viernes, 31 de agosto de 2007

Cuánto tiempo durará este mar,
paisaje lejano de órbita infalible.
A veces apunta directo al corazón
y el disparo es silencioso como un duelo.
Las flores, aquí, están batallando,
cada hora muere una,
completamente absorbida por la luz.
Y el calor qué nos depara,
ahora que se está acabando.


(Foto de Patricia Hierro)

domingo, 26 de agosto de 2007

Para que no me duela el mundo
por las mañanas
abro de par en par todas las ventanas
y observo con detalle
cómo ha caído la noche,
la huracanada.
Atiendo a los sonidos
de los fuegos,
parto en trozos una manzana blanca
y pienso:
hoy
habrá
tiempo
para
todo.
Luego el café me sabe raro,
porque mi lengua,
aún en la cama,
ignora la vital importancia
de más o menos azúcar al paladar,
mientras mis ojos,
hipnotizados,
buscan el profundo sabor
que extraen las abejas,
peludas maniáticas,
de la lavanda.
Para que el mundo no me duela
por las mañanas,
coloco tus dedos
uno a uno
en los lugares invisibles
y blandos
y chupo de tus uñas
los restos anteriores del amor.
Para que no me duela el mundo
que hay en tus ojos
dejo que me adelantes en el camino,
que seas tú quien encuentre
una piedra plana al borde del río
donde podamos desnudarnos
y olvidarnos
del dolor de los amigos.
El agua caudalosa
aun en agosto
esconderá el rumor
de los miedos infinitos
y los cangrejos rojos
y las libélulas
y tanta naturaleza amante
y tú y yo apartados
de la ciudad.
Para que no me duela el mundo
por las mañanas
mordemos ciruelas en lo silvestre
y guardamos silencio,
y así
la calma.



miércoles, 22 de agosto de 2007

Sabemos que no sólo consiste en cruzar por los pasos de cebra cuando el semáforo se pone en verde, ni en la forma oblicua en que caen las pesadillas sobre tus sueños, por las noches.
Orinar en un tubo de plástico y sentir el calor de tus líquidos dispuestos a ser examinados siempre resulta un poco ridículo y también un poco tenebroso. Unas pequeñas partículas blancas, como cera fría despegada de una mesa, flotan a su aire dentro del recipiente.
¿De verdad eso es información privilegiada?
Por favor, no hablemos ahora de los litros de sangre extraídos por un minúsculo agujero de tu ancha y obediente vena.
Cuando tu vida es un hilo dental estirado al máximo, sin barniz de mentol, el porvenir no tiene importancia. Digamos que ni siquiera existe.
Pero anoche, él lo definió perfectamente: no es lo mismo navegar un estrecho río que llegar al océano.
En cualquier caso, yo intentaré con firmeza no creer en nada de lo que pienso. Porque, qué demonios, esto de alrededor no tiene ninguna pinta de océano y a mí, en el abrazo nudo de emociones inconscientes que me agarra el pecho, a intervalos entre la paz y el crispado futuro (terrorismos, cobardías), todavía no me han crecido escamas.



domingo, 19 de agosto de 2007

Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.

Wislawa Szymborska
Traducción de Elzbieta Bortkiewicz



sábado, 18 de agosto de 2007


Voy en el tren, está anocheciendo.

Me alegro de haber cogido este tren de luces naturales que se apagan y neones que se encienden. He sangrado allá arriba, en la montaña.

He escrito. Hasta el principio del esfuerzo, del bloqueo; luego lo he dejado. Me he echado a dormir una siesta sin arrepentimiento, profunda, de las que alivian el dolor aunque los sueños sean espesos. No es como otras veces.

Ahora me siento ligera (¿ligera?), con las piernas blancas, encerrada en mí; los minutos pasan rápido y me da pereza ir a todos sitios y a la vez me da igual. Sé que no tengo fuerzas pero, en este momento, si estuviera en medio de un estadio, con un estruendo demoníaco de música en directo, me movería al compás de los graves, uno, dos, despacio, y creo que estaría ausente y feliz. Incluso preparada para fumar y beber algo fuerte y caliente, que apriete rápido pero que no haga delirar. A lo mejor también el yugo, la mano delictiva, asesíname o algo parecido.

Es milagroso cómo desaparecen los temores con la sangre (dos trenes acaban de rozarse a una velocidad imposible y yo he agradecido el temblor). No es que todo me dé igual. Es que estoy algo dormida, algo enterrada, hinchada por dentro.

Tú puedes arrastrarme hasta el infierno y obligarme a bailar (pero sé que no vas a hacer eso). También puedes venir, delicadamente, abrir mi vientre con un corte afilado y profundo, separar mi carne a los costados y rebuscar entonces, entre mis vísceras, ese objeto brillante que hace tiempo perdiste.

jueves, 9 de agosto de 2007



Yo no conocía estos veranos frescos. Sólo hace calor si te tumbas en la hierba, sobre un edredón brillante, color crema, que atrae tanto al sol como a las moscas. De pie corre una brisa que, sin ser fría, me pone la piel de gallina. En lo único que se parece este verano a aquellos otros es en que compro y leo libros con una sed de infante (Ryu y Haruki Murakami, Ishiguro, Toews, Kureishi). No sé qué pensarán los vecinos si me ven aquí extendida, con una falda de flores y sombrero de paja en la cabeza, soportando el sol agudo de las montañas, resguardada en el suelo de la brisa, completamente sola. A lo mejor piensan la verdad, que me he caído rendida, buscando una palabra sonora, volátil, estúpida, una palabra inodoro y a la vez rendición, una palabra infinita con la que conquistar este agosto amortiguado de golpes y sombras, este mes escurridizo y sin personalidad.

Lo del mar es otra cosa, ya se sabe. El mar tiene el sentido de lo único y no importa, entonces, cuáles sean las congojas impostadas. El vértigo del mar es lo contrario del vértigo.

Si cuando juntas tu frente con la mía (y afuera el barrio arde en fiestas coloridas) yo me pongo a observar el mapa que hay colgado sobre la cama, olvido nuestras preocupaciones, las de ambos. Porque veo claramente que el estrecho de Gibraltar antes no existía (y tampoco, entonces, el del Bósforo, igual que en ningún caso el bulto saliente de Brasil tenía sentido alguno), y empieza la cadena de grandezas directamente proporcional a mi miniatura. Todo esto tiene que ser una farsa, un juego loco, los minúsculos aquí, bajo los flexos, con tanto empeño y tanta cuerda de sangrar, debatiéndonos absurdamente con la poca cordura y las muelas apretadas, mientras allá lejos, alrededor, en todos los lugares posibles que no nos caben en la mente, la vida es otra cosa más injusta y más hecha de materias planas. El alejamiento de las placas, el ozono, el bruto aire congelado.

Qué ridiculez.

Pero nos queremos a pesar de eso y no de forma inevitable, aunque quién sabe. Quién sabe si no seguiríamos amándonos por encima del calentamiento del planeta y de los exterminios de las flores y del hundimiento de nuestro continente favorito, amándonos así, a intervalos lluviosos e irregulares, con bolsas de climas fríos bajo los brazos, mientras las fronteras se separan para siempre enfrentando en la distancia nuestros bosques calcinados, nuestras reservas agotadas, y nosotros, ya ves, olvidados, perdidos, mirando el mar para pensar en otras cosas, queriéndonos sin remedio en mitad de tanta tontería y tanta catástrofe.