

Pero

Ay

Ya duele

Esta ciudad imposible de demoler que no rompa destruida en mi presencia. Si esta ciudad termina, y nunca va a terminar, que no me coja dentro diminuta, aquí con prisas, el corazón inflado y asustado, las fauces entregadas por si hay magia, una magia errabunda y para siempre en su simple aleteo que sabe a nada, en su fugaz misión de darme vida. Si esta ciudad claudica, o viene el otro mundo a erradicarla, que yo esté lejos. Tiene que ser infame soportar

Encima de la crisma

Esta ciudad caída

Con su uniforme entero de delito

Con su peso infinito de belleza

Tanta miseria adentro y tanta brasa

hierve

Tanta llanura.




Foto Miguel Marqués

lunes, 10 de marzo de 2008

YO TAMBIÉN TENGO ORGASMOS MODERNOS



En primicia, una joya del nuevo disco de Alejandro:





Lara: ¿Qué es el humo?

Alejandro: el humo es la telita de niebla blanca que necesito para esconderme, hasta de mí mismo, para hacer y vivir como me apetece... para luego cantar lo que me apetece y como me apetece, que es lo que ha pasado con este disco...

Lara: ¿Y el vinagre?

Alejandro: el vinagre es el sabor de un mal trago, pero sabor al fin y al cabo... y en este disco me he bebido dos tazas, bien cargadas... y ésta es la canción más desgarrada del disco, en ese sentido... es un descanso, un alivio, donde no puedo disimular ni el dolor ni las lágrimas en balde

Lara: ¿Tienes la piel en carne viva? (Entre tu primer disco -Volviendo a casa- y este segundo hay un hilo piel de serpiente delicioso en el camino, y al fondo estás tú, graaande.)

Alejandro: mmmm me encanta, tengo la voz en carne viva, eso es lo que siento, canto más con la sonrisa puesta en lo que he vivido en cada canción, y tratando de hacer llegar eso a quien lo escuche... me gusta mirar atrás, y ver ese hilo de serpiente, ver esos trocitos de piel que se han desgajado de mi cuerpo, no sin algo de pena... pero me gusta aún más ser capaz de mirarlo con una medio sonrisa en la cara, porque lo hemos pasado, y tengo una piel nueva preciosa, que pienso ponerla al sol para que luzca!! jejeje

Lara: (¿Sabes que hasta tu lado canalla es luminoso? Eso es lo nuevo, ese rock brillante, divertido y apasionado.) Musicalmente, ¿qué has dejado atrás, con la sensación de que nunca volverás a recuperarlo, y qué permanece?

Alejandro: creo que antes pecaba (que poco me gusta este verbo) de hacer canciones intentando demostrarme no sé qué, como cada vez canciones más exigentes consigo mismas... eso no tiene sentido ya... permanece mi amor por cierta música que requiere un café, una cuchara y tiempo para lamerse las alegrías y las heridas también... mantengo y hago una música que no sirva de hilo para ninguna consulta de médicos

Lara: Qué hiciste antes, ¿escribir o cantar? Y no me digas que tocar el piano...

Alejandro: ¿lo primero? viví ciertas historias, luego las escribí al mismo tiempo, así han salido las canciones... primero escribía algunas palabras, inmediatamente salían las primeras notas, y ahí ya está la canción... luego se trata de jugar y encajar el puzzle... primero, orgasmos modernos, etc... este humo y vinagre salió de un tirón, es lo más parecido que un catalán charnego como yo, obsesionado durante dos años por el cante flamenco de Miguel Poveda, puede escribir con cierto aire flamenco... dura lo que dura, la veo como una joyita, es una de mis canciones preferidas del disco, y además está arreglada con unas cuerdas de Joaquín Calderón que la acaban de hacer única... éste es un momento clave del disco y espero que os guste... ya digo, de domingo, con café y cucharilla, para lamerse un poquito...

Muchísimas gracias, Lara, por todas tus palabras y por jugar a regalárnoslas cada vez combinadas y vestidas de maneras distintas y verdaderas, única tú también...

¡¡¡Monstruoooooooooo!!!



