lunes, 28 de septiembre de 2009

Palabras desde Cambridge

No, yo no estoy en Cambridge. Yo he vuelto al epicentro de la península, después de tres meses. No se me hacen raras las calles, no las caras de los amigos, no los rusos blancos en vasos anchos, los cafés, las entradas de cine, los abrazos. Eso no. Sí la cantidad de maletas esparcidas por la casa, abiertas, llenas de ropa de verano inservible (sandalias, licra, pequeñas telas finas, crema solar). Sí toser (¿resfriado otoñal?). Sí la agenda llena (¿re-uniones?). Sí los cactus muertos. Sí la bandeja de entrada y las ventanas de chat. Hacer un esfuerzo por regresar sin regresar del todo. O más bien sin olvidar la minuciosa plenitud conseguida. Hay un rizo que me aprieta entre las costillas (¿o es el tórax?) que quiero alisar. Madrid es muchas cosas pero quiero que sea Otra Cosa.
Entretanto:
pedí un narrador y se me concedió.
¡Galleta de la suerte!
Otra vez a propósito de Beatriz Moreno, la niña de la bici, que ahora lleva el pelo oscuro de nuevo y pasea por los jardines de Cambridge congelando las campanas de los pubs.
Me ha prestado un narrador y quiero dejar constancia de él.
Inaugurar el nuevo ciclo con su voz.
Buenos presagios.
Espero que lo disfrutéis.



El guardián, quién, tú.

El guardián, cómo, no.

El guardián, el tiempo, nadie.


-Gira la rueda. En el otro sentido, que parezca que el tiempo va hacia atrás, que al fin le ganamos, que al fin lo cambiamos.

Sube alto, arriba, camina en esa dirección.


-¿Y después?

-Después podrás deslizarte por la nieve rápido, sin freno, hasta ahí, hasta el origen.


-¿Y los demás?

-A veces estarán subiendo, otras, divirtiéndose en el descenso, a veces te adelantarán y dirás adiós con la mano, ellos te enseñarán los dientes. Tú la lengua.


El guardián, cuando, lejos.

El guardián, dime, ya.

El guardián, , .


-Siento haberte desvelado el final de la película, pensé que ya lo conocías. Mi boca es enorme, se me escapan los pensamientos. Lo siento. ¿Cómo recompensarte?

-No puedes. ¿Puedes? Podrías... Escucha, mañana, a primera hora, cuando aún no haya nacido el sol, quiero en mi buzón una historia despiadada. Y espero que sea buena, no quiero decepciones con el final.


El guardián.

Abriste los ojos de golpe, como si algo te hubiera asustado, pero aquí, a este lado, todo estaba en calma. Abriste los ojos como si todo terminara «ahora» y volviste a cerrarlos para engañarme. Para confundirme. Lo hiciste, pensé que dormías. Pero, luego, cuando la luz llegó vi el cerco ovalado de tus lágrimas sobre el rojo granate de las sábanas. Aunque estaban tan manchadas que podría ser cualquier tipo de fluido. Pero eran lágrimas.


Quién.

Mañana tengo que ir rápido a la biblioteca, quizás si pusiera el despertador una hora antes y retrasara mi desayuno desplazándolo a una hora después pudiera llegar al trabajo a la hora adecuada para tomar mi descanso del almuerzo media hora antes de lo estipulado y así podría coger el autobús de las 13.04 frente al Café de Paris, podría, tal vez, pedir un espresso para llevar, aunque probablemente eso me retrasaría 4 minutos y 34 segundos aproximadamente.
No, definitivamente no me dará tiempo a llegar a la hora convenida.


Tú.

Pasas la página y te encuentras contigo. Con esto. ¿Esperas algo de mí?¿Algo bueno?

Deberías esperar algo de ti. Busca. ¿Qué tienes? ¿Algo bueno? Tal vez deberías dejar de leer y abrir tu propia libreta para encontrar las respuestas que tú mismo estás imaginando, porque yo no voy a decir nada que tú no sepas, porque esta página sigue estando en blanco. ¿Quién eres?


