domingo, 29 de julio de 2007

Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.
La flor piensa: "Es como una flor".

Julio Cortázar


Mi último día de trabajo, antes de las vacaciones, estuve revisando estos textos. Me refresqué la memoria y la sensibilidad. El último día de trabajo fue largo y arrastrado, pero tuvo esta feliz laguna.
Me voy unos días; zarpo.
Y vuelvo pronto.
Acuéstense debajo de las flores, compañeros.




domingo, 22 de julio de 2007

Ya no hablo de los animales de la noche
porque están todos hibernando en mis recuerdos
dispuestos a extender sus alas cristalinas
de textura sedosa como el falso terciopelo.

Ahora los saltamontes vuelan torpemente alrededor
chocándose con los troncos de los árboles
mis pies sudan el césped y las hormigas
soldados voluntarios irritables
cruzan mis venas anchas y redondas.

Hay algo que me pierdo en ambos sitios.

Hay algo que se esconde en la memoria
que no llega a taladrar bajo la boca
una lengua ácida y a ratos malherida
siempre a la espera de una señal de alarma.





martes, 17 de julio de 2007


Anoche tu ojo izquierdo se desveló independiente. Recuerdo que yo intentaba concentrarme en un libro japonés que acababa de empezar. Las páginas brillaban, ordenadas y limpias, con esmero, como lucen las páginas de los libros recién estrenados. Pero algo había a mi lado que me entretenía, algo en un movimiento lento, vivo pero fijo. Tu ojo izquierdo, del mismo inmenso tamaño que el derecho, estaba enterrado bajo tu flequillo oscuro y revuelto, más abajo de la frente. No sé cómo explicarte que todo tu universo estaba concentrado ahí, en una mirada unidireccional rebosante de ternura y amplitud. Yo estaba fuera, es cierto, pero pude ver la niñez del amor y los montes altos del deseo colmado. El resto del cuerpo se extendía hacia abajo, horizontalmente en el colchón y paralelo a mis huesos. Era un peso suave, un calor imperceptible: por un momento quise que no hubiera distancia, que no hubiera realidad, quise ser tu ojo izquierdo, batiendo el aire con sus largas pestañas, transmitiendo señales o incluso palabras: barco, tobogán, amuleto. Minutos antes habíamos decidido no follar y nos habíamos entregado a menesteres satisfactorios y plenos. Las manos, la boca lenta y los vértices, el colmo de la humedad. Nosotros no somos uno, somos dos, y sin embargo me has dado de comer durante estos últimos días, has adivinado varias veces mi rezongado pensamiento (alquitranado) y también me has prometido amantes para el futuro. Pero tu ojo izquierdo me saluda, me lleva a la infancia, a la parte de la infancia en la que todavía somos adultos, seres durmientes y dolientes que pueblan una casa de caricias, de persecuciones, de la larga conversación de los almuerzos, para luego amanecer a cualquier hora, sorprendidos del vértigo, de la repercusión de la piel, de las acrobáticas maniobras que adopta el mundo justo en el hueco que separa tu ojo izquierdo de mi clavícula y mi libro japonés.

sábado, 14 de julio de 2007





Fue todo un sueño

Bajamos del andamio y ya no estábamos

Pero el amor

rompía el universo

o lo descomponía

con tu llanto

y tu risa

y tu amor lleno

de todo lo que cabe en este mundo

Todos quieren tenerte

mas yo no

yo no te quiero aquí desconsolada

quiero verte en la brisa

y en la sangre

y en todo lo que quepa que sea tuyo

Paco Cumpián

(y entre los vasos y los chipirones, con el olor suave de la sal, Bárbara se hace un hueco con las manos y recita este poema de su padre, y las espinas blandas por poco se nos quedan encajadas, y Paco ríe.)


Dejar Málaga como intacta,
con su luz de mañana larga y fresca,
sus adoquines nuevos,
su arena negra.

Alejarse otra vez,
pero nunca trayéndome la nostalgia
de los años en los que no sabía
que también el Mediterráneo
tiene dulces bienvenidas.

Las sardinas pequeñas,
el vino tinto,
los ojos desbordados de Bárbara Zagora,
las palabras míticas de Paco Cumpián.
La anarquía cuando funciona
es deslumbrante.
Es una casa vieja
de muros encalados
con frases a graffiti y colores chillones.
Es la tranquilidad de un retrete apartado
por cuya ventana alta chillan las gaviotas.