Conocí a Alejandro al poco tiempo de llegar a Madrid, y poco antes de mudarme de mi primera casa. Me obsesionó la literatura de sus letras, aquella maqueta que quedó atascada (una y otra vez escuchadas Tarde, Ciudad, Irene...) en el equipo de música de la buhardilla de la calle San Mateo. Luego hubo una lubina al horno y un micrófono: guardo una foto en blanco y negro, el techo resbalado del salón, los ojos de Alejandro y la mesa desordenada de platos. Me mudé de aquella casa y de otras cosas, y mi primera primavera en Madrid quedó con banda sonora de este catalán, doliéndome a veces, muchas. Era de las pocas cosas sorprendentes que la música me ofreció en esos momentos. Me encanta cómo escribe este hombre, antes y ahora. Luego nos encontramos, Madrid es pequeño y como dice Calderón, la vida es una goma tensa. Durante meses nos seguimos los pasos por terceras personas y cada vez que nos veíamos nos prometíamos un vino, una botella enorme de vino para ambos en una noche donde pudiéramos hablar de todas las palabras. En mi piso recién estrenado de Alberto Aguilera, aún sin muebles, Alejandro y yo estrenamos una noche el pequeño salón, con apenas un cenicero lleno de colillas, y charlas de entusiasmo y miedo sobre la vida (esa Corazonada... y el primer disco enterito, que sonó por las ventanas de San Bernardo tantas veces). He de decir que no hemos cumplido la promesa: nunca hemos quedado los dos solos para abrir esa botella de vino que nos debemos. Pero la vida, además de ser una goma tensa, junta lo que tiene que juntar, y a nosotros nunca nos ha separado. Ésta es una buena ocasión para descorcharla, y para que todos la descorchen. Humo y vinagre es sólo un ejemplo exquisito de lo que Alex acaba de hacer en Orgasmos modernos, con tanta piel afuera. Se puede llorar y se puede bailar y, reconozcámoslo, ambas cosas son muy difíciles de conseguir a la vez. Me alegro muchísimo de participar en esta promoción, 11 canciones en 11 días en 11 blogs distintos, la primicia antes de que el disco salga a la calle. Y me ha tocado el humo y el vinagre, la parte sureña de todo esto, con las cuerdas de Joaquín enredadas... placer es poco. Felicito enormemente a Alex y a todos los que han estado con él en el disco (y en la vida). Y ahora, a celebrar.

Mañana podrá oírse otro tema en el blog de Kika

y si quieren escucharlo desde el principio sigan la cadena, empezando por el de Víctor Alfaro

BARCELONA - 14 DE MARZO - LUZ DE GAS (BARNASANTS 2008)
GAVÀ (BCN) - 29 DE MARZO - ESPAI MARAGALL
MADRID - 4 DE ABRIL - COSTELLO

viernes, 7 de marzo de 2008

Un oído abarca un sonido estriado, es el oído izquierdo. No sé dónde estoy; esas expresiones, dame la mano, ayúdame a subir, no me sueltes, todo un ramo de flores de auxilio, han quedado huecas, repitiéndose latiéndose ya no soy capaz de escucharlas. Es necesaria ahora esta presencia de una extensión de suelo alcantarillado ríos de agua sucia tobillos delgados (van a romperse, son cristales). Si alargo los brazos puedo tocar el futuro. Mantengo los ojos cerrados mientras el esfuerzo de los músculos y algún tendón temblando me dan placer. Para no dormirme, pienso. Tengo el futuro entre las manos. Estoy tumbada mi cuerpo es suelo firme tierra en descomposición y camino. Siempre es de noche aquí. A veces, algunas veces, el color del aire es de una bruma gris y perpetua, como un cielo a punto de encharcarse o el tacto de una mejilla a punto de morir también puede ser resucitar esa parte del espacio en la que el calor es súbito y los miembros se adormecen preparándose para el frío. Así es el futuro, la cosa manchada que tengo entre las manos, está ahí, tan cerca de todo, como un enjambre peligroso avanza por las líneas enrevesadas de esta ciudad, dobla las esquinas, zum, es sólo un momento y ya está aquí, conmigo, el futuro. Hay sombras alejándose, el suelo en el que habito no me pertenece, es un simple pacto esta vida. Las calles de este sitio seguramente llegarán hasta el final, allá lejos donde no soy capaz de imaginar, donde se dobla el mundo las aceras colgando derretidas. Yo soy este asfalto que se alarga. Soy también este lugar y en mi descargo he de decir que aún recuerdo que hubo un día, bastante lejos, donde no hacía falta vivir con los brazos estirados la espalda rota ni un segundo de calma hacia el fututo tocado, al menos, con la punta de los dedos. No tiene sentido ya no hay nada. La calle se ha acabado ahí fuera todo es fuego quizá ni eso.