El guardián.

Rutina. Estoy harto. Todos lo están.¿Es eso cierto? Yo también.

Buscar en mis bolsillos y encontrar en mis bolsillos la misma mierda, día tras día las mismas pistas, los mismos datos.

(Mis bolsillos:

-Dos tickets-resguardos de compra/Mi almuerzo (menú del día del restaurante de abajo) /Cena (dos tomates, un pepino y una lata de aceitunas, ensalada mediterránea que prepararía después de mi visita diaria al supermercado de enfrente).

-Unas monedas.

-El ratón amarillo que encontré en el roscón de reyes de 1993, «Cambiará su vida», decía en la base, ya está borrado.)


Confío en que cambiará.


Cuando.

Cuéntame un recuerdo, me pediste. Y yo no supe decir no. Así que lo reconstruí con una estructura en huesos, sin detalles, sin colores, y te lo expuse sin pausas.

Abriste la boca para decir algo cuando te dije que ése era el primer recuerdo que se me había ocurrido. Parecías sorprendida o asustada. Ambas cosas. Ahora lo sé. No dijiste nada.

Abrí la boca para decirte la verdad y me arrepentí. La cerré. Abrí la boca y lo dije: «Sólo tengo ese recuerdo».


Lejos.

Avión-Nube. Tren-Humo. Coche-Freno. Bicicleta-Cítricos...Vale, ya me he cansado de jugar a esto, asociar palabras es divertido tan sólo durante 20 km, ahora podemos encadenarlas, pero deberíamos complicarlo un poco... déjame pensar... ¿qué tal sólo vocabulario no apto para no ilustrados? ¿Sí? Yo empiezo. Enciclopedia(risas)-diálisis-sistémico-colofón-fondar... ¿Fondar? ¿Qué significa eso? Te las estás inventando. Tramposa. No conoces su significado. (...)

¿Cuántos kilómetros va a durar este juego?


El guardián.

Miro a mi alrededor. Contabilizo. Todo en orden. Hoy han pasado 336 coches por mi cabina, 27 más que ayer.

Estoy preocupado y sé que lo notan. Cuando digo buenos días me tiembla la voz y mi sonrisa se tuerce siniestramente. Al dar las gracias pocos son los que devuelven algo. Humo o chirridos.

Viene otro, uno azul, deep blue decía el anuncio, a mí me parece azul.

Rojo, muy rojo, era el cerco en la almohada y ya no sé si eran lágrimas o saliva.


Dime.

-Te has acostado con otro, ¿no es cierto

-Claro que sí, joder, soy una fulana, ¿qué coño esperabas? Me pagas por horas y no creo que puedas pagar todas las que dura mi vida.

-Eres una puta.

-Sí. Son 150 euros y si sigues hablando serán 200.

-Me das asco. Ni disculparte puedes. Hueles mal. Tu boca sabe a semen, pero nunca igual.

-(...)

-Puta.

-Son 200 euros.


Ya.

Abres los ojos como si algo te hubiera asustado, te tengo de frente porque te observaba el dormir. Los abres mucho. Son grises.


Luego los cierras. Me lo ocultas. Me niegas la verdad. ¿Y cuál era?


Una mancha roja sobre las blancas sábanas de hotel. Unas sábanas rojas. Mis manos más rojas. La luz derramando verdad sobre esta cama. Tu verdad.


El guardián.

-Buenos días. Yo no quería, ¿sabe usted? Yo la quería, pero ella no me quería a mí. Ella quería a otros y al dinero. Era fría. Nunca me abrazaba, abusaba de mi amor, no lo merecía. Son 5,75 euros. Luego todo se complicó. Los celos, el sexo siempre fue bueno, muy profesional, pero tuve que hacerlo, ¿sabe? No me quedó otra alternativa. Abrió mucho los ojos. Luego los cerró. Me engañó. So puta. Le robé. Todo. Su dinero y su tiempo. No tenía nada más, si no también se lo habría quitado. Que pase usted un buen día, amigo. Gracias.


