jueves, 8 de noviembre de 2007


Cuando tenga que volver

tomaré esas calles empedradas,
amarillas de sol aunque la noche,
los ojos pintados de las niñas guapas,
el calor del mediodía de noviembre.
Cuando tenga que volver
aprenderé de nuevo los nombres,
los lugares,
los atajos.
En el fondo, ya no sé
qué parte del corazón se ha marchado
y qué parte viva regresa.

12 comentarios:

MSalieri dijo...

Cuando estás aquí eres de allí, y cuando estás allí no sabes de donde eres, luego te cambian los nombres de los bares y te dan ganas de apedrear a alguien.

Aurélia Jarry dijo...

Qué lindo que hayas vuelto...

mariona dijo...

(Qué bizcochismo nos invade últimamente... lo que es escaparse en noviembre y no en agosto: todas las chiribitas te las dedica a ti
-está más ociosa-, y venga, ¡ya tenemos el lío montado!)
beso, besito, beso.

síl dijo...

qué bonito, lara!
si se supiera en qué parte del corazón está cada cosa...

pd. vosotras no esperáis a volver a casa por navidad, eh? es precioso (re)descubrir los rincones del pasado, eh?

un besazo guapa

Anónimo dijo...

Igual tenemos trocitos de corazón esparcidos por el mundo. Así nunca nos vamos ni regresamos.
Beso!

Anónimo dijo...

Ahí es nada, volver, qué imposible.

Aunque me gusta cómo cantas esa imposibilidad y hasta me dejo convencer un poquito, para animarme la mañana de domingo.

Encontrar de nuevo, si acaso, lo que ya es otro, sería el colmo de la nostalgia satisfecha. Pero para eso hace falta gente como vosotros, que catalogue y describa así de bien las referencias. Porque si no, cuando volvamos, si volvemos, ¿qué sería exactamente lo que tendríamos que buscar?

Anónimo dijo...

Sólo una vez en mi vida (qué poco, ¿no?) me pasó que no sabía si iba o volvía. Ahí fue cuando acuñé el nombre del síndrome de Marco Polo, y me hice una idea de la pena que tenía que tener por dentro el veneciano.

Después de eso, tuve un centro desde el que radiar y al que volver y, por tanto, unas raíces consolidadas en un sitio. No, no me enorgullezco de ello. Ni me avergüenzo. Es sólo que es así.

Anónimo dijo...

Yo lo he intentado, a veces.
Pero he llegado a la conclusión de que el corazón es tan terco como indivisible...

Virginia Barbancho dijo...

Doy fe de que el Sopa de Ganso sigue existiendo, con la misma música, el mismo legendario, la misma decoración y el cuadro del burro. Está claro, lo único diferente, éramos nosotras.

Anónimo dijo...

Qué hermoso poema. Por si quieres volver dejo la luz encendida. Schchchch.

Miguel Marqués dijo...

Supongo que la suerte es tener una parte del corazón en cada sitio, pero no saber qué parte queda escondida en cada cual, para no ir buscándola irremediablemente cada vez que volvemos, y nos llevemos la sorpresa (quizá esperada) de no encontrarla.

Volver sabiendo pero sin saber del todo, y sí, a mí me resulta muy difícil.

Anónimo dijo...

yo creo que nunca nos vamos del todo de los sitios donde somos/hemos sido felices...

Pero esto es una tontería como otra cualquiera por no decir lo de siempre... que me encanta (y la foto... es preciosa: "amarilla de sol aunque la noche")