lunes, 29 de enero de 2007

Sólo quería dejar constancia


de que ella existe o existió


de que manché mis manos crujiendo el blanco


de que a veces, además de copiosos almuerzos


y paz que se extingue al contacto de la piel


y silencios que parecen morsas dándonos la bienvenida al mundo irreal


y montes lejanos que están tan cerca


enterrándose en el blanco de unas nubes pardas


amenazando los días con la lentitud de lo que dicen las puertas cerradas,


las sonrisas siempre bienvenidas


el miedo que no escampa


y la gran satisfacción de estar


estar


haciendo


la nada


la atmósfera


intentar


convivir


con una letra


espigada


última


interna


preciosa cuando el sol


tenebrosa


cuando quiere


algo


más


de lo que hay en el fondo de una boca


y hablando de bocas


"su boca tan magnífica"


que ya dijo Drexler


hablando de bocas

que se abren y se cierran y se van con el frío de un lunes que no termina de amanecer

su boca tan magnífica

y un equilibrio de labios

que me trae

la cuerda

loca

de la tierra.


Sólo quería dejar constancia


de que ella existe o existió


de que pongo las frases a medias


de que las ideas van y vienen


porque aquí


no tengo prisa


y a veces es como volver


a ser un tiempo chico


sin más preocupaciones


y a veces un temblor


en las paredes


porque estamos aquí


ambas sabemos


que estamos


y que ella existe, o existió.

jueves, 25 de enero de 2007



Ausencia
niño satisfecho
ojos bien colocados
y cejas sólo sirviendo
para lo que están puestas.
Post sexo tardío de domingo largo,
repetido el ritual de la sangre y la grupa,
esa distancia numérica que a ti te lleva a una especie de paz colmada,
y que a mí me trae al sitio de las urgencias,
de la ansiedad más caníbal del amor,
necesitarte más
cuanto más te necesito,
tras los golpes.






Se me


a


c


u


m


u


l


a


n


las palabras.




Quizá sea por la nieve.


Por las noches escuchamos pasos y entra alguien en mi habitación, abro los ojos y veo que es él, pero adivino que no es su hora de llegada, que trae malas noticias o buenas puñaladas, adivino las cosas informes que uno es capaz de distinguir en los sueños, y sufro un poco de miedo y luego abro los ojos; en vez de pegar un grito, me levanto, presa del frío del pasillo, abro también la puerta de la calle, ¿ves?, no hay nadie, los escalones están nevados, las cacerolas enterradas en el blanco, unas montañas vencidas huyen a lo lejos y el jardín se transforma en hielo ante mi mirada sonámbula. Vuelvo a la cama.




Durante el día me estorban las añoranzas del cuerpo, pero mi compañera pone todo el color con los rizos rizos. Hacemos una princesa bastarda con la nieve del jardín.




Tenemos pánico del frío de la tarde, yo más que ella. Dejamos el vino para otra mañana más calurosa y hablamos de Kevin Johansen como si fuera la carne que se cuece lenta al fuego de nuestra cocina. En el pasillo, cuando es de día, hay un papel que dice: la literatura es un juego.




Tras el almuerzo, la nieve está más helada y una señora que arranca lo blanco de su puerta nos observa deslizarnos cuesta abajo. Parece que estamos llorando, pero no es verdad. Luego lloraremos, por no tener motivos.




Aquí en esta sala se cronometran las cosas, justo al contrario que en nuestra casa. Cronometramos tan poco que nos hemos quedado sin bombonas. Nuestro vecino es solitario y amable. Nos ha ofrecido dos ante nuestras caras de terror. A cambio ¿los restos del cocido de ayer?




He dicho que tras el almuerzo, a veces, me estorba la urgencia del que anda lejos, oficinado, al otro lado del tren y de la nieve. Lo pienso y sonrío por no morderme los labios. En la garganta, las horas lentas de cuando el sol de la tarde se entretiene en nuestros cuerpos, cuerpos que están desnudos y más o menos laxos, cerca de la ventana. La tarde así no tiene más remedio que aplastarnos


nos cogerá la tarde prevenidos


tú con tu piel improvisada


yo con los huesos transparentes


el tiempo


sin sobrar


se queda quieto.

jueves, 18 de enero de 2007


Uno y dos.

Picas como el ajo
en la punta de mis dedos
cuando tengo sed
y da el sol
y tú
picas como el ajo.

Dicen que vendrán heladas en mayo.
No me sé los horarios de los autobuses, pero ya salto al tren antes de que se cierren las puertas.
De pronto, es como si todo fuera una media sonrisa, de ésas de premoniciones y caprichos.
Las piedras son tan extrañas.
Yo desayuno al sol cuando no hay niebla, introduzco en mi boca fruta untada con miel de Carrapateira y el café dura de diez a doce.
Los días son largos, mansos.
Pero os echo de menos, eso sí.

jueves, 11 de enero de 2007


Feliz día undécimo.

Estoy de mudanza.

Allá arriba no llega ni el periódico.

Pronto vuelvo, y me sumerjo.