Vivimos en una ciudad mitológica, ingobernable, un gran astro de cielo púrpura púrpura púrpura.
Los inmensos edificios cuando son cristal cemento sucio hierro abandonado y monstruoso nunca son capaces de esconder esa lejanía tan cercana del ocaso.
Voy sentada en un autobús donde habitamos siete razas distintas, los ojos de la niña que va delante de mí son tan negros tan imposiblemente negros. Sus párpados los entierran y ella chupa un caramelo a la salida del colegio. Lleva la mochila encima, su madre le da un pañuelo de papel para que se limpie la boca (hinchada labios oculares); es la vuelta a casa, son las ocho y diez de la tarde y la noche empuja.
Vivimos en una ciudad que nos tira el cielo encima. El cielo es algo imposible de tocar, y sin embargo aquí parece que nos devora. También eso es el colmo de la hermosura.
En la acera de enfrente me cruzo con una señora vieja que pasea en bata de guatiné azul oscuro, con muletas. Luego en la panadería suena un bolero más viejo todavía que ella.
Los jefes piden cosas irrazonables, los cigarrillos son largos como los días, con ese peso al final de innecesario, hastío de humo caliente. En una cuesta alta de Tetuán, con sus edificios nuevos y sus comercios antiguos, una pareja ha salido a combatir a la muerte y enfundados en sus mallas de ciclista estiran los músculos abductores apoyados en una barandilla, junto a la puerta de un garaje. No tiene remedio esta ciudad.
Pero también
El bruto aire que de pronto trae
Es mediados de marzo
Y todavía
No ha llegado
Pero
Ay
Ya duele
Esta ciudad imposible de demoler que no rompa destruida en mi presencia. Si esta ciudad termina, y nunca va a terminar, que no me coja dentro diminuta, aquí con prisas, el corazón inflado y asustado, las fauces entregadas por si hay magia, una magia errabunda y para siempre en su simple aleteo que sabe a nada, en su fugaz misión de darme vida. Si esta ciudad claudica, o viene el otro mundo a erradicarla, que yo esté lejos. Tiene que ser infame soportar
Encima de la crisma
Esta ciudad caída
Con su uniforme entero de delito
Con su peso infinito de belleza
Tanta miseria adentro y tanta brasa
hierve
Tanta llanura.
16 comentarios:
ahora tendrás que enviarlo por correo a tus compas...
qué bueno larit! a pesar de las palabras tan absolutas y fuertes y terribles como ingobernable, palabras tan asustadoras como púrpura, devorar, hastío, demoler, erradicarla, crisma ...
no da miedo tu texto, tiene el calor de la tarde cayendo en tetuán acariciando aceras, hirviéndonos en poco en ellas.
A los que no pille dentro, aletearemos.
Si necesitan aire y cielo, dense un paseo por la Casa de la Zona Fótica. Hay playa al ladito. Mientras no me fumen en casa...
En serio, piénsenselo.
Que rara palabra, esa de "piénsenselo". He tenido que piensenselármela un par de veces para ver si estaba bien escrita...
¡Enamorada!
¡Pero nos vamos!
¿Volveremos?
¿O a algún lugar que tenga los mismos atardeceres?
(Beso de amaneciendo que empuja)
dentro diminuta
y sin embargo te vuelves giganta en esto
es...
Esta ciudad que sin estar al Sur ha sido capaz de hacernos nuestras...
Yo todavía no había sido capaz ni de explicar Madrid ni de conseguir que nadie me la explicara... ahora entiendo por qué: sólo podías hacerlo tú.
¡Qué incendio tan bello! Parece que ardan deseos y miserias y más deseos por todo el ancho cielo...
Hola Lara... una vez escribí esto sobre "esta ciudad"...
Madrid soporta los decadentes pasos,
los llantos, las sonrisas, los fracasos,
las noches de recuerdos infelices,
el maquillaje de tristes meretrices.
Madrid es algo más que una ciudad,
es un templo para la Soledad,
es un loco, un suicida, un quinto piso,
un mendigo, un poli, un paraíso.
Madrid es madre, pero también madrastra,
es un río de coches que te arrastra,
es un viejo que sueña con su huerta,
es un despertador que te despierta.
Madrid es una novia que te deja,
una hostia, un suspiro, una reja,
una trampa, un callejón sin salida,
un beso en la boca, pero de despedida.
***
Un placer leerte y ver esa foto de barrio "al caer el sol" (un crack Don Miguel, eh?... por cierto, que ayer me dejó un comentario en mi blog).
Abrazos a los dos!
Esto... Madrid es así, ¿no? Esa es su grandeza y la tuya.
Está de la mano de Manitú que Ustedes dos y yo no nos conozcamos.
En fin.
Un abrazo, Dama Lara.
(me cuelo en este blog para saludar)
Víctor: gracias por el piropazo :) volveré a tu blog, es una amenaza :D. muy certera rima consonante, por cierto :)
Micro: hay que conocerse ya! el otro día, por poco.
Besos a la concurrencia variada y a la dueña del garito, uno así de grande.
Pero, al menos, Madrid ya tiene catedral, no como en tiempos de Luis Martín-Santos, digo de silencio. Pese a que siga siendo aranera, o no le guste a Savater, es fácil y hasta imprescindible injertarse en Madrid.
Un texto magnífico. Gracias.
Un saludo.
Bicos, Lara. Desde Jena, fuera nieva :)
Que no te coja dentro. No te lo mereces.
"Vivimos en una ciudad que nos tira el cielo encima". Para una antología de definiciones madrileño-poéticas.
No te inquietes, Lara. Ninguna ciudad acaba mientras que cada noche los nictálopes sigan su ronda, de bar en bar. Algó así leí en Borges. Lamento que mi memoria sea tan frágil y no pueda darte el título.
Lara!! Sos un hada! En serio, qué capacidad para devolverle su magia al mundo! Sos un duende de la hermosura! Sos tan atenta a la vida! Sos un regalo!
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