Se acaba el té nocturno y empiezan las reconstrucciones.
A veces me gustaría ver en blanco y negro, olvidarme de los matices.
No está de deseos la noche, y las protuberancias del mundo me asaltan por la espalda y por los ojos (tengo los auriculares puestos y no las oigo llegar, son invencibles; para escribir he de dejar los párpados subidos, son insistentes).
Hoy no nieva en mi parte de la cama, y dicen que al otro lado piensan los escalofríos por sí solos, pero yo no sé, Granada queda lejos a esta hora y será largo el nocturno, será obligado.
Olvidarme de los matices, de la proliferación de insustanciales sustancias.
He olvidado el nombre de ese local subterráneo donde ponían música en desorden y proyectaban en las paredes películas porno de los años sesenta.
He olvidado el sitio donde colocaba mi mejilla para oír los temblores de las ruedas que les salían a los caballos en las piernas, los caballos que se estrellaban contra mi ventana cerrada y atravesaban el tiempo descuidado de mi cuerpo.
He olvidado el humor repentino de las olas del Guadalquivir, tan mortecino.
He olvidado las palabras que dijiste antes de que la lanza te cruzara el pecho.
He olvidado las palabras que dijiste mientras sacabas la lanza de tu tórax.
He olvidado las palabras que dijiste cuando me clavaste esa punta afilada y roja a la altura de donde pensabas que yo llevaba puesto el corazón.
He olvidado que prometí abastecerte de dulzura.
He olvidado que hay un lugar para hacer conjuros: saltos de altura miniaturas rozaduras de la piel.
No he olvidado cosas pesadas como plomos de pesca, no he olvidado que en el entrecejo tengo un baúl lleno de nervios negros, no he olvidado los misterios.
Olvidar los matices.
Alquilarse un planeta y destruirlo.
Golpes de efecto de los sueños, verdaderas fronteras entre mi inútil mano izquierda y la derecha tan usada.
Silba un viento afilado como la lanza, recuerdo que tengo un hueco con tu nombre y suenan las espadas, me bato en duelo, te traigo dentro.
A veces me gustaría ver en blanco y negro, olvidarme de los matices.
No está de deseos la noche, y las protuberancias del mundo me asaltan por la espalda y por los ojos (tengo los auriculares puestos y no las oigo llegar, son invencibles; para escribir he de dejar los párpados subidos, son insistentes).
Hoy no nieva en mi parte de la cama, y dicen que al otro lado piensan los escalofríos por sí solos, pero yo no sé, Granada queda lejos a esta hora y será largo el nocturno, será obligado.
Olvidarme de los matices, de la proliferación de insustanciales sustancias.
He olvidado el nombre de ese local subterráneo donde ponían música en desorden y proyectaban en las paredes películas porno de los años sesenta.
He olvidado el sitio donde colocaba mi mejilla para oír los temblores de las ruedas que les salían a los caballos en las piernas, los caballos que se estrellaban contra mi ventana cerrada y atravesaban el tiempo descuidado de mi cuerpo.
He olvidado el humor repentino de las olas del Guadalquivir, tan mortecino.
He olvidado las palabras que dijiste antes de que la lanza te cruzara el pecho.
He olvidado las palabras que dijiste mientras sacabas la lanza de tu tórax.
He olvidado las palabras que dijiste cuando me clavaste esa punta afilada y roja a la altura de donde pensabas que yo llevaba puesto el corazón.
He olvidado que prometí abastecerte de dulzura.
He olvidado que hay un lugar para hacer conjuros: saltos de altura miniaturas rozaduras de la piel.
No he olvidado cosas pesadas como plomos de pesca, no he olvidado que en el entrecejo tengo un baúl lleno de nervios negros, no he olvidado los misterios.
Olvidar los matices.
Alquilarse un planeta y destruirlo.
Golpes de efecto de los sueños, verdaderas fronteras entre mi inútil mano izquierda y la derecha tan usada.
Silba un viento afilado como la lanza, recuerdo que tengo un hueco con tu nombre y suenan las espadas, me bato en duelo, te traigo dentro.