Pasar por la puerta del Road House cuando es de día
y desayunar fruta en la plaza de la Merced.
Un baño a mediodía y todo junto:

los amigos poetas
(de noche, todos los amigos son poetas:
Patri que declama la Bohemian Rhapsody
hasta el aplauso
Laura con los ojos pintados de Picasso
y mi Inma fugándose a un hotel),

los libros encontrados,

el ruido de las chanclas por las calles del centro.


Siempre es verano en Málaga.

Y Cumpián en un vídeo
recitando poemas
lleva puesto un jersey de lana negra,
por lo que deduzco,
asombrada,
que el invierno en el Árbol de Poe
es un sofá mullido de cuerpos de mujeres
que pasan lentamente
las páginas del sol.




Menudo atardecer,
amigos míos,
menudo el equipaje que me llevo,
el tren se va alejando,
y a mi lado el amor.

jueves, 5 de julio de 2007



Voy a bajar. Pero no tanto esta vez, dejo el estrecho intacto. Y sólo unos días, que serán cortos.
Un poco de Huelva, que debe de estar cálida y con color a tinto con casera, un paseo rápido por Sevilla, para chocar unos vasos fugaces con los amigos, y el último destino, el martes día 10, será Málaga, donde voy a leer unos guardatuamor y otros más antiguos.

Vinoteca Barbechera. C/ Sánchez Pastor, 10. A partir de las 21.00 h.



Quién sabe, a lo mejor a alguien le coge cerca y entre todos hacemos fiesta de disfraces.

Quiero dejaros aquí algo que he hecho con Paco Cumpián, con Jesús Aguado y con 32 mujeres (de hecho, el origen de que yo siga yendo a Málaga a leer cuando hace calor, aunque aquella vez fue primavera y todo estaba revuelto, precioso y obstinado).

Y como no sé hacer eso que se supone que es muy fácil de insertar un vínculo y clic, magia, pues os lo anoto tradicionalmente, y quien quiera asomarse, que se asome:


Título: Mujeres que sueñan
Jesús Aguado
(Selección y prólogo)
Año Edición: 2007
Precio: 6,01 EUR
Colección: PUERTA DEL MAR


Obra de creación poética con textos de: Cristina Peri Rossi, Chantal Maillard, Olvido García Valdés, Isabel Escudero, Clara Janés, Menchu Gutiérrez, Ada Salas, Blanca Andreu, Luisa Castro, Elena Medel, Concha García, Eli Tolaretxipi, Elsa López, Lidia Bravo, Julia Otxoa, Coco Rodríguez, María Eloy-García, Isabel Bono, Charo Prados, Pilar González España, Marifé Santiago, Sunny Singh, Mónica Cavallé, Electa Arenal, Lara Moreno, Amalia Bautista, Gaia Danese, Mercè Company, Noni Benegas, Mercedes Escolano, Elica Ramos, María Navarro y María Cinta Montagut.

(Lo ha editado Paco Cumpián, en su imprenta artesanal, y lo ha publicado CEDMA.)

(Y no sé poner la foto ahora. Es muy tarde. Se me acaba la noche.)

Felicidades a todos, por el verano.



lunes, 2 de julio de 2007

Un solo de saxo largo
millones de minutos
luego el piano
he comprobado el cuchillo
en la carne
de mi antebrazo
sin llegar a sangrar
por supuesto.

Por momentos se me olvida
que nada tiene que ver
la voluntad
con los vértices.

Así, y no más,
es mi delirio adulto.
Cansino,
de piernas doloridas
y una duda traidora
que no me aprieta el pecho
sino que se limita
a revolotear
alrededor de mi cara
como un insecto sucio
y ya inútil.

Erróneo diagnóstico.
Siempre equivocarse con el dolor.
Lo que no daña verdaderamente
se acaba convirtiendo
en una ambigüedad
de edificios encendidos
y un silencio
de amanecer
en una ciudad de la que ya te has alejado.

Parece mentira.
Vuelvo a sangrar,
una vez más,
periódicamente
después de catorce años
(ya no sé si mi cuerpo
es un reloj o una letanía).
Y las ocasiones en
que me traspasaron el corazón
con los dientes apretados
y la conciencia sucia
(que es como deben estar
las conciencias),
yo me negué a la cuenta atrás,
a deshojar las sábanas,
los asientos,
las baldosas.
El calor en los riñones
me recuerda
que tengo una cintura
y unas piernas llenas
de venas apretadas
de conciencia insomne
de piedras

el solo hecho
de entregar el sexo
en una herida.