domingo, 2 de marzo de 2008

En el país de los tontos, somos jueces de nuestra mediocridad y, por supuesto, de la mediocridad de los otros. Un hombre joven, cerca de mí en el tren, lee a Huxley y me señala amablemente dónde ha caído el tapón de mi bolígrafo. Es negro. Es guapo y su pelo rizado crece sobre sus sienes formando un geometría envidiable. El tren va bastante lleno y muchos de nosotros nos concentramos en la lectura. Yo leo a Serge. Desde la lejanía, Kostia me habla de la miseria de unas habitaciones congeladas, de las cajas vacías de las fábricas de la revolución y del ganado sangrante acabando en los caminos: las costillas afiladas les hacen llagas en el vientre.

Llega el revisor, con su tropa de hombres de seguridad. Van armados. Tienen pistolas de las que salen en la tele amarradas al cinto. El hombre negro parece que no tiene dinero, o quizá no quiera darlo. Enseña su tarjeta de crédito, es obvio que sabe que eso no sirve para nada. El revisor actúa como un comisario o un sargento y ordena a su tropa de seguridad que le tome los datos, la documentación. Yo me pongo nerviosa con la escena. El billete son 2,90 euros. La tropa armada lo rodea, le arranca la cartera de las manos y uno de ellos anota en unos papeles con celditas números y letras. Al menos no lo han hecho bajarse del tren. Dudo. Los burgueses que se sientan a mi lado (como yo pero más viejos) hunden la cabeza en sus libros (como hago yo normalmente con estas situaciones incómodas). Decido levantarme, me tropiezo. Alargo mi mano entre la muralla de hombres con chalecos reflectantes y pistolas y le ofrezco un billete de cinco euros. Él niega, me mira: es administrativa, no te preocupes, dice meneando la cabeza. ¿En serio?, pregunto. En serio, no hay ningún problema. Se siente apurado, más apurado por mí que por él. La tropa me mira como si fuera imbécil, me compadece. La señora que está a mi lado me dice que ella había pensado hacer lo mismo que yo, pero que hay que dejar a la Autoridad cumplir con su deber, porque "son muchos".

Todos seguimos leyendo. También el hombre. Su libro tiene tapas rojas.

¿Por qué he hecho esto? ¿Lo he hecho porque leía a Huxley? ¿Porque estamos cerca de las elecciones y de pronto necesito que la amenaza pare y el mundo cambie, un solo mes cada cuatro años? ¿Porque este tren va a llevarme a otro tren que luego me llevará a un hospital donde está mi abuelo? Ah, las nubes de febrero, por fin mojando el aire. ¿Por qué tienen tanta importancia unas páginas encuadernadas agrupadas en pliegos de dieciséis? ¿Me habría levantado del asiento para ofrecer un billete si ese hombre u otro hubiera estado leyendo la Biblia? No. Y el revisor ¿por qué no lo ha bajado del tren, como le he visto hacer con otros tantas veces? ¿Porque leía a Huxley? No.

Definitivamente, soy imbécil.

Él y yo nos bajamos en la misma estación. En el andén, entre la gente, se me acerca y me explica que él tenía dinero, que no ha pagado porque no ha querido. Yo asiento y sonrío, luego bajo los ojos y sigo andando. Subo las escaleras mecánicas. Desaparezco de su vista.


viernes, 15 de febrero de 2008

With a little help from my friends


Hace mucho tiempo, en un reino casi casi junto al mar, unos locos sin tiempo (Asociación Cultural Igriega, Sevilla) iniciamos un proyecto: pedir una subvención para publicar un libro de poemas de otros. Poetas conocidos y poetas desconocidos. La subvención la tuvimos y el proyecto se inició: como diría Jesús Aguado, a la velocidad de las dunas. Si el desierto no desaparece de súbito, creemos que este libro saldrá en un mes, aproximadamente. Aquí y ahora no es sólo aquí y ahora, mañana será cualquier lugar y cualquier tiempo. Creemos que hay una selección exquisita dentro de esas páginas.