12 comentarios:
No hay lanza para los matices
ni danza, ni olvido,ni muerte
dela que uno no nazca
Suena mal el dolor de quien quieres. Pero, ¿ves cómo también a ti la vida te da material incandescente? No sé si hay que olvidar o recordar por toda nuestra existencia.
¿Qué supone el olvido, la desmemoria? ¿Qué nos trae el recuerdo perpetuo?
La lanza en el pecho, y el pecho que se llena de aire extenuado.
¡Brutal! Poesía pura y dura. Un directo a la boca del estómago.
Un estremecimiento leerte. Releerte después del primer impacto.
Tomo aliento. Vuelvo a leerte.
Un placer para mí veros ahí, una tras la otra, con vuestras hermosas palabras.
Carmen, la vida ES material incandescente. No suena tan mal el dolor, suena a dolor cuando lo hay; poca linealidad para estas líneas, mucha mezcla inflamable. Es retroactivo. Boomerang. ¡Qué ganas de un café con desayuno excesivo en el parador o en mi terraza! ¡Guapa!
Fíjate que no he dejado que entrara Igor ni ninguno de sus compañeros. Que he tardado un poco.
No voy a enseñar demasiado las cartas de la differènce (seguro que Reb sabe si ese es el acento adecuado) entre algunos y otros que hemos hecho y haremos vanity books (lo que me parece más que estupendo, fantástico, ni se te/os ocurra ver ahí la menor señal de algo que no sea gozo).
Pero esa diff. (ajá, me libré del problema del acento dejando la palabra del lado de la filosofía francesa contemporánea que la parió) tiene su peso incluso en los juegos. Me refiero a cuando muchos vemos la posibilidad de que cualquier escrito pueda tener un valor "general" para todos los que lleguen con posterioridad a libros que interesarán a colectivos amplios. En ese sentido, somos espectadores privilegiados (en tu caso y en otros que se andan por aquí).
Y acercándome algo más a lo que iba (voy a tener que dejar de leer a Sterne con urgencia), el valor del comentario que cuenta lo que le pasa a la amiga querida puede pasar al valor de lo que pasaba por la vida de la autora cuando...
Y todo se complica porque lo que no empezaba como "texto literario sino casi biográfico" (unas ganas de contar algo sin más), por la riqueza del bicho del lenguaje que la habita empieza a acercarse a ese texto "ajeno a la biografía propia que pasa a la sensibilidad colectiva".
Dicho más brevemente. El feliz desbocamiento (cumplido o no es cosa tuya saberlo), no sé muy bien eso, creo que se produciría, pasado el "peligroso momento surrealista", en el cuarto "He olvidado", o sea cuando aparecen las lanzas, momento en el que todo hijo de vecino nos podemos sentir implicados, porque ya no se habla de quien le nieva en Granada (y ahí nevar para qué, de qué me sirve). Se trata de lanzas que todos hemos sentido clavar y clavadas. Y ahora viene esta hija de la gran chingada y lo dice de una manera que decimos "Eso es, llevo 20 años teniéndolo en la punta de la lengua sin que acabar de salir".
Y al fin y al cabo, esa sería una posible y honesta definición de la poesía.
Y lo de las lanzas, una posesión de quien anda por las tierras por las que anduvo Don Juan (Benet).
"Alquilar un planeta y destruirlo"
Eso querría haberlo escrito yo.
Hay parejas para las que nunca fue suficiente el amor.
Lara,
Me acordé mucho de ti el viernes pasado: estuve viendo a Leo Minax, que sé que te gusta mucho (nos gusta mucho a las dos, esas cosas curiosas de la vida)...
Me ha encantado este texto, y sin ánimo de nada(ya sabes que yo vivo en otro planeta), te diré que creo que ni aun viendo en blanco y negro escaparíamos de apreciar los matices. Sólo que éstos serían una escala de grises, pero ahí seguirían, tercos, complicando la existencia...
Un poco gris, un poco menos gris, un poco más blanco, casi negro, gris marengo, gris perla, blanco sucio...
Muchos besos y nos vemos,
Kika
David (¿qué David, de tantos?): qué razón tienes.
Kika: tú también. Y me alegro de que disfrutaras de Leo por mí. Lo leí en tu planeta. Tuvo que ser bestial, pero... me lo perdí.
Besos a ambos.
Ya sé qué David.
Me alegro.
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