miércoles, 9 de mayo de 2007

Berlín, 17 de abril. En la taberna más antigua de la ciudad.

Siete cabezas prácticamente blancas y burguesas, reunidas en martes para beber cerveza fresca de jubilados, nos miran al entrar en la taberna con detenimiento y algo de reprobación. La comida es buena y autóctona, y a pesar de la madera oscura de las paredes, las mesas y los bancos, en el baño de señoras hay una pintada tras la puerta. Es como una nota dominante de Berlín, nada es lo que parece. O quizá sí, pero no para los recién llegados. Tras la puerta, el dibujo de una mujer obesa y descarada, sentada en un váter, con ligueros negros como única prenda que aprieta sus muslos exagerados, el vientre redondo y los pechos inmensos (de pezones caídos y grotescos), que apuntan al delirio y a un peculiar sentido del humor estético. ¿Hay normas? No lo sé. El resultado me gusta. Todas las señoras de cabezas blancas y pose histórica europea, al bajarse las enaguas con sus vejigas flojas llenas de cerveza, mirarán inevitablemente los pezones obscenos de la mujerona de la puerta, disparando desafiantes hacia los suyos, blanquecinos, casi transparentes; y quizá alguna sonría, al tiempo de la última gota de orín, melancólica y sobrecogida.



El césped. Berlín, 19 de abril.

Sopla el viento bajo el sol en el Berlín de mediodía. Estoy tumbada en un césped bien cuidado, donde todo el mundo se estira, buscando calor y horizontalidad. Ayer pasamos frío y yo he forrado mi cuerpo de lana. El movimiento y la flexibilidad son complicados. El río está enfrente de mí. Y a la espalda, una catedral oscura y rimbombante. A mi costado derecho un museo de pórtico romano. Al izquierdo, grúas, hierros, y moles de cemento.

Bajo el ruido de coches de la avenida, puede oírse el sonido de las ruedas de las bicicletas y las hojas secas moviéndose con el aire. También una fuente.
Hay gente joven y gente vieja. La edad media está trabajando por nosotros. Me gusta Berlín. Ayer fuimos a la puerta de Brandemburgo. Al Reichstag. A uno de los monumentos judíos. A un pequeño bosque. A Postdam Platz. Berlín es una ciudad nueva. Tecnología alemana a su alcance, reinventada, poderosa, y con un extraño e irónico sentimiento de humildad. Es cierto, es una ciudad clara y amplia, de pájaros grandes picoteando en los jardines con andares de pingüino.

Miguel ha ido a un museo egipcio, y yo estoy tumbada en el suelo, echando de menos la decadencia de Jane Bowles, que se ha quedado en la mesilla de noche. Podría estar horas aquí, si tuviera un libro. Guardo una manzana y un bocadillo de queso en la bolsa, por si me da hambre.

Ahora suenan las campanas de la iglesia, míticas y eternas. No sé si anuncian la hora o el momento. No van a parar.

Del césped al mercado.

Hoy me he levantado tarde y he bajado al desayuno cuando estaban a punto de retirarlo. Mi humor es bueno, aunque hay algo funesto en el fondo de mis sueños, posiblemente debido a las noticias que recibí antes de marcharme y a la conversación telefónica y surrealista que mantuve con mi padre. O quizá sea otra cosa, pero no me lo planteo. No quiero interpretar los movimientos de tierra y recuerdo. No es demoníaca la vida, pero no es, tampoco, una sábana santa y jugosa de confitura de limón. Masticar la linealidad de los elementos y abrir exageradamente la boca cuando un punto de inflexión caiga en anticiclón, rojo sobre negro. No negro sobre blanco.

El viento despeina mi flequillo recién lavado, pero esta vez, el sol no desaparece. No me asusta el viento. La gente es pacífica en esta plaza de puentes, sin murallas. Quiero que vuelva Miguel, que salga del museo, aunque estoy bien aquí sola.

Ahora sí, el sol se esconde por momentos. Me he sentido cansada y atrapada por los leotardos que llevo bajo los vaqueros y he decidido ponerme en marcha. Además, mi vejiga iba a explotar. En el museo egipcio no me han dejado entrar al baño sin pagar el ticket, así que he arrastrado mis pies hacia el mercado que hay debajo de la estación y me he sentado en una terraza con mesas de jardín. Hay bullicio en los tenderetes. Antes hemos comprado té oloroso, mostaza y mermelada de lima. Me pido un café con leche (me lo traen suave y rebosante de espuma). Miguel acaba de llamarme. Dice que le duelen los pies. Que ahora viene.

Una mujer alemana, rubia, ancha y de pantalones remangados, ha interrumpido el leve murmullo de la plaza, bajo las vías del tren. Gritaba, muy enfadada. Una lástima no entender su idioma. Al principio el ambiente era extrañado y tenso, luego la gente se ha reído de ella, creo. Muy digna, ha seguido su paseo por los puestos de plantas aromáticas con el ceño fruncidísimo. Acabo de ver a Miguel entre las sombrillas. Se está acercando con la sonrisa puesta.



24 comentarios:

Anónimo dijo...

Está siendo fascinante la descricpción de tu Berlín, desde tus ojos, desde tu mirada, desde tus sentidos. Yo estuve en Alemania, pero no en Berlín, estuve en Wuppertal (que desastre no se si es una ciudad o pueblo) el caso es que queda bastante lejos de Berlín, así que tendré que ir algún día. Cuando lo haga te escribiré y te mostraré la ciudad esta vez a través de mi mirada.

Anónimo dijo...

Seguramente llego con bastante retraso pero me he enterado de que tienes un libro. Me gustaría tenerlo. ¿Cómo puedo conseguirlo?