Las dunas cambian con los años, y los precios. Necesitamos una pequeña ayuda para poder financiar el tesoro, porque la subvención se ha quedado corta. Se hará una edición limitada de 500 ejemplares, pero queríamos utilizar los mejores materiales y poder contar con diseñadores como Óscar Sanmartín, el fiera que ha hecho la cubierta y el diseño de interiores. Hemos pensado en conseguir dinero verde: vender libros por anticipado para costear los gastos que faltan.

Os propongo lo siguiente: quien quiera embarcarse en este proyecto con nosotros y comprar un ejemplar por adelantado, será bendecido por los dioses de la tierra. Los interesados pueden enviarme un mail a la dirección que aparece en este blog, y yo les escribiré dándoles un número mágico de cuenta en el que ingresarán 10 euros, el precio del libro. Haremos presentaciones en Sevilla y en Madrid (en principio, quizá caigan más reinos), y quien no pueda acudir a recogerlo, recibirá su libro por correo (el dinero obtenido por el libro será invertido en él: presentaciones, gastos de envío, vino para los asistentes; la tirada no da para más, sólo queríamos este pequeño sueño).

El botín recaudado por los piratas está lleno de brillantes y es el que sigue, con cinco poemas y una poética por cabeza:

- Jesús Beades

- Bárbara Zagora Cumpián

- David J. Calzado

- David Leo García

- Adrián González da Costa

- José María Gómez Valero

- Daniela Martín Hidalgo

- Elena Medel

- Carmen Moreno

- Joaquín Moreno

- Pablo Moreno (aquí no hay lazos familiares aunque lo parezca)

- Fernando Navarro

- Miriam Reyes

- Amanda Rhamer

- David Eloy Rodríguez

- Roberto Terán

- Carlos Vaquerizo

- Javier Vela

Gracias de antemano a los colaboradores precoces, y todas las gracias a los poetas que nos han cedido sus letras para esta locura tan lenta y, espero, tan preciosa.

Estoy segura de que merece la pena.

Gracias, gracias, gracias.

martes, 12 de febrero de 2008

He visto un caracol arrastrándose
por el filo de una navaja de afeitar
y sobreviviendo.

Coronel Kurtz
Camboya, 1968




Qué demonios quieres de la vida,
a cuál eliges.

jueves, 7 de febrero de 2008

Saltarse las normas

por ejemplo

la preparación recomendada

de los tallarines

no me caben cuatro litros de agua en este cazo

y tengo demasiada hambre

para esperar a que hierva

garabatear

por ejemplo

un poema malo

de espaldas a la sartén

el fuego

con los ajos

ya huele a quemado

por ejemplo

yo qué sé

(y sobre todo)

trabajar

en vez de escribir

y hacer el amor

cuando mis padres se separaron

mi padre cocinó para mí

en su nueva casa

y almorzamos

un solomillo de ternera

exquisito

acompañado

de una pequeña montaña de espaguetis

duros y blancos

con sal

no hace mucho de eso

y entre otras grandes cosas descubrí

que la cocina

no es un misterio

arrancarlo todo y sin embargo

estar angustiado

leve angustia que no se va

porque todo parece de goma

todo es elástico

y la norma regresa a tu vida

de inmediato

después de la sonrisa:

el día

míralo

se está escapando

otra vez.


martes, 5 de febrero de 2008

LOS QUE SABEN VOLAR

La gente es muchísimo más valiente y más loca de lo que parece a simple vista. He dormido la siesta en un tren, y al abrir los ojos ponían un documental en la televisión: una demostración sin sonido de lo que la gente es capaz de hacer para creerse que es capaz de volar. Curiosamente, no son los grupos, vestidos con plásticos de colores, que se tiran de avionetas o helicópteros o qué sé yo (los aparatos no se veían en el documental) los que más me han emocionado. Es bastante hipnótico ver a éstos, revolucionarios (completamente revolucionarios), haciendo caso omiso de la omnipresente fuerza de la gravedad que los absorbe de nuevo a la tierra a una velocidad irritante, peligrosa, kilómetros y kilómetros (han sido capaces de alejarse mucho del suelo). Ellos, como locos guerrilleros, disfrutan con intensidad de esa victoria de minutos, de esa plena felicidad de vuelo, e incluso hacen dibujos entre sí, saltándose los unos a los otros y cambiándose de sitio, formando flores, platillos volantes humanos que descienden a la Tierra, cualquiera diría que por obligación. Son floridos, acrobáticos, auténticos grupos de oposición.

