sábado, 27 de junio de 2009

Credo de Nicea-Constantinopla

Cuando uno tiene una obsesión.

No hay libro que te alivie, poeta que sobrecoja tu cadáver, dato biográfico que actúe como luciérnaga en tu

inmenso

zumbido

de insecto

tu pesadilla.

La obsesión te separa de la vida.

Si la escondes te arruina el pozofango de tu propio espíritu en tormenta.

Si la aireas, te miran como a un loco.

Es lo que eres.

Un loco que se arrepiente de la realidad.

Por las noches, la lanzadera del sueño tirita en sus raíles: has entrado en lo prohibido, en lo que no existe.

Te revuelcas.

El mundo es como quieres, pero tan oscuro. A tientas agarras un cuerpo, lo confundes: el agrio sabor llena tu boca de mentiras.

La obsesión es tu peligro y tu inconsciencia.

Es la daga que cortará tu futuro.

En el prado enigmático de tus ojos velados, no distingues el morbo de la ciencia ficción.

Cabizbaja, ausente, tu mente se desliza por los grumos.

Tienes razón, el mundo podría estar hecho a tu medida.



martes, 23 de junio de 2009

El sol cae fuerte sobre mis piernas desnudas y mis pies sucios. Veo la blancura de mi piel desaparecer en un contraste de poca definición, quemada la imagen por exceso de luz.

Posiblemente aún con la cara desfigurada, observo unos cactus desbordándose de sus tiestos resecos, y muchos tejados ennegrecidos. Me llaman las gaviotas químicas desde la Barceloneta.

Uno nunca escribe sobre las largas noches de baile. Sobre los sonidos estridentes y rítmicos, sobre el saco de huesos de Chernóbil que somos todos moviéndonos, dando pequeños saltos en una pista de cemento llena de plásticos rotos.

Las mañanas bochornosas sin color, y los cuerpos abotargados en las aceras esperando a que vengan los coches a recogerlos.

Pero hay un punto delicioso y deslizante en ese frenesí caótico que consigue arrancarnos de la vida o devolvernos a ella sin ningún precio que pagar por la realidad.

El conservadurismo de nuestros cuerpos nos recordará al día siguiente que no éramos dioses ni espectros.

Pero la fragilidad no existe en las noches de verano, cada vez más escasas y espaciadas.

Es curioso pensar en cómo llegará un momento en que lo abandonemos todo.

No sé si la renuncia es progreso o destrucción.



viernes, 19 de junio de 2009

Y dijo MARA PASTOR...

... la literatura

me ha podrido la vida que soñé de niña
y le ha hecho una casa sin ventanas,
la literatura me tiene de rehén mirando
hacia la casa, lamentándome.


[De El otro día nos volvimos a ignorar, resto del poema, y mucho más, AQUÍ]

martes, 16 de junio de 2009

I believe in a better way


Sonreír como esquilar una oveja: un proceso de desestructuración que enseña el hueso de la vida.

Yo creo en una forma mejor.

No me gusta caminar sobre ascuas pero sí quemarme con la punta del cigarro.

A lo mejor quemarte a ti hasta que chilles y conviertas el abandono en estridencia.

Lo que parecen buitres son águilas de enormes alas y, la verdad, nada me importaría que fuesen buitres cazadores de lo sórdido y en vez de palitos llevaran un pellejo arrancado entre sus garras.

Como yo, que es la primera vez que llevo un peine en el bolso, y además es amarillo, y además no lo quiero para nada.

Pero si viene alguien a registrarme, a falta de una violencia mejor, tendré púas que clavarle al asesino.


martes, 9 de junio de 2009

Caïn

Detalle de Caïn, de Fernand Cormon


Higo chumbo, rencor, sueño aplazado. La chumbera, el girasol, la mala vergüenza. Espina tras espina arrancada a escondidas sin pasar por el alto de tu casa con el resplandor fresco de los patios donde tu madre, quizá sentada en el centro, pesada en una silla, nos da la bienvenida y nos castiga. Las manos dulces de ella por la tarde, el rosco recién hecho cubierto de azúcar, la tiniebla del café con leche y esa nata vomitiva. Sin embargo a la noche las manos duras de tu madre trabajando siempre la misma cosa, entretenida y alerta, buscando ansiosa que el mundo se pare para ella y acabe el día para poder olvidarse de ti, de todos, de mí.


La espina que te queda de la infancia siempre es una nube amenazante o una figura lejana que no distingues en el horizonte porque el sol te hiere los ojos y de nada sirve que los achiques, el desconocimiento es doloroso.


Higos chumbos, campiña, prados de girasoles ordenados, cañizal. El cielo está demasiado bajo como para recordar. Perdona que no atine. Al final de tu casa había un piano que tocaba aquella vieja a la que nunca me hubiera gustado tener por abuela. Cuando estrenábamos zapatos e íbamos, temprano todavía, a las fiestas, había que pasearse frente a ella, casi reclinarse, y sus palabras sonaban frías junto a las tuyas, como una oración respetuosa. Luego, en la calle, liberadas, las piedras de la calzada, desiguales y bultos, nos destrozaban las suelas finas del verano.


Te preguntarás que por qué me dedico a hablar de tu madre o de tu abuela en vez de las mías. Todavía existen pequeñas granjas junto a las vías del tren, huertos desordenados y privados, una centena de ovejas, gallinas, incluso un potro. Todo un poco triste, sí, desordenado, pero existe. Y en una gran alberca que riega los campos, tres patos marrones. Recuerdo a tu familia y no a la mía porque inventarme la oscuridad de tu casa me hace menos daño que recrear el patio luminoso donde una vez viví: que no se olvide nunca que todo es la falacia de la luz y la palabra: mundo reconstruido y revivido: la misma arquitectura de la mente: liviano fluir del pensamiento intermitente: no sirve de nada la certeza: déjame mentir.



viernes, 5 de junio de 2009


¿Y al final es la huida la única inteligencia emocional?

miércoles, 3 de junio de 2009

Aún no está decidido

Que escapemos sin ser torturados, que muramos de muerte natural, que volvamos a padecer hambre, rebuscando mondas de patatas en los cubos de basura, que nos empujen como a manadas -lo hemos visto. Que aprendamos tal vez el modo de comunicarnos dando golpecitos de celda a celda, que espiemos al prójimo, y el prójimo nos espíe a nosotros, y al oír la palabra libertad tengamos que llorar. Que nos refugiemos a tiempo en una cama blanca o que nos aniquile el céntuplo hongo atómico, que logremos morir con una esperanza -aún no está decidido, nada está decidido aún.

Marie Luise Kaschnitz (Karlsruhe, 1901-Roma, 974)
Aún no está decidido
Traducción de Hans Leopold Davi