Beatriz Moreno







martes, 15 de septiembre de 2009

Últimamente,
llega antes que yo a todas partes.
Y eso que está encerrada en un CaBo sin salida.
Pero esta vez se lo toma con humor.


(Y no os perdáis todo lo demás de Los Noveles,
y muchos besos y abrazos para todos.)

lunes, 31 de agosto de 2009

Por motivos ajenos e intrínsecos a mi voluntad, la desconexión aún me durará varias semanas.
Obviamente tiene sus ventajas.
Será más tiempo recobrado: teclas tac tac tac correcaminos y avanza el cortapáginas.
También reconozco: a mis amigos, además de llevarlos en el corazón, empiezo a echarlos de menos.
A la Ciudad, además de verla nublosa, la siento bajo mis pies descalzos en la arena negra (tengo visiones fugaces de mis botas altas hasta la rodilla y sólo de pensarlo sudo pero sé que toc toc correrán Gran Vía arriba).
Mi casa entre los árboles: ¡dónde está? Quieta y creciendo nido de arañas, seguro. Ésta me espera sin remedio.
Por motivos ajenos e intrínsecos a mi voluntad, este verano durará lo que duraban los veranos de la infancia. Septiembre, os avanzo, es el mejor momento de todos. Cuando la playa huele a otoño y sólo quedan seres perdidos.
No soy un poema de e. e. cummings. (¿Te imaginas?)
Tampoco una línea del diario de Mansfield (confieso, me cansan las escritoras cuando se martirizan en sus diarios por no escribir lo suficiente, un día tras otro machacándose en sus delicadas personalidades débiles y fascinantes, dejad vuestros diarios que no se hicieron para ser publicados y escribid, joder, vosotras privilegiadas que no teníais facebook, y yo siglos más tarde, qué tonta, los leo y me aburro, escribe, entonces, en vez de leer: ¡no digas eso!).
A veces, algunas, cuando al mar se le ocurre soltar un poco de aire frente a mi cara, cojo el cuaderno por la parte de atrás y garabateo una línea corta. Pero no puedo ser fragmentaria ahora, toda mi cabeza pertenece a lo Otro (tic tic). Lo Otro tiene que continuar y ¿será posible que un día, cercano, ponga Fin?
Me he pintado todas las uñas de un rojo chicle, desde ese momento, cuando miro mis manos veo las manos de mi hermana y pienso en Cambridge.
Doy las gracias a todos los que aquí estáis o por aquí pasáis aunque yo sólo esté a ratos cortos y descafeinados.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Calor

No sé si me entienden.
En este sitio-esquina donde la temperatura no baja nunca de 30º, a veces me acerco a una pantalla de ordenador. Pongo las claves necesarias. Entro. Hay vida, pero poca. Y me doy cuenta de que en cuanto el ratón no es parte de tu mano y la forma de comunicarte con las personas ha pasado a ser una llamada perdida en el móvil y un grito en los días de poco levante, de pronto me cuesta mucho reactivar todos los mecanismos luminosos (ventanas de chat, muros, bandejas de entrada, comentarios blogueros). Ya lo dijo alguien por abajo: es el verano. Seguramente sea eso. Sé que el otoño es el otoño. Y sacaré brillo y perderé el tiempo. Pero también sé que echaré de menos elmundosininternet.
Ahora mismo me parece imposible que haya más estaciones del año aparte de ésta.
De nuevo leo libros vorazmente. De nuevo tardo dos o tres días en terminar un libro y corriendo empiezo otro. Incluso me da por hacer cosas loquísimas como obedecer una sugerencia de Pablo que no era más que un símbolo y releerme (en nueva edición no revisada) La insoportable levedad del ser quince años después. Constato que quince años atrás me jacté de leerlo y de poner la boca como una O. Pero no me enteré de nada. Ahora soy un poco Tomás, un poco Teresa, un poco Franz, un poco Sabina. Antes no era ninguno de ellos. Acaso Karenin.
Madrid es un lugar muy lejano. Irreal.
A mis amigos los llevo en el corazón.
Yo también les hago llamadas perdidas.
Y sé un poco mejor quién era Stalin.
Y hay más.
Por las mañanas, mi ordenador (limpio y sin enchufar en ninguna red social y alejado de google) sirve para la única cosa que debería (o me gustaría que) servir siempre. Tac tac tac tac.
A veces es duro. Pero el resto del día me siento bien.
Y por las tardes, mi cuaderno rojo de tapas de plástico tauro sirve para hacer croquis abruptos y ampliaciones del campo de batalla.
El verano tiene mi permiso para extenderse.
Cerca de las rocas hay peces de colores. Bajo la arena hay lenguados.