Sin embargo, lo que me ha roto el corazón ha sido otra cosa, no tan espectacular: un hombre se ha tirado desde el M. C., Croacia, 790 metros. No es de verdad un precipicio, un acantilado lo suficientemente recto como para no asesinar en el acto. Es un agujero en la tierra que lleva al Adriático. Es un túnel abriendo una montaña. Que esa persona haya abierto el paracaídas a menos de 150 metros del final no tiene ninguna importancia. El mar lo atraía con una velocidad distinta a la de la tierra, más espaciosa pero igual de inalterable; esa soledad del salto, esa independencia en el vuelo, como un suicidio al que uno puede volver una y otra vez, debe de ser espeluznante. 640 metros de verticalidad en un foso del borde de Croacia donde nada es importante, donde por una vez todo es relativo (otra vez, es como volver, el regreso); ninguna cosa ahí puede estropear el mundo: el exceso de coches en las ciudades, en los pueblos, en los desiertos, el exceso de nichos, de cemento, de plástico, de desamor, de incomprensión, el exceso de palabras, de ladrillos alineando cráneos, un ladrillo, un cráneo, un ladrillo, un cráneo, un ladrillo, un pulmón, así. Todo eso, ahí, no existe.

Sólo quedaría el único de los necesarios desvaríos: romper la tradición, por fin, volar, amar, suicidarse cien veces.

miércoles, 30 de enero de 2008

El tren viene con retraso. Hay un pequeño lagarto verde a mis pies. El sol es demasiado sol a pesar de ser enero. Falta el acontecimiento de la nieve en este año bisiesto. Tengo calor. El sol. El tren ya lleva demasiado retraso, y es como la nieve en este año bisiesto. Puedes arriesgarte y prometerme que la furia nos pillará en la cama, con los dedos hincados en el corazón del otro, y en el pretil de la ventana (abierta, de par en par el éxtasis), este lagarto verde que da ciento veinte vueltas alrededor de sí mismo susurrará el presagio, ya sabes, aquellos posibles meses negros; la tierra está cambiando de color, siguiendo un ritmo invisible de conciencias, lo externo de la nieve que llega con retraso, lo externo engrandecido imposible de esquivar, aplastando lo externo nuestros cuerpos, nuestras mentes menudas en la asfixia, cósmicamente heridos de terror, el ojo humano sesgado en su pupila, sopla el viento otra vez y sigue haciendo demasiado calor.
Viene la vida a vernos, algunas veces, y un lagarto de ojos diminutos juzga el comportamiento de nuestro amor, y así, con tanto golpe tonto cotidiano, no podemos besarnos, entiéndeme, el pulso de las horas es la histeria muerta del futuro, quisiera ser lagarto alguna vez (más), o nieve que no llega, o mundo corrompido y codicioso, una de dos, confundo ya tu boca con los libros, mis muslos van venciendo la distancia, la carne ya no es tiempo y no da nada
rompámonos los dos
las tripas son lo único que tengo
es más fácil vivir con las vísceras encima de la piel, pasto de los lagartos y las mariposas,
refrescándonos la sangre
y olvidando que hay que llegar a algún sitio
todos los lugares son el mismo
se te olvida
que lo único inmenso
es el aire del mar
y este latido
pum
este latido.

jueves, 24 de enero de 2008




Celebraciones
y sólo acaba de empezar
el año 2008

pero miren

pasen y vean

yo estoy feliz:


Pablo Gutiérrez, el hombre de las olas, amigolargo de las páginas, qué pequeños éramos, recuerdas, el poyete y las manos y los poemas, publica en marzo (marzo es mañana) su primera novela, en La Fábrica, Rosas, restos de alas. Que no tiene desperdicio, que es una delicia explosiva, es algo que no tengo ni que decir. En el otro lado de esta cadena de noticias hay otro magoamigo y culpable, Emilio.
(Yo os tengo que dar las gracias a los dos por.)

