domingo, 30 de marzo de 2008


En la boca una blasfemia atraviesa la lengua en dos, pareciera que finalmente se tragó el gusano que albergaba la nectarina. Porque es difícil saber cuántos gusanos nos hemos tragado a lo largo de esta vida de frutas maduras.
Las patatas, alargadas y fritas, anchas de amarillo y aceite, hacen juego con la salsa de tomate. Las horas del mediodía pasan así, entre un pájaro que vuela y otro que lo alcanza, los dedos embadurnados de bacalao y premoniciones, y en la cocina muchos cacharros calentándose. Uno por cada redondel rojo e hirviente. La soledad del cocinero es agradable. El mismo cuchillo para todas las hortalizas, enjuagado una y otra vez bajo el grifo, distintos trapos para cada líquido derramado; luego todo acabará mezclándose, el tomate en ebullición, el calor del aceite que se quema y el horno amenazando a la altura de las rodillas. El resultado es bueno tras la marabunta. En la fuente de cristal, una capa de patatas, otra de bacalao salteado con cebolla, y por fin la salsa de tomate remojándolo todo. Así una y otra vez, hasta llegar al borde. Hacerlo con las manos propias, utilizar todos los dedos. Un huevo batido que se cocerá al horno, dándole un aspecto que parecía necesario. El pastel está listo, pero no hay nadie sentado a la mesa. Al cocinero, en realidad, no le gusta comer solo, así que no prueba bocado. Recoge los desperdicios y limpia el paisaje con dedicación; cuando todo está perfecto, abre una botella de vino y se sirve una copa. No llegará a beberla entera, tiene la mirada fija en la calle, donde ahora sopla el viento de la tarde y no hay pasos que se acerquen.
Uno no sabe cuántos gusanos ha engullido a lo largo del viaje, ni tampoco cuándo será la última vez que morderá un tomate rojo e hinchado, fresco en la boca como una manzana de agua, antes de que se convierta en veneno.

17 comentarios:

Sonia San Román dijo...

Jugoso, delicioso y con sabor a verdad.
Beso fuerte!

Aurélia Jarry dijo...

Cuántos gusanos nos hemos tragado, qué imagen más preciosa y más brutal. Y cuanto más cuando la inventa quien sabe cocinar tan bien tanto la vida como los sueños.
Siempre que corto una naranja, me acuerdo de vos...! Reina de la vida!

Aurélia Jarry dijo...

Sólo añadir que te había dejado miguitas en las cosas anteriores... Con mucho retraso, eso sí, pero igual acá! Un beso enorme, linda.

Mario dijo...

Este fin de semana he estado en el huerto ayudando a mi madre a plantar tomates, judías, fresas y estas cosas, y me duelen hasta las pestañas. Tu texto es maravilloso, pero ¡¡¡mueran las frutas, pastillas para alimentarse ya!!!!

a.ma dijo...

Dile al cocinero que sí que hay una persona a la mesa!Bicos!

Virginia Barbancho dijo...

Tomate???? Tomate nooooo!!!!!!!

Anónimo dijo...

Me describe Usted, Lara.

Excepto por el vino. Me da sensación de derrota abrirme una botella para mí solo, porque tengo en la cabeza la correlación estrecha entre el vino y la fiesta, y por mucho que te cuenten milongas los manuales de autoayuda, una fiesta de uno solo es una puta mierda (no sé si me pilla la alegoría). Bueno, pondré una en serio: Una pena como de bosque recién talado. O algo así.

Así que, el vino, para compartir. Sin excusa.

Reb dijo...

La podredumbre y los gusanos son dos ingredientes que adquieren un sabor exquisito cuando se cocinan con literatura.

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Un día de estos tengo que escribir una cosa que siempre me ronda la cabeza cuando hago un cocido... Pero me temo que tendrá que ser ya dentro de unos meses, cuando estemos en otoño... La primavera está al caer.

Gemma dijo...

Pues yo, como Amarantear: pon un cubierto más en la mesa que el vino (y el bacalao) saben mejor en compañía. ¿El cocinero eres tú, no?

(Tu descripción abre el apetito. Por de pronto, ya tienes a 9 comensales dispuestos...)
Besos

a.ma dijo...

Fue también en Alemania, semana de recuperación que necesité a la vuelta.
LLevo algo para beber?a que hora?
Un bico, viaxeira!

Marian dijo...

Lara... qué don tienes para dejarme sin palabras :) Yo de mayor quiero escribir como tú!

Un besito, guapa!!

MSalieri dijo...

¡Qué valiente eres, niña! Que tú hables de tomate con esa despreocupación es como si Superman usara una pajita de kriptonita para beberse su batido favorito... ;)

Anónimo dijo...

¿Te imaginas cómo nos estallaría el sabor de ese tomate en la boca si supiéramos realmente que iba a ser el último?
¿por qué no lo haremos siempre?

ilsa

Malgastar esfuerzos dijo...

Esta mujer está llena de fe en sí misma. La invitaré a unas migas alpujarreñas...

Condiós.

Joseba M. dijo...

«...limpia el paisaje con dedicación.»
Es precioso.

Rocío dijo...

La sal se la has echado y eso mata a cualquier gusano.

Bonito texto.