viernes, 24 de julio de 2009

Desde una esquina del mapa,
aunque parezco silenciosa
sigo por aquí tramando
algún que otro enredo.

Esta vez sin cables.

Estoy limpiando el musgo.

Pero La Menuda ha dicho mú...

¡¡Un abrazo a todos!!

sábado, 27 de junio de 2009

Credo de Nicea-Constantinopla

Cuando uno tiene una obsesión.

No hay libro que te alivie, poeta que sobrecoja tu cadáver, dato biográfico que actúe como luciérnaga en tu

inmenso

zumbido

de insecto

tu pesadilla.

La obsesión te separa de la vida.

Si la escondes te arruina el pozofango de tu propio espíritu en tormenta.

Si la aireas, te miran como a un loco.

Es lo que eres.

Un loco que se arrepiente de la realidad.

Por las noches, la lanzadera del sueño tirita en sus raíles: has entrado en lo prohibido, en lo que no existe.

Te revuelcas.

El mundo es como quieres, pero tan oscuro. A tientas agarras un cuerpo, lo confundes: el agrio sabor llena tu boca de mentiras.

La obsesión es tu peligro y tu inconsciencia.

Es la daga que cortará tu futuro.

En el prado enigmático de tus ojos velados, no distingues el morbo de la ciencia ficción.

Cabizbaja, ausente, tu mente se desliza por los grumos.

Tienes razón, el mundo podría estar hecho a tu medida.



martes, 23 de junio de 2009

El sol cae fuerte sobre mis piernas desnudas y mis pies sucios. Veo la blancura de mi piel desaparecer en un contraste de poca definición, quemada la imagen por exceso de luz.

Posiblemente aún con la cara desfigurada, observo unos cactus desbordándose de sus tiestos resecos, y muchos tejados ennegrecidos. Me llaman las gaviotas químicas desde la Barceloneta.

Uno nunca escribe sobre las largas noches de baile. Sobre los sonidos estridentes y rítmicos, sobre el saco de huesos de Chernóbil que somos todos moviéndonos, dando pequeños saltos en una pista de cemento llena de plásticos rotos.

Las mañanas bochornosas sin color, y los cuerpos abotargados en las aceras esperando a que vengan los coches a recogerlos.

Pero hay un punto delicioso y deslizante en ese frenesí caótico que consigue arrancarnos de la vida o devolvernos a ella sin ningún precio que pagar por la realidad.

El conservadurismo de nuestros cuerpos nos recordará al día siguiente que no éramos dioses ni espectros.

Pero la fragilidad no existe en las noches de verano, cada vez más escasas y espaciadas.

Es curioso pensar en cómo llegará un momento en que lo abandonemos todo.

No sé si la renuncia es progreso o destrucción.



viernes, 19 de junio de 2009

Y dijo MARA PASTOR...

... la literatura

me ha podrido la vida que soñé de niña
y le ha hecho una casa sin ventanas,
la literatura me tiene de rehén mirando
hacia la casa, lamentándome.


[De El otro día nos volvimos a ignorar, resto del poema, y mucho más, AQUÍ]

martes, 16 de junio de 2009

I believe in a better way


Sonreír como esquilar una oveja: un proceso de desestructuración que enseña el hueso de la vida.

Yo creo en una forma mejor.

