Anoche tu ojo izquierdo se desveló independiente. Recuerdo que yo intentaba concentrarme en un libro japonés que acababa de empezar. Las páginas brillaban, ordenadas y limpias, con esmero, como lucen las páginas de los libros recién estrenados. Pero algo había a mi lado que me entretenía, algo en un movimiento lento, vivo pero fijo. Tu ojo izquierdo, del mismo inmenso tamaño que el derecho, estaba enterrado bajo tu flequillo oscuro y revuelto, más abajo de la frente. No sé cómo explicarte que todo tu universo estaba concentrado ahí, en una mirada unidireccional rebosante de ternura y amplitud. Yo estaba fuera, es cierto, pero pude ver la niñez del amor y los montes altos del deseo colmado. El resto del cuerpo se extendía hacia abajo, horizontalmente en el colchón y paralelo a mis huesos. Era un peso suave, un calor imperceptible: por un momento quise que no hubiera distancia, que no hubiera realidad, quise ser tu ojo izquierdo, batiendo el aire con sus largas pestañas, transmitiendo señales o incluso palabras: barco, tobogán, amuleto. Minutos antes habíamos decidido no follar y nos habíamos entregado a menesteres satisfactorios y plenos. Las manos, la boca lenta y los vértices, el colmo de la humedad. Nosotros no somos uno, somos dos, y sin embargo me has dado de comer durante estos últimos días, has adivinado varias veces mi rezongado pensamiento (alquitranado) y también me has prometido amantes para el futuro. Pero tu ojo izquierdo me saluda, me lleva a la infancia, a la parte de la infancia en la que todavía somos adultos, seres durmientes y dolientes que pueblan una casa de caricias, de persecuciones, de la larga conversación de los almuerzos, para luego amanecer a cualquier hora, sorprendidos del vértigo, de la repercusión de la piel, de las acrobáticas maniobras que adopta el mundo justo en el hueco que separa tu ojo izquierdo de mi clavícula y mi libro japonés.
20 comentarios:
Tal vez de Murakami? Recién terminé de empaparme de la historia de Naoko, Hatsumi y Midoro, y mira que sería casualidad.
P, con un pie aún en ese libro y otro en un aeropuerto, te manda besos con los dos ojos puestos.
Lara. Tienes toda la razón, da como escalofríos. Había pasado últimamente, pero era porque yo contestaba conscientemente. Pero aquí, en tu entrada y la mía, casi a la misma hora, hay lo que dices.
¡Qué bueno!
Prosa poética, poesía prosáica... Yo lo leo como poesía en otro estado, digamos en estado cristalino pero en todo caso veo tu blog como una fuente que mana belleza y otras, como la fuente amarga de Puertollano, que deja un sabor como a hierro fundido o fundiéndose en los capilares del sentido.
Me trajo mi amigo el Aviador a este circulo, o arco casi cerrado, pero hasta ahora no había encontrado cómo para comentar o qué decir. Ya se me irá ocurriendo algo.
Un saludo y gracias por las hermosas vibraciones.
En la cultura inca, que cada ojo fuera por su lado era un epítome de la belleza. ¿Volverá la moda, tras estas palabras? Que esos ojos sigan mirando.
Hermosísima y sugerente idea la de todo un nuniverso concentrado ahí, en el ojo izquierdo.
¡Sí, P, de Murakami!
Naoko Naoko...
¡Qué bueno! (Sin comentarios sobre lo del aeropuerto... DISFRUTA.)
Nano, ya te dije.
Peter, qué buen apunte, no lo sabía.
Y a vosotros, los nuevos, una larga bienvenida.
El amor ciclópeo de Lara guiñó su único ojo a modo de saludo y se hizo la oscuridad.
Murakami, espectacular...cualquiera de ellos. Buen verano. Buenos días.
Con este amor en los ojos me voy de vacaciones.
Echaré de menos vuestra compañía, que desde la oficina se ha convertido en el mejor aliciente para seguir con los largos días de curro...
Gracias por estar ahí y por haberme dejado entrar.
Lara, es un verdadero placer leerte.
Besos submarinos
Y hay tanto por leer.
Seguro que el ojo, mejor sabedor de lo que es importante en el mundo que el cerebro, te recorría.
En fin.
qué bonita fotografía!
Me gusta el amor condensado en el movimiento de unas pestañas.
Me da a mi que lo de menos es el ojo, y es que dejar de follar en verano es tan erótico...
Yo lo tengo prohibido hasta septiembre (el calor me pide hibernación sexual).
Estoy contigo, Reb, aunque la mejor prueba de condensación de amor se da al despertar. Es algo físico; te explico:
Por lo visto la naturaleza, que dicen que es muy sabia, busca la forma de deshacerse del amor sobrante, porque siempre sobra algo y no podemos dejarlo dentro (cuestión de espacio, supongo). Así es que durante la noche se va acumulando, átomo sobre átomo, hasta hacerse visible. Y ahí tienes a las legañas.
Quizás tokio blues?
un ojo izquierdo
se posa sobre ti
y las palabras
pierden su lugar.
precioso e intenso.
(volveré)
Querida Lara: He vivido el relato, poema o como queramos llamarlo, como si estuviera viéndolo desde arriba. He entrado en el silencio, espesura de la estancia, ojo, libro japonés, silencio, infancia y la geometría euclídea existente entre el mundo y tu clavícula.
¡Por Ahura Mazda! ¿Cómo se puede escribir algo tan hermoso jugando con la convergencia binocular?
Me desencajo el casco de vuelo y me pongo a tus pies.
Un beso
Hola, Lara. Veo que sigues bien.
Te he dejado un "memis" (hilo link) en mi casa.
Ciao.
hola, soy el responsable de detalles y asuntos no menos importantes del AmateursHotel, un hotel creado por blogguers para blogguers aficionados a escribir-fotografiar y dibujar.
Sus huéspedes son AMATEURS y he salido del hotel a dar un paseo en busca de más...y creo que tu lo eres.
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un saludo
marcosflexo
AmateursHotel
Alguien dijo que su cama era un barco. La tuya es una balsa con el océano dentro. Las distancias que nos medimos entre tu libro y mi libro, tu boca y mi boca, tu sexo y mi sexo, tu amor y mi amor, nuestros segmentos, son tan directa y deliciosamente proporcionales. Con la desproporción llegan los dientes de sierra, y el orujo, y el tac tac del cigarrillo, y los abrazos, y las coartadas, y vuelta a empezar. Pero la proporción y desproporción son, en realidad, cuestiones nimias, quizá circunstanciales. La balsa y su viaje lleno de océano, y lo perplejo de la mirada de tus clavículas y las mías, unas a otras, preguntándose y viajando juntas.
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