domingo, 30 de noviembre de 2008


De qué me sirve, acaso de qué te sirve, que el corazón se me encogiese como si doliera, o acaso me doliera como si encogiese. En la pantalla plana veo el rostro de una niña negra como el tizón labios de acero, el gallo blanco cacarea alrededor, sus plumas cuando se manchen serán de oro, y con los ojos amarillos de la selva, ella aguantará el ritual de purificación que demuestre ante sus familiares

cabra que muere por tu lanza

que sus manos descuartizaron cuerpos sin culpabilidad.

Y sin embargo, las tripas de la cabra son blancas y no siempre desvelan el horror, niña con manos de costurera, niña machete revolucionaria. De qué me sirve, de qué, mis dedos se enredan en mi cabeza cuando veo pantalla plana encuadre apaisado cómo alguien ceño fruncido lava tu pelo rizado con guantes de látex, aguja esterilizada en medio de la úlcera que asola el pie, tu oreja es tan perfecta, tu cráneo chico, te capturaron de noche los rebeldes como si tú fueras un soldado, uno descalzo y sonriente, la rebeldía hiere a la selva, y quizá vuelvan.

No tienes nariz, no tienes labios.

Dos agujeros se te abren por la cara como fosas, por los que respiras.

Yo no puedo menos que avergonzarme por mi dolor.

Corre en la noche, Kilama, fuera de tu poblado. Ve y busca tus brazos otra vez.

Los míos son demasiado largos, y para qué.


jueves, 27 de noviembre de 2008


A Pablo

Extracto de "Del orden de las cosas", del libro Luz de día, 1963, de Blanca Varela:

Y ya con esto hemos avanzado algo. Hemos aprendido a perder conservando una postura sólida y creemos en la eficacia de una desesperación permanente.
Recomencemos: estamos acostados bocarriba (en realidad la posición perfecta para crear es la de un ahogado semienterrado en la arena). Llamemos cielo a la nada, esa nada que ya hemos conseguido situar. Pongamos allí la primera mancha. Contemplémosla fijamente. Un pestañeo puede ser fatal. Éste es un acto intencional y directo, no cabe la duda. Si logramos hacer girar la mancha convirtiéndola en un punto móvil el contacto estará hecho. Repetimos: desesperación, asunción del fracaso y fe. Este último elemento es nuevo y definitivo.
Llaman a la puerta. No importa. No perdamos las esperanzas. Es cierto que se borró el primer grumo, se apagó la luz de arriba. Pero se debe contestar, desesperadamente, conservando la posición correcta (bocarriba, etc.) y llenos de fe: ¿quién es?
Con seguridad el intruso se habrá marchado sin esperar nuestra voz. Así es siempre. No nos queda sino volver a empezar en el orden señalado.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Estreno columna
en la revista literaria
LOS NOVELES.
Mi columna se llama La Menuda,
es un personaje de un cuento con el mismo nombre, al que he lanzado a la realidad virtual.
Gracias a Salvador Luis por el entusiasmo y el buen hacer,
y felicidades a él y al resto de colaboradores.
Larga vida...

viernes, 14 de noviembre de 2008

Cubrieron la magnolia
con sus cuerpos
entera la cubrieron
ya nada podía verse
un solo pétalo
carnecita lechosa
nada.
Cubrieron la magnolia por si acaso
cuando ellos estuvieran asfixiados
azules como tu jersey nuevo
por si acaso
para cuando todo terminara y no les quedara
ni migaja
de la energía, de la práctica, del consuelo
sólo la mentira
compañera ya
puta maternal
para entonces
tendrían una magnolia
excusa en flor
algo vivo y frío
que ofrecer en sacrificio por sus vidas.



viernes, 7 de noviembre de 2008


El polvo levantado en mi casa en los últimos tiempos lo han removido estos dos nuevos habitantes.
Por ahora se portan bien, están calladitos.
Aquí os los presento.

Cuatro veces fuego puede comprarse ya en Madrid en la librería Tres Rosas Amarillas.
Y en general, ambos, en cualquier sitio, si se les pide al librero en cuestión (se supone).

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Es como si la habitación estuviera llena de polvo, los muebles completamente amarillos por la luz opaca de la tarde que entra y me deslumbra y así nada es posible.

¿No ocurre a veces que uno se vuelve estéril cuando tiene tantas cosas que contar?

Y dijo Onetti Dejemos hablar al viento, y el viento suena hoy.

Yo te espero detrás del portazo.