No me gusta caminar sobre ascuas pero sí quemarme con la punta del cigarro.

A lo mejor quemarte a ti hasta que chilles y conviertas el abandono en estridencia.

Lo que parecen buitres son águilas de enormes alas y, la verdad, nada me importaría que fuesen buitres cazadores de lo sórdido y en vez de palitos llevaran un pellejo arrancado entre sus garras.

Como yo, que es la primera vez que llevo un peine en el bolso, y además es amarillo, y además no lo quiero para nada.

Pero si viene alguien a registrarme, a falta de una violencia mejor, tendré púas que clavarle al asesino.


martes, 9 de junio de 2009

Caïn

Detalle de Caïn, de Fernand Cormon


Higo chumbo, rencor, sueño aplazado. La chumbera, el girasol, la mala vergüenza. Espina tras espina arrancada a escondidas sin pasar por el alto de tu casa con el resplandor fresco de los patios donde tu madre, quizá sentada en el centro, pesada en una silla, nos da la bienvenida y nos castiga. Las manos dulces de ella por la tarde, el rosco recién hecho cubierto de azúcar, la tiniebla del café con leche y esa nata vomitiva. Sin embargo a la noche las manos duras de tu madre trabajando siempre la misma cosa, entretenida y alerta, buscando ansiosa que el mundo se pare para ella y acabe el día para poder olvidarse de ti, de todos, de mí.


La espina que te queda de la infancia siempre es una nube amenazante o una figura lejana que no distingues en el horizonte porque el sol te hiere los ojos y de nada sirve que los achiques, el desconocimiento es doloroso.


Higos chumbos, campiña, prados de girasoles ordenados, cañizal. El cielo está demasiado bajo como para recordar. Perdona que no atine. Al final de tu casa había un piano que tocaba aquella vieja a la que nunca me hubiera gustado tener por abuela. Cuando estrenábamos zapatos e íbamos, temprano todavía, a las fiestas, había que pasearse frente a ella, casi reclinarse, y sus palabras sonaban frías junto a las tuyas, como una oración respetuosa. Luego, en la calle, liberadas, las piedras de la calzada, desiguales y bultos, nos destrozaban las suelas finas del verano.


Te preguntarás que por qué me dedico a hablar de tu madre o de tu abuela en vez de las mías. Todavía existen pequeñas granjas junto a las vías del tren, huertos desordenados y privados, una centena de ovejas, gallinas, incluso un potro. Todo un poco triste, sí, desordenado, pero existe. Y en una gran alberca que riega los campos, tres patos marrones. Recuerdo a tu familia y no a la mía porque inventarme la oscuridad de tu casa me hace menos daño que recrear el patio luminoso donde una vez viví: que no se olvide nunca que todo es la falacia de la luz y la palabra: mundo reconstruido y revivido: la misma arquitectura de la mente: liviano fluir del pensamiento intermitente: no sirve de nada la certeza: déjame mentir.



viernes, 5 de junio de 2009


¿Y al final es la huida la única inteligencia emocional?

miércoles, 3 de junio de 2009

Aún no está decidido

Que escapemos sin ser torturados, que muramos de muerte natural, que volvamos a padecer hambre, rebuscando mondas de patatas en los cubos de basura, que nos empujen como a manadas -lo hemos visto. Que aprendamos tal vez el modo de comunicarnos dando golpecitos de celda a celda, que espiemos al prójimo, y el prójimo nos espíe a nosotros, y al oír la palabra libertad tengamos que llorar. Que nos refugiemos a tiempo en una cama blanca o que nos aniquile el céntuplo hongo atómico, que logremos morir con una esperanza -aún no está decidido, nada está decidido aún.

Marie Luise Kaschnitz (Karlsruhe, 1901-Roma, 974)
Aún no está decidido
Traducción de Hans Leopold Davi


jueves, 28 de mayo de 2009

POPURRÍ

Fin de semana madrileño
(que ya toca):

Viernes, a las 2o:30, en el LADRÓN DE TINTA (c/ Noviciado, 2),
Aroa presenta su libro de poemas
Veinte años sin lápices nuevos.

