jueves, 25 de enero de 2007



Ausencia
niño satisfecho
ojos bien colocados
y cejas sólo sirviendo
para lo que están puestas.
Post sexo tardío de domingo largo,
repetido el ritual de la sangre y la grupa,
esa distancia numérica que a ti te lleva a una especie de paz colmada,
y que a mí me trae al sitio de las urgencias,
de la ansiedad más caníbal del amor,
necesitarte más
cuanto más te necesito,
tras los golpes.






Se me


a


c


u


m


u


l


a


n


las palabras.




Quizá sea por la nieve.


Por las noches escuchamos pasos y entra alguien en mi habitación, abro los ojos y veo que es él, pero adivino que no es su hora de llegada, que trae malas noticias o buenas puñaladas, adivino las cosas informes que uno es capaz de distinguir en los sueños, y sufro un poco de miedo y luego abro los ojos; en vez de pegar un grito, me levanto, presa del frío del pasillo, abro también la puerta de la calle, ¿ves?, no hay nadie, los escalones están nevados, las cacerolas enterradas en el blanco, unas montañas vencidas huyen a lo lejos y el jardín se transforma en hielo ante mi mirada sonámbula. Vuelvo a la cama.




Durante el día me estorban las añoranzas del cuerpo, pero mi compañera pone todo el color con los rizos rizos. Hacemos una princesa bastarda con la nieve del jardín.




Tenemos pánico del frío de la tarde, yo más que ella. Dejamos el vino para otra mañana más calurosa y hablamos de Kevin Johansen como si fuera la carne que se cuece lenta al fuego de nuestra cocina. En el pasillo, cuando es de día, hay un papel que dice: la literatura es un juego.




Tras el almuerzo, la nieve está más helada y una señora que arranca lo blanco de su puerta nos observa deslizarnos cuesta abajo. Parece que estamos llorando, pero no es verdad. Luego lloraremos, por no tener motivos.




Aquí en esta sala se cronometran las cosas, justo al contrario que en nuestra casa. Cronometramos tan poco que nos hemos quedado sin bombonas. Nuestro vecino es solitario y amable. Nos ha ofrecido dos ante nuestras caras de terror. A cambio ¿los restos del cocido de ayer?




He dicho que tras el almuerzo, a veces, me estorba la urgencia del que anda lejos, oficinado, al otro lado del tren y de la nieve. Lo pienso y sonrío por no morderme los labios. En la garganta, las horas lentas de cuando el sol de la tarde se entretiene en nuestros cuerpos, cuerpos que están desnudos y más o menos laxos, cerca de la ventana. La tarde así no tiene más remedio que aplastarnos


nos cogerá la tarde prevenidos


tú con tu piel improvisada


yo con los huesos transparentes


el tiempo


sin sobrar


se queda quieto.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

voy de aquí para allá, quedándome asombrado del espacio que habéis absorbido. Yo, que he aprendido a convertirme en una nube oscura de 3 o 4 centímetros, antes esos espacios que se os acumulan (más que las palabras L/R, más que las palabras) me siento emocionado.

Lo importante es que dure, claro. Y que un día diga ah, sí, cuando empezó aquello yo estaba por allí, no, geográficamente lejos, pero lo seguía todo viendo crecer los textos día a día. Y sabía que iba a ser fuerte.

Sin silencios no hay música.

Anónimo dijo...

qué suerte la de la nieve, qué suerte la del tiempo ausente, qué suerte la de ese pasillo y sus daños colaterales, qué suerte, en fin, tus palabras grabadas en la piel de quienes te leemos.

A seguir, Niña Lara, siempre existe el camino de baldosas amarillas.

MSalieri dijo...

Otra vez esa mirada... ;)

Anónimo dijo...

Y venía en el metro leyendo la traducción que hace Esteban Pujals de Galeones de Abril, de Ashbery, y en el poema Vetiver, el que empieza "Las edades pasaron lentamente como una carga de heno", leo "Guárdame contigo, no vaya el exterior / a abrazarnos a los dos y a unirnos, no vayan / los que atrapan pájaros a retirar sus ramitas". Y ahora abro y veo la foto que ayer no se veía y pensé en esos 3 versos del poema. Pero también en estos 2: "Nada costaba nada, se habían dejado / la verja abierta a propósito".

Y no sé por qué lo he relacionado todo y aquí lo dejo. Por si alguien lo sabe o a alguien le interesa.