Migue (Miguel Ángel Maya para la prensa) es un titiritero que encontré en Sevilla hace lustrísimos en una calle empedrada y con música. Luego él puso más música y el brillo de las piedras. Acaba de ganar una alegría tan grande como la que se merece. (¡Que no pare nunca el piano, Migue, que no descanse!)

Miguel (gran paréntesis de palabras hervidas en caricias) está traduciendo su primera novela.

No me digan, compañeros, que no es para volar.

Si no fuera porque la felicidad no exime (aún) de lo laboral, yo estaría gravitando, subida al poste de la luz que veo desde mi ventana, brindando con la pareja de águilas que planea sobre mi casa.

(Y ya que me he desparramado de noticias, voy a decir que yo también tengo sorpresas-felicidades-libro este año, dos, ¡dos!... Pero ya os iré contando... )

Y dedico todas estas chispas y serpentinas y gotas de vino efervescentes, esta sonrisa gigante de mes de enero, al capitán de navío, mi abuelo Juan (y a mi abuela Aurora, la novia del marinero, la de los ojos color agua salada).

Ahora sí: feliz 2008 a todos.

sábado, 19 de enero de 2008


... la reconquista.

A doble o nada.

Marihuana.

Las tiras de cabello de la tarde son láminas ardientes que caen sobre la cama y las paredes.

Hace falta algo más que un hueco, varios minutos estirados en horas, para recordarte y recordarnos.

Cuando ayer era de noche

y tú llegaste,

afilamos la madera de la mesa

no logro recordar qué cenamos

(y era sopa)

pero el vino frío nos encharcó la boca y así

las palabras huyeron

contrarias a la lengua y acolchadas.

Big time.

Volvernos locos.

No sé si tienes sueño pero tus ojos

son la mitad enorme de lo enorme,

y el carrete en blanco y negro, clic, 4’5 de diafragma, un segundo partido en ocho veces,

Big time.

A doble o nada.

Que su voz estaba rota y no es tu cuerpo

tu cuerpo

porque es tu cuerpo

la silueta desnuda contra la pared

clic

clic.

Era la noche entonces

con la alegría de lo oscuro,

la luz viva del desorden,

Big time,

los vasos de vino frío.

Vivir en viernes que se acaban

sentir

todavía el sábado no se agota

la luz

a doble o nada

rasguños de tu cuerpo contra el mío

clic

a doble o nada.

jueves, 17 de enero de 2008


Llegarás mañana
para el fin del mundo
o el año nuevo,
mañana te mato
mañana te libro...


LHASA




Si hay que elegir soledad, yo elijo ésa.
Quién lo diría.
Ahora, el viento da la vuelta en la montaña y llama, huracanado, toda la noche.
En la habitación de al lado, unos zapatos son la única señal de vida. La estantería está torcida y quedan restos de incienso en la madera. He abierto los armarios y dentro todo estaba como antes de llegar. Pero una luna colgada del hierro de la ventana me dice. Casi la olvido.
Omito la tristeza y no cierro los ojos para recordar: el 1 de enero, el agua estaba fría y los pies terminaban por ser barcos invisibles. Hoy, aquí, el atardecer era un fuego agachado.
Pero ya no. Quedó afuera una farola, prendida de naranja, y gatos de la selva.
Meditaciones.
En el salón, un solo cuadro gobierna las paredes: "Quédate conmigo", dice.
Y aquí estoy.

lunes, 14 de enero de 2008


Lento enero
con su costillar
lleno de llaves de luz
cosa futura
y de tornillos
a veces
el óxido.
Hasta que suba la marea.

martes, 8 de enero de 2008

7 de enero de 2008

Altaria Huelva-Madrid

7:55

A través de la ventanilla se abre la mañana con su horizonte lento. La silueta del paisaje contrasta con un negro opaco que permite imaginar que esta tierra que atravesamos es a ratos la sabana y a otros ratos una porción brumosa de Europa Central, en vez de este pequeño norte de África donde crecen cañaverales, chumberas y tejados de cal blanca.

