jueves, 18 de enero de 2007


Uno y dos.

Picas como el ajo
en la punta de mis dedos
cuando tengo sed
y da el sol
y tú
picas como el ajo.

Dicen que vendrán heladas en mayo.
No me sé los horarios de los autobuses, pero ya salto al tren antes de que se cierren las puertas.
De pronto, es como si todo fuera una media sonrisa, de ésas de premoniciones y caprichos.
Las piedras son tan extrañas.
Yo desayuno al sol cuando no hay niebla, introduzco en mi boca fruta untada con miel de Carrapateira y el café dura de diez a doce.
Los días son largos, mansos.
Pero os echo de menos, eso sí.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá seamos nosotros más extraños que las piedras.
Todavía más.
Y más esa chica que clava las imágenes en los ojos como con chinchetas de pincho largo.
¿Quién?
Esa.

Anónimo dijo...

Os admiro
por la soledad
por la sed de edad
por la seriedad

Por el sol
con el que desayunas
por el ayuno
cuando no hay sol

Os miro
de lejos
con seriedad
sin soledad


(y me pregunto qué me daréis a leer dentro de dos años. Admirado)

Reb dijo...

El cristal que se ve en la foto ha estallado con el frío.
Ahora todo está lleno de puntas afiladas que tendremos que recoger el día que decidamos empezar con el jardín. Dentro de dos años quién sabe. Sólo espero que no pique. Que nada pique tanto como el ajo.

Anónimo dijo...

Que bien, y que lejos, pero tan cerca. Los extraños seremos nosotros seguramente, que desde la altura ves caminar sin rumbo, te has salido de Madrid pero de vez en cuando te veo doblar en alguna esquina.
Besos

Anónimo dijo...

Que importa si nieva en mayo, al fin y al cabo, aquí en Madrid, las heladas te traicionan todo el año. Pero eso sí, si sucede, y ves que es cierto que el sol puede derretir cualquier nevada, no dejes de contármelo.

Anónimo dijo...

El ajo... qué personaje, eh. El gajo de ajo pica del carajo, dice el reflán que me acabo de inventar. El ying y el yan de la gastronomía, el ajo: pica que da gusto, pero da un aliento capaz de matar; tiene mil propiedades milagrosas pero si te lo comes cocido por error da un asco inhumano... el ajo.

Y esto a qué venía... mmm, no sé. Bueno, da igual.

Me mola tu rollito lucasiánico, poetisa Larisa.

Anónimo dijo...

Pues yo espero que sí. Que pique. Que duela. ¿Para qué, si no, tanto de tanto?

¿Es que vamos a sacar el corazón a pasear por la calleja de la Indiferencia, esquina Aburrimiento?

Lara dijo...

¡Chicos!
No me da tiempo hoy a colgar una entrada, pero sólo deciros que hoy ha empezado a nevar.
Que hay ventisca.
Que hace frío.
Que el paseo que he dado para deciros esto ha sido sorprendente y aparatoso, pero que ahora mismito me vuelvo al escritorio, al rojo y blanco de mi habitación con vistas, al calor.
Besos, besos, besos...

Anónimo dijo...

Nieve neblinosa, Laruska siberiana. En tu nueva siberia no hay playas, pero la piscina okupable aquella no tenía mala pinta.

Anónimo dijo...

Ponte la bufanda!!!
Quiero estar en las montañas.
(Besos, Heidi)

Lara dijo...

Vengo de nuevo a internet y de nuevo me dicen que hay un curso o qué sé yo y que tengo que volver mañana. Venía con documentos para las playas y aquí, pero no podrá ser. ¿Mañana? Llevo tres pares de calcetines, entre otras cosas. El sol se está poniendo ahí al fondo y hay rasguños rojos por todos lados. Un preciosidad, sí, pero un frío de la hostia. La bufanda me está ahorcando. Besos. Besos.

Anónimo dijo...

Consuélate (por los pares de calcetines). Si has visto en mis ángeles la foto de mayorzote, con casi cuatro añazos, y leíste el comentario de que poco después, antes de cumplir los cinco, iba solo al colegio, es porque mi amigo Fernandito A. iba solo (la vuelta la hacíamos juntos).

Pues bien, Fernandito tenía 11 hermanos. Alguna vez hasta comí en su casa sin que su madre se diera por enterada (no es que no se enterara, es que le daba lo mismo).

Ella y las dos asistentas lavaban los sábados y el domingo por la tarde entregaban a cada hijo los 7 calcetines de la semana. Mi amigo, para evitar que algún hermano le quitara unos, aparecía el lunes con los 7 pares puestos y los pies "restallando" dentro de los zapatos. Cada día descartaba los del interior, así que el domingo aparecía con un calcetín en cada pie (esbelto pie). Hablamos de una ciudad mediterránea, hablamos de otoño, primavera, verano e invierno. (Y hablamos solo de calcetines, claro, que había más de la parte de dentro y de la parte de fuera).

Aún así, me daría mucha risa verte el pie con los tres pares, porque además seguro que algunos son gordos y de lana. ¡Frío! ¡Ya era hora!

Reb dijo...

Yo tenía 4

Anónimo dijo...

¿Calcetines, Reb? ¡Pues más risa todavía!
¿Años cuando ibas sola? ¡Pues más ternura!
Di cuatro de qué, Reb, que yo sabre ver los cuatro como los ángeles sabemos verlos.