Anónimo dijo...

Libertad,

Yo compré el mío en http://www.biblioandalucia.com/

Tardarás unas semanas en recibirlo, pero llegará...

kika... dijo...

Hola Lara!
Qué bonito pasear por Berlín sin moverme de aquí. Cuando apruebe y me den un destino, estarás invitada... (tómame la palabra)...

Me has dejado "con la sonrisa puesta"...

Besos,
K

Anónimo dijo...

Yo en Berlín me enamoré y me desenamoré.
Nunca he dejado de pensar que hay algo invisible en esa ciudad que te deja el cuerpo impregnado de golpes. Buenos y malos. Pero golpes.

Lara dijo...

¡Liber! Qué divertido me resulta saber que andas por aquí, después de tanto tiempo (por cierto, estás invitada a nuestra casita de la sierra, Rebe y yo estamos arreglando el jardín y ya no parece una selva).

Ndj (¿ndj?), no sabía que se podía comprar mi el libro ahí... en realidad nunca sé por dónde anda el libro (lo que sí sé es que no anda mucho), pero qué bien que de vez en cuando se dé paseos.

Lib, se llama Casi todas las tijeras y es de la editorial Quórum.

Kika, te tomo la palabra.

Y anónimo, ¿anónimo?

Lara dijo...

Lib, también se supone que si lo pides en la Casa del Libro de Gran Vía (donde a veces está, pero ellos no saben en qué estantería, normal), te lo traen. No sé qué será más rápido.

¡Gracias!

Anónimo dijo...

Fú.

Qué ganas de ir a Berlín, quilla!!

MSalieri dijo...

Pos habrá que ir, digo yo. Creo que me faltan días para verlo todo, y no me lo merezco.

Anónimo dijo...

Como buena benjamina voy siguiendo vuestros pasos. El 10 de Julio cuando Sevilla sólo sea sol, pondré mis pies en Berlín.

Anónimo dijo...

No se lo digas a nadie, es un secreto, pero me gusta más guardar mi amor humano que andar por 400 mares diferentes. Que no se enfade el otro que lo crujo.
Un besazo enolme!

M. dijo...

Así que tú eres Lara.

NáN dijo...

Miguel con la sonrisa puesta y tú con las pupilas a punto de disparar un brillo puede ser una buena ocasión.

Pero solo si estáis los dos solos.

Creo que Otto Dix pintó a viejas desnudas así, con sombreros rimbobantes, medias finas caídas a medias y mirada de loca.

¡Soyez bienvenue, welcooome! Esto lo cantaba la otra Bowles de mis sueños, Sara, que existió realmente y fue vecina de pensión de Cristopher Isherwood, el amigo de Stephen Auden. Hice una "excelente traducción" de Christopher y los suyos que cobré pero no llegó a publicarse, donde entre otras cosas cuenta la verdad de Cabaret (bastante parecida a la peli, aunque más cutre, claro).

Los berlineses... ¡Llevan un siglo sin parar!

Si un beso mío es capaz de saltar por encima de los centenares de policías que ocupan Malasaña en estos momentos, solo para joder a los vecinos y los bares, pues que te llegue porque te lo he mandado. Y otro para esa criatura tan especial que tienes en la habitación de al lado. (A mig, un pellizco en un moflete será suficiente).

(ya tenía ganas de hacerte un comentarico, que llevo varios días entre la espada del "tiempo" y la pared del "no hay").

Miguel Marqués dijo...

¡¡¡Y yo qué voy a decir!!! Jeje.

Besos a propios y extraños. Sobre todo a extraños.

¿Carlicos, por qué no invitas a la gente a tu peregrinaje (www.fotolog.com?/funk_jonk)?

Anónimo dijo...

No te preocupes Lara, lo compraré por internet, porque vivo en Sevilla y no creo que pueda ir a Madrid en un corto espacio de tiempo. Y la verdad es que me apetece ternerlo ya. Por cierto lo de la casa de la sierra.. estoy alagada... Pero creo que piensas que me conoces... y no es así. Aunque a mi me enacntaría.

Besos y gracias


www.fotolog.com/escalerazul

Lara dijo...

Vaya, vaya... Así que conozco a más de una Libertad... aunque a una no la conozca...

Pues entonces la halagada soy yo!

Ahora mismo voy a echar un vistazo por esas fotos.

Y bueno, ¡la invitación sigue en pie!

¡Muchos besos!

Paralelo 49 dijo...

La diferencia básica es que muchas señoras mayores vienen a estas tabernas después de la jornada laboral. A solas. A tomar cerveza. Cerveza de la medida standar (Medio litro)mientras leen una revista, fuman, se miran las uñas. Las miro. Alguna vez me miran, pero no me ven. Qué estarán pensando...

Siempre acabo viniendo a la taberna más antigua de esta ciudad para cerciorarme de que tienes razón: nada es lo que parece. Sabes, de estas últimas veces que he ido al salir he dejado escrito en un posavasos: Qué dirías tú Lara, si vieses esto...

Lara dijo...

¡Par...!

NáN dijo...

¡...alelamente, 49 besos, o más, te damos!

Leo Zelada dijo...

Esa Berlin que narras suena mas interesante que el clima que la rodea.

Anónimo dijo...

ya sabes lo que se suele decir no?---no importan los lugares, solo las compañías...

lo prometido es deuda. Te dije que me pasaría.

Lara dijo...

¡¡¡Tiza!!!

Lara dijo...

A los usuarios: Tiza no es un nick. Es un nombre.

http://www.tiza.biz/

Anónimo dijo...

doy fe de que tiene una voz estupenda. gracias por darnos su página.