Entonces es que el amanecer lo confunde todo. También los cuerpos. Al fondo, el pico de una iglesia agarra un jirón de cielo rosa fluorescente y se lo enseña a las altas mandíbulas de una grúa. Todos los pueblos son lugares misteriosos y llenos de hermosura al amanecer. Luego, uno despierta junto a un cuerpo y el calor que éste desprende se convierte en una respiración básica y a salvo de la que la vida es capaz de alimentarse.

El cielo clarea, y las tristes palmeras y los hierros empiezan a reflejarse en los charcos que hay junto a las vías. Siempre queremos desprendernos de algo, de una parte del pasado, del presente o del futuro, pero a pesar de eso el cielo continúa cambiando milagrosamente de color y hay llanuras inexploradas y unas nubes lejanas

bienvenidas

que aguantan la irrealidad y lo maldito.

Sobre la hierba verde crecen las fábricas, pero todavía sobra espacio y la asfixia es sólo un mal recuerdo o una duda. La escarcha casi ha desaparecido con la luz, y todo lo que podía llamarse miedo ni siquiera es locura. Que, a lo mejor, nunca este paisaje me trajo tanta belleza y quiero retenerlo en el cajón de las tripas y los sueños. No puedo apartar los ojos del cristal porque en cualquier momento aparecerá la bestia del otro lado del mundo y los olivos, los eucaliptos y los vertederos de los riachuelos serán otra cosa y ya nunca más serán.

¿De verdad hemos convertido la palpitante angustia de la vida en un lento amanecer donde los pocos animales que quedan mastican, suavemente, hasta el final, las tiernas plantas del suelo tibio hasta dar, directamente sus encías sudorosas, con mi carne? El cielo será azul un día más, tus dientes han chocado con mis huesos, no recuerdo tus labios, dónde estás.

viernes, 4 de enero de 2008

(Tacheles, Berlín; foto Beatriz Moreno)




(Año 2008. Mañana del Día 2. Salón de David J. Calle Sol.)


La lluvia en Sevilla y los mamarrachos.


Hace frío en esta humedad de caudal lento.


Se han ido los amigos y quedan otros

y esta mañana el calor

dejó las persianas bajadas

y fue

a empaparse al río,

directo charco mojado de nuevo año.


Lo cotidiano detenido.

Esta ciudad es vieja y me gusta.

Tengo las manos frías y todo por hacer, otra vez.



Quizá salga a la calle,



el blanco calado de las paredes no casa con el gris,

pero habrá que moverse del sofá

apartar a un lado la música,

y después del tabaco,

tal vez,

empezar de nuevo con el mundo,


continuar.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Tienes ganas de acabar con la semana, esta semana que no termina. Saltar ese muro en alambrada y desollar tus rodillas y tus manos. Apartar con los hombros el aire del camino, lento aire sobrecargado de debilidades, cruzar la línea terca que te separa del calor, del hermoso horizonte y de la huida. Te está llamando un lobo en la montaña y no lo escuchas, no reconoces el aliento. Es un lobo escondido y con insomnio, un lobo acobardado y madrugada. En el colmillo sientes que hay jirones de piel, sabor a carne. Cuando tú fuiste lobo lo mataste, y eso era la felicidad. Vas a cerrar los ojos y, en la noche, cruzarás los raíles y el asfalto. Detrás de la piedra todo hierve, y hay un lobo esperando su turno en un tejado. Termina tu semana antes de tiempo, demora el tiempo justo del aseo, prepara todo el cuerpo

a que el sudor

encharque la partida. Este día es infinito, ya lo sé, pero luego, en un lugar remoto, a salvo, entre los árboles, ya todos los aullidos serán susurros.



martes, 18 de diciembre de 2007


Otra vez, la tierra escondida bajo el invierno.
Un empujón de aire helado y todo se vuelve brillante.
Dicen que allá abajo la vida sigue, con su prisa malherida.
Que acaba de empezar, cierro los ojos. Cuando el párpado respira, observo el mundo silencioso y teñido de frío.
Es martes, es diciembre, nada es mentira. El mar, con su fluidez eterna, me espera en cualquier lado.
Es martes, es diciembre, y bienvenido.

domingo, 16 de diciembre de 2007


Eres hijo de ti mismo y creces, desconocido, hacia otro lugar.