Creo que ya es madrugada. Las persianas de la ventana estaban bajadas desde antes de que llegara, han permanecido así todos estos días. La luz del sol habrá entrado sólo a media tarde, cuando se vuelve horizontal y usurpadora, trajinando en los objetos y en las paredes. No sé qué tipo de atmósfera se crea a esa hora, pero es obvio que cualquier cosa podría pasar con esa luz. La última vez que estuviste aquí acumulamos muchas cerillas en el salón. La luz se había acabado, y estábamos cansados y mecánicos. Por eso llegó la hora del desvelo, y la piel de la chirimoya sobre la mesa, encima del plato, entre unas ciruelas redondas y sucias y muchos ceniceros con colillas pequeñas y pipas negras y brillantes, tesoros desechables, y agua destilada y hielo derretido y tu cara y a veces también tu boca llena de vino y limonada. Desde hace tiempo, la última tarde siempre me coge sola en la habitación y los recuerdos se me difuminan, concentro mi mirada en ese tacto abstracto del naranja, como del tiempo cuando está pasando. Al día siguiente me escapé a la ciudad y recorrí los túneles y las aceras. Estiré mis brazos para comprobar que había paredes y la dureza que encontré me dio alivio. Cuando el sol bajaba, vertical y siniestro, volví a casa. No sé si es increíble, pero tú seguías aquí, sólo que con los ceniceros mucho más vacíos y la piel limpia. Entonces ya estábamos los dos, y fuimos dueños de la vida. A lo mejor no te acuerdas, pero yo podía ver tu silueta aunque estuviese de espaldas a ti. Creo que es de madrugada, y estoy sola de nuevo, por eso estoy despierta y es de noche, creo que sólo por eso.
martes, 23 de octubre de 2007
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17 comentarios:
Por eso, o porque el desvelo tiene también la piel sucia.
Qué bueno, Niña Lara.
Seguro que se acuerda... tiene que acordarse.
Qué bien que mañana es miércoles y tu. un beso enorme
Me encanta, Lara.
Volver de recorrer túneles, calles multirraciales, y aunque sólo como una sombra chinesca... seguro que se acuerda. La luz tenue de las madrugadas tienen esa magia.
Un beso.
Hmmm, la luz que se cuela por los agujerillos de las persinas... hay túneles, hay agujeros de la memoria, ¡hay (latente, latente, latente) sexo!, hay comida, hay vino, hay brazos que se estiran, hay una madrugada negrísima con una lucecita en el centro, y yo me sigo quedando con la luz que se cuela por los agujerillos de las persianas.
Es la frustración del aprendiz de fotógrafo, que ya lo ha intentado pero no ha conseguido retratarlos como pretende.
Ya ves, Lara, mientras hablábamos de fantasmas en mi casa la tuya se llenaba de una luz rara.
¡Denuncia por allanamiento de morada al canto!
Escribí aquello de:
"Fuera de la ficción,
sólo quedan atardeceres,
apenas dibujados
por los restos de día
que entran coaccionados
por los agujeros de las persianas."
Qué juego dan esos benditos agujeros.
Y tú eres dueña de la vida, de toda.
Besos y magia
K
Casi todo lo importante sucede, siempre, de noche.
Recuerdo El jardín de los cerezos, esa madrugada larga de decadencia y palabras y cascabeles de un trineo.
qué restos tan sugerentes las pipas negras y brillantes de una chirimoya... y qué sugerente el contraluz en general
hasta luego, Lara
beso grande
yo también estiro los brazos de vez en cuando... para ver si hay alguien por ahí...
un abrazo - te alcancé ;) -
Verás, hay una cosa que haces especial tú. Hay muchas, pero la que me puede. son los finales en espiral.
¡Hasta la luz tiene textura!
Sí, esto que escribes tiene peso, y tacto, es rico, sabe y toca. Como el final de la espiral de brillo negro que baja por tu brazo hasta el papel y la luz a través de la constelación en tu sien diestra.
Se palpa, este texto, y visto contra la persiana flotan en él miles de motitas brillantes.
La luz, la noche...
Lara, ando buscándote para un asunto de la Facultad, ese lugar en el que no enseñan a sentir. Escríbeme cuando puedas: mateogz@hotmail.com
Besos
La noche, la madrugada y el final de esta ultima nos traen muchas cosas, cosas para escribir. A veces pasa que despiertas y sientes la necesidad de escribir aquello que soñaste. Chauuuuuuuu
Quiero felicitarte.
El aniversario de tu nacimiento, otro año sobre la ola. Con lo poco que me gusta a mí el agua: mejor me quedo echado sobre mi rama, desde donde te veo crecer (y me gusta). ¿Qué ocurre? ¿No me sonríes de vuelta? Estoy aquí mismo, olisqueando tu cuello (mis ojos son los dos oscuros, y me acaban de desparasitar). Ahh, eso es otra cosa. Felicidades (sé feliz). Meow.
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