Lara dijo...

Nán, Carmen (qué distintos y qué hilo hay por ahí en medio, ¿eh?)... un abrazo cargadito de ropa para ambos.

Marco, lo siento en el alma, pero ésa era OtRa mirada, y a lo mejor es la misma, qué más da, pero esta vez (¡sólo esta vez, por fa! pataditas de infante en el suelo frío) no me saques las casillas. Que me bebo el whisky que has dejado en casa.

¡Y besos a todos!

Pablo Gutiérrez dijo...

Y al final resulta de realmente os mudasteis a Siberia.
Pequeñas aventureras...
Tan hermoso.
Que dependas de una nevada, una montaña, el gas.
Que humano amor guardes y repartas entre tus visitantes.
Eso es tan hermoso.

Miguel Marqués dijo...

Y ese flequillo? Eh!? En er mundo!!

Aquello es un castillo inflable sobre una playa de piedras y arena fría y luminosa, escoltado de atunes que mugen. Y sí. Reparten amor indiscriminadamente. Menos a las arañas (el que (sea) araña, que no se acerque a Zarzalejo).

Anónimo dijo...

¿Y por qué no se quiere a las arañas? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué?

Tengo un amigo colombiano que es conocido como Javi el Arañas. Con un esfuerzo enorme, haciendo todo tipo de juegos malabares, ha estado aquí en Madrid varios años hasta que se ha doctorado. Ya es doctor, con una tesis sobre una araña. Adoro esos esfuerzos en lo pequeño, porque sin gente como él no podrían venir luego los sistémicos a juntar mil investigaciones pequeñas y mejorar las posibilidades del mundo.

Javi adora las arañas (hay más hombres malos que arañas malas, dice. Y wikipedia añade: Hasta la fecha se han descrito unas 38.000 especies, de las que sólo una docena son realmente peligrosas para los seres humanos). Y yo adoro a Javi. Lila Berger lo conoce: ha comido con él y conmigo. Pregúntale.

Por solidaridad con los esfuerzos de mi amigo: me declaro araña y expulsado de Zarzalejos, donde no pondré ninguna de mis ocho patas hasta que levantes esa maldición.

Latrodectus tredecimguttatus

Lara dijo...

JO, Nán.

Me da igual que no sean venenosas ni asesinas.

Tampoco soporto a algunos seres humanos, aunque tengan menos patas.

Odio a las arañas. Las odio con ese amor que me hace tragarme todos los documentales que hablen sobre ellas y todas las películas sobre fobias arácnidas, pero a ellas, en persona, no las puedo soportar.

medanpánico.

Ayer maté a una.

Y luego escribí un poema o un lo que sea.

Estaba en mi habitación.

Y se movía así, de esa forma.

Anónimo dijo...

Concretamente, ¿en qué momento troceasteis el quiche alucinógeno, que yo no estaba? ¿Arañas?
Nán, me copio tu comentario y lo guardo en una carpeta. Es recontrantológico.

Anónimo dijo...

jó, pues andamos por aquí en simultáneo, como esas traducciones que pagan tan bien porque vuelven locos a los traductores.

Nosotros locos ya estamos, pero nunca conseguiremos que nos paguen bien (porque nos paguen lo que nos paguen será insuficiente).

Lara, porque eres tú, a lo mejor acabaré comiéndome la araña del orgullo, a pesar de sus larguísimas patas de vello grueso (y sobre todo a pesar de esos ojitos con los que me va a mirar y ya me está dando pena).

Pero solo porque eres tú. (O ya veremos).

Anónimo dijo...

mira que eres sádico, como disfrutas con la tortura psicológica, dibujando cada pincelada de esa araña gorda, peluda, repugnante, deslizándose por tu esófago; no creo que esas últimas palabras tuyas puedan consolar a la pobre lara...

Lara dijo...

Gracias, Olka, por el cable.

Pero ¡con Nán estoy curada de espanto!

Es lo que tiene el amor-odio. Fascina.

besos, Nán, besos...

(Pablo, te he guardado un cuenquito. Tienes que untarlo sobre la palma de tu mano, gruesamente, y luego ya sabes.)

Anónimo dijo...

Pues sí, nos hemos repartido los papeles. Yo la amo y ella me odia (a mí y a mis arañas).

Lara dijo...

¡Anda ya!