Lectura variopinta y kilos y kilómetros de diversión, seguro.

Sábado, resaca (día libre).

Y el domingo, a las 21:30, en el LIBERTAD 8 (c/ Libertad, 8):
recital-musicado sobre Jaime Gil de Biedma...
no,
concierto de Alejandro Martínez...
no,
¿presentación de mi poemario La herida costumbre?

Bueno, no lo tenemos muy claro, pero están los ingredientes importantes, habrá un poco de todo eso, sólo falta que también estéis vosotros y será un domingo perfecto.
Yo prometo no cantar, y Alejandro no promete nada.
Gil de Biedma no ha dado señales de vida, todavía.

sábado, 23 de mayo de 2009

Alerta roja

Queridos padres del siglo XXI:

La primavera aprieta y en casa hace calor; es tiempo de salir a airearse los fines de semana. Los sábados, por ejemplo, cuando brille el sol, queden con sus amigos, vayan a lugares abiertos, a terrazas llenas de gente, donde sus hijos, vestidos de limpio, puedan correr a sus anchas, respirar, ver pasar los coches o los pájaros, molestar con gritos a toda la vecindad, incluso a ustedes. Cómprenles helados para que churreteen sus ropas y sus mofletes y déjenlos que practiquen las poderosas artes marciales o los siniestros juegos de médicos. Llegarán a casa exhaustos y colorados, con sangre, a lo mejor, en las rodillas. Quién sabe, quizá entre tanto alboroto y tanto estruendo, sus hijos se relacionen con sus congéneres o sus contrarios y mantengan alguna que otra conversación crucial para su futuro. Por mínima que sea, entre insulto y empujón, una de esas frases puede arrojar luz sobre el porvenir de todos nosotros. Tengan en cuenta que los adultos, cuando ingerimos gintonics al sol de la tarde, podemos ser mucho más escandalosos que ellos. Y también (no podría jurarlo pero el beneficio de la duda es el único as de la infancia) es posible que hayan aprendido a no cruzar la calle sin mirar: los sábados el exterior es un horizonte infinito.

Queridos padres del siglo XXI: desde el más puro desconocimiento, intuyo que así no vamos a ningún lado.

Ah, pero qué silencio.


sábado 16 de mayo, 16:36 h



sábado 16 de mayo, 17:50 h

Fotos Patricia Hierro

martes, 19 de mayo de 2009

Érase una vez el Cabo de Gata

Antes de las ocho y media he abierto los ojos y me he asomado a la ventana. En el suelo hay tres bicicletas de niño, de colores, y allá al frente, una gata negra, sobre un cañizo, se erige de ojos afilados contra el Mediterráneo. Se oye un ruido de cristales, vasos, platos, el desayuno. La luz es todavía naranja cálido y está fría. Una vez más, es posible despertarse en el paraíso. Cuando llegamos eran más de las diez, teníamos poca gasolina y nadie quería alojarnos por sólo una noche, pero aquí hicieron excepción. He dormido bajo un techo alto de vigas negras de madera; de las paredes encaladas, con bultos huecos, sólo cuelga un horrible cuadro ovalado de marco dorado: un bodegón de flores.

Anoche había mucho viento. Bajamos a buscar algo de comer y estaba todo cerrado, pero se compadecieron de nosotros de nuevo y un mendocino nos hizo dos pizzas enormes y nos vendió una botella de vino tinto. Comimos el uno junto al otro en una mesa larga y en los sofás a nuestro lado, el fuego de la chimenea y dos alemanes charlando y bebiendo.



