domingo, 26 de septiembre de 2010

viernes, 10 de septiembre de 2010

He lanzado tooodos los papeles al aire. Solo había 47 páginas, el resto estaba agazapado en una Carpeclassic azul con gomas. Menos mal. Las 47 páginas han volado (poco, confieso) por el cielo de mi habitación y luego han caído al suelo, alguna se ha escurrido por debajo de la puerta. Recógelas, me ha dicho, no dejes eso ahí ni un minuto más. Y no las amontones encima del escritorio, ordena las páginas. Con el trabajo de uno no se juega. El trabajo de uno hay que respetarlo.

¿Y con qué voy a jugar entonces?

El trabajo de uno es una condena. O a lo mejor la condena es uno mismo.

He dejado todas las páginas abandonadas por el suelo durante un rato. He recogido los folios y los he amontonado sobre el escritorio. Lo he ordenado todo: 26, 43, 35, 16, 24, 11, 31, 6… Entonces luego: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7…

Bla bla bla.

Ya no te quiero.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Regreso o bienvenida



La noche puede alargarse durante años.
[Ten cuidado.]