jueves, 21 de enero de 2010

También la Menuda cambia de año.
Los Noveles 2010.

martes, 19 de enero de 2010

Metamorfosis del deseo:


de calibre 45

infalible

dos mil doscientos vatios

o algo así.


No hay caballos desbocados.

Hay ternura.

Hay la aparición de un ceda el paso que siempre fue un stop y un paso de cebra donde los coches no te ven cuando cruzas: te atropellan.


El viaje al hospital es largo, cansado, demasiado consciente. Querrías morir de amor bajo su cuerpo pero eso es imposible, el colchón fresco en el que yaces pertenece a una camilla con ruedas que atraviesa la sala de urgencias.


La urgencia no eres tú. No es lo que toca en este momento de tu vida. Quizá en el quirófano las luces ciegan tu memoria: ¿bailamos toda la noche?, ¿estuvimos dando saltos hasta el amanecer?, ¿había una chica guapa con unas gafas verdes de montura gigante y sin cristales?


Los cristales del coche explosionaron a tus pies, fue una pequeña lluvia de miedo. El sitio donde no tienes que estar es de donde no quieres moverte. La camilla está fría y el sudor de tu cuerpo empieza a humedecerlo todo.


Sin embargo, tu conciencia está seca.

Comienza la memoria a hacerte daño, la lejanía de todo, el dolor en las costillas.

¿Por qué no lo abrazaste hasta el invierno?

Si todo era mentira.

martes, 12 de enero de 2010




Nos han cerrado la entrada a la muralla de esta ciudad católica de piedra.
Entre mis manos llevo un almanaque chino del año dos mil diez. Está cubierto de purpurina y los dibujos son al relieve.
Es bastante disparatado pensar que pudiéramos hacer nuestra vida en habitaciones de hotel.
Pero son ellas la representación de las relaciones: depositar los objetos en el baño, junto a las blancas toallas dobladas, salir al balcón.
Hacer el amor con ánimo de fiera para luego discutir y fumar sobre la cama antes de acabar haciendo de nuevo el amor con un poco más de delicadeza pero sin compasión.
Cuando te marchas, al día siguiente, tras haber recorrido la ciudad sin percatarnos de su aburrimiento, mirar bajo la cama, dentro de la bañera: que ningún rastro nuestro sea definitivo para encontrarnos.