Fumamos afuera y nos resguardamos del viento en un muro saliente de la pared, sentados en un tronco que parecía un abrevadero de caballos. Simple madera hueca. Intuí el mar, un resplandor blanco alineaba las olas. Nos besamos como si acabáramos de conocernos. Bocabajo en la cama como si recién acabáramos de conocernos. De pronto todo en una grieta como si nunca nos hubiéramos visto antes. Afuera apoyada en el muro de cal agarrando el vino y dos cigarros como una vulgar adolescente que jamás hubiera existido y sólo se apareciera ante ti para recibir la mordida y el juego. Boca arriba en la cama pensando en el nuevo olor que regresa. Bebo agua directamente de la botella mientras follamos porque tengo seca la boca. Me olvido de fumar. Me llamas repelente porque después de todo, bajo los edredones, dejo la luz encendida y leo La mujer rota. No duro mucho, dos páginas, pero me esfuerzo; la placidez me abate los ojos hasta el sueño o la nada: dormimos juntos como dos que llevaran años durmiendo juntos, que incluso a veces sienten angustia de dormir solos, aunque nadie nos hable y nadie nos toque más que el pie enredado en los tobillos.


PLAYA DE LA ISLETA


¿Es un cohete, eso que suena en el mar? Nadie, de las nueve o diez personas que hay en la playa, se levanta y se acerca hipnotizado hacia el agua por la llamada furibunda del ultrasonido levantino. ¿Qué son estos microescarabajos tornasolados que se agarran a mi piel con sus colmillos y sus patas? Ahora endulza el viento, como anoche amargaba.

Alguien se está bañando. Sólo de imaginármelo se levanta mi carne de gallina.

Vienes por la orilla. Bebí demasiada agua en el desayuno.


Del mar ya no se acercan más ruidos pero sí las olas y el lamento de los erizos. Dices que se esconden bajo la arena negra y pueden atacarte. No te acerques ahí, me dices, que hay erizos. Báñate, valiente. ¿Valiente yo? Me doy la vuelta en la arena y me resguardo en esta roca terrosa. Cada vez estoy más cerca del papel pero el mar no me deja escuchar el sonido que hace el bolígrafo sobre él.

Hay que significar, me dices, mientras llegas con una piedra redonda y grande.


Leerme los suplementos culturales de los diarios, inclusive los menos malos, me provoca ansiedad. Sé por qué. Opto por los artículos sobre gente suicidada hace décadas, o simplemente muerta. No me gusta sentir que no hay tiempo para nadie. No me gusta pensar en el tiempo como una condena.

Llegas del agua helada y el poniente aprieta. Todo quiere moverse. Tu cuerpo desnudo y mojado.

Es imposible estar aquí. Volaremos. El mar se acerca.

El Mediterráneo empieza a caerme bien.



viernes, 15 de mayo de 2009

Otra vez
La Menuda en
LOS NOVELES

(y Rebeca Yanke entrevista a Elvira Navarro...)

¡Que lo disfrutéis!
Gracias a todos.

domingo, 10 de mayo de 2009


Pandemia es una palabra vis-cosa.
El holismo bien podría ser una quimera.
O eso nos gustaría creer.
Mancho de chocolate a la taza la reproducción del mapa del mundo en el diario, sección vitalidad extinta, también llamada cuenta atrás.
Los domingos por la tarde, los periódicos son avisos de bomba.
Paso de todo.

jueves, 7 de mayo de 2009

Evito los grupos de adolescentes. Casi diría que me escondo de ellos. Necesito un tiempo de adaptación. Todavía, a veces, la mía reclama su carne. (Cualquier movimiento, recuerdas, era un golpe de efecto.)


He llegado a los treinta y rectifico: siento nostalgia del pasado.



