VÍSPERA DE VIERNES
La luz de una vela y un gemido antes de la mañana.
Un gemido para cada grieta del aire cuando la luz traspasa firmamentos delgados como músculos del pie.
El pie sube, se agarra a la pared de piedra.
Hay señales.
Contrapuertas secretas para este mundo nuevo que habitamos.
Dijimos una vez: basta.
El pie tiembla; es la luz de las farolas de la niebla que preguntan por el día siguiente.
Siente la piel el fuego de la llama y no se retuerce al pensarlo.
Lo dijimos una vez: no importa el dolor.
Quiero que vengas antes que la noche, puedes aparecer desvencijado, hecho un cúmulo de malas intenciones.
Recogeré tus huesos uno a uno, caricias para un náufrago.
El pie tropieza, es carne fresca lo que ha encontrado.
Tiene un sentido doble tu presencia: la hora del amor y del ahorcado.
La cuerda un epicentro en la batalla, toque de queda y gritos, sabes que guardo el sexo en la garganta.
Tiempo de vivos.
Esas palabras tuyas, las de la isla, miramos tanto al mar que nos volvimos mudos de hacer calor, tiernos de espanto.
Yo sé que allí nos vimos, nos encontramos.
Ahora es otra cosa.
Todo en tu mano.
La luz de una vela y un gemido antes de la mañana.
Un gemido para cada grieta del aire cuando la luz traspasa firmamentos delgados como músculos del pie.
El pie sube, se agarra a la pared de piedra.
Hay señales.
Contrapuertas secretas para este mundo nuevo que habitamos.
Dijimos una vez: basta.
El pie tiembla; es la luz de las farolas de la niebla que preguntan por el día siguiente.
Siente la piel el fuego de la llama y no se retuerce al pensarlo.
Lo dijimos una vez: no importa el dolor.
Quiero que vengas antes que la noche, puedes aparecer desvencijado, hecho un cúmulo de malas intenciones.
Recogeré tus huesos uno a uno, caricias para un náufrago.
El pie tropieza, es carne fresca lo que ha encontrado.
Tiene un sentido doble tu presencia: la hora del amor y del ahorcado.
La cuerda un epicentro en la batalla, toque de queda y gritos, sabes que guardo el sexo en la garganta.
Tiempo de vivos.
Esas palabras tuyas, las de la isla, miramos tanto al mar que nos volvimos mudos de hacer calor, tiernos de espanto.
Yo sé que allí nos vimos, nos encontramos.
Ahora es otra cosa.
Todo en tu mano.
7 comentarios:
Vengo, perjudicado, del Círculo de Bellas Artes, no sé qué fiestas de encuentros artísticos situados cerca de Barajas. Salgo en dos horas para Salamanca. Y en diez, regreso.
A estas horas leo tu blog...
Siempre intensa. Como una llama, necesitas el fuego en tus yemas. Te veo untar saliva para aliviar tus quemaduras. Siempre es mejor tirar de recursos propios.
Mañana, que es hoy, será un largo día. Yo también espero quemarme.
Beso.
El dolor como medida incorrecta.
A veces,
se mezcla con posos de amargura,
se revuelve con libertad
y te queda esa cosa
a la altura del estómago
de la que te hablaba antes.
Nos queda el remedio
de desayunar al sol en la terraza
hablando de lo pequeño y humano
que nos concierne.
Tu visita ha sido un placer y una sorpresa. Más Erri de Luca en el camino. El próximo, dedicado a ti.
Me das miedo (más que Iker Jiménez con su tonito tipo "te vas a cagar").
Me llamó NáN con el móvil para decirme que no se atrevía a entorpecer, pero que cómo no decir que ha visto el escrito, que ha sentido que esas palabras tienen la belleza de los barcos para los hombres de montaña, que si no me importaría a mí decírselo sin que se note que es él, ya que yo sí sé comentar sin repetir ideas del poema.
Pero le he dicho que es sábado por la tarde y que ya convinimos en contrato que era tiempo para el paseo. Que el poema de la señora es bonito como una mesa bien puesta después de que los cubiertos se encuentren milimétricamente alineados. Pero que no puedo hacerle ese favor a la hora del paseo.
Así que ya sabe la señora por qué no digo nada, aunque tampoco me gustaría que pensara que él no lo ha intentado.
Me ha costado. Porque tramposamente creía reconocer mensajes directos que no nos incumben. ¿Qué texto no los tiene? Me ha costado ir desarbolando esas señales.
He tenido que sudar, vacilar, vencer la moralina.
Pero ya está el poema desnudo, intenso, de un negro resplandeciente. Arrojándonos bolas, porque ¿a quién le importa quién dijo ya no importa? (luego sí, hay una autoría, que repetimos y citamos y recomendamos, pero eso no importa, no importa casi nada en el tiempo de la intensidad, que es la lectura). Lo que importa es, para cada uno, quién, doliéndonos tanto, nos dijo, precisamente a nosotros, algo parecido a hay señales, basta, ahora es otra cosa. O deseamos que nos lo hubieran dicho.
Gracias a Igor, por allanarme el camino y el tiempo. Sin él, no habría llegado. Gracias, claro, a quien espera el viernes y lo cuenta y se convierte en la víspera de los viernes de todos.
Como siga usted así voy a tener que pagarle 50 euros por informe de lectura.
Arrojo bolas muy sonrojada (independientemente de todo lo que dije en el Mirador.)
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