viernes, 1 de mayo de 2009

A propósito de Beatriz Moreno

De todas las personas que se apellidan Moreno que conozco, sólo una es mi hermana: Beatriz.
Mi hermana es una persona reservada cuando le da la gana, extrovertida cuando le da la gana, sonriente, chispeante, explosiva, lúcida y cariñosa.
Ahora mismo vive en Lausanne, Suiza, (quiero decir), en Tours, Francia, en fin, vive por allí arriba y tiene el pelo naranja, dice que por poco tiempo (lo del pelo naranja).
Nos llevamos cinco años de diferencia, yo nací antes (pero desde que apenas contaba diez años ha ejercido sobre mí una poderosa influencia de hermana mayor en algunos aspectos por motivos que no vienen al caso, digamos relacionados con el concepto de salvavidas). Ella no tiene arrugas y los años setenta se la traen al pairo. Tiene una bicicleta con la que se mueve bajo la lluvia y habla francés. La admiro profundamente, por éstas y por otras cosas.
Sé que escribe en libretas que luego envía por correo a destinos privados. De vez en cuando, tiene compasión de mí y me enseña algún texto.
Después de muchos años, hemos llegado a la conclusión de que lo de garabatear libretas y el amor por la gente y por los bares puede venirnos a ambas de la parte paternofilial. Generosa herencia.

Quiero dejaros aquí un texto que me ha enviado hace unos días y que me ha impresionado. La foto que lo acompaña también es de ella.
Espero que lo disfrutéis.


***


No distingo los colores amarillo y azul, quiero decir, los confundo, son el mismo para mí, quiero decir, no soy daltónico, no es eso. El rojo y el verde de los semáforos me manipulan como a un payaso cada día. El azul y el amarillo no. Abro la puerta y supongo que hace sol, lo supongo porque para mí es gris. De hecho prefiero los días nublados. Blanco real y gris de verdad. No se lo digo a nadie, lo considero parte de mi intimidad, como si tuviera una peca enorme en una de las nalgas. Privado.

No sé si he pecado alguna vez. Mi camino bordea la frontera entre el bien y el mal, nadie puede recriminarme nada, casi nunca me decanto por nada. Cuando me refiero a otros los visualizo como una masa uniforme de ojos azules y pelo rubio, quiero decir, una masa gris. No tengo amigos, no recuerdo a mi familia, vivo solo. Trabajo solo. Tengo un ordenador sin acceso a internet y siempre descuelgo el teléfono al llegar a casa. Suelo hablar a lo largo del día contadas palabras, soy un hombre de no más de 150 palabras/día. Normalmente mis comunicaciones oficiales, burocráticas y profesionales las hago por correo postal. Utilizo tinta roja o verde.

No me gusta el ruido de los bares ni el constante motor de la calle. Detesto la humanidad y lo que me hace humano. Sólo vivo. No me gusta leer ni ver la televisión, utilizo los libros para arrancar sus páginas y crear inanimadas criaturas de papel. Soy especialista en seres alados, aunque no soy aficionado a la papiroflexia, quiero decir, es que no tengo ninguna afición.

Mediana edad, mediana estatura, pene de tamaño medio, quiero decir, no soy un mediocre.
Tengo mis manías, quiero decir, no me gusta casi nada. Jamás he conocido a nadie.

Soy un solitario.

Tengo que enamorarme, quiero decir, tengo que enamorarme de ti.

Texto y foto: Beatriz Moreno

lunes, 27 de abril de 2009

A propósito de Mark Strand

Te acercas para besarme y chocas con el borde de un libro de Mark Strand, de buena traducción, creo, que separa nuestros cuerpos.
Sé que era un beso casto, así que dejo que hagamos el esfuerzo de sentir que algo entorpece nuestra cercanía.
Ese algo, hoy, es un libro, con su apariencia física de libro. Es muy hermoso. Un pequeño dibujo a carbón, apenas trazado, ilustra su cubierta.
Te alejas de la habitación y el libro se queda en la cama conmigo. No es extraño. El libro es silencioso, es pacífico, es duro como esta madrugada.
A veces querría de verdad inventar un propio horario, donde la noche larga no tuviera la máscara de la culpabilidad. Así, ahora no serían las 4:28 de la madrugada, sino una tarde callada y recién oscurecida, y tú no tendrías tanto trabajo, y mi cuerpo tampoco llevaría [tantas] horas encima, ni treinta años.
Pero el libro de Mark Strand tendría que estar leído como hoy lo está: a las 4:30 de la madrugada se acaba marzo y un libro se interpone entre tus besos, que no son castos, y mi boca seca.