domingo, 2 de marzo de 2008

En el país de los tontos, somos jueces de nuestra mediocridad y, por supuesto, de la mediocridad de los otros. Un hombre joven, cerca de mí en el tren, lee a Huxley y me señala amablemente dónde ha caído el tapón de mi bolígrafo. Es negro. Es guapo y su pelo rizado crece sobre sus sienes formando un geometría envidiable. El tren va bastante lleno y muchos de nosotros nos concentramos en la lectura. Yo leo a Serge. Desde la lejanía, Kostia me habla de la miseria de unas habitaciones congeladas, de las cajas vacías de las fábricas de la revolución y del ganado sangrante acabando en los caminos: las costillas afiladas les hacen llagas en el vientre.

Llega el revisor, con su tropa de hombres de seguridad. Van armados. Tienen pistolas de las que salen en la tele amarradas al cinto. El hombre negro parece que no tiene dinero, o quizá no quiera darlo. Enseña su tarjeta de crédito, es obvio que sabe que eso no sirve para nada. El revisor actúa como un comisario o un sargento y ordena a su tropa de seguridad que le tome los datos, la documentación. Yo me pongo nerviosa con la escena. El billete son 2,90 euros. La tropa armada lo rodea, le arranca la cartera de las manos y uno de ellos anota en unos papeles con celditas números y letras. Al menos no lo han hecho bajarse del tren. Dudo. Los burgueses que se sientan a mi lado (como yo pero más viejos) hunden la cabeza en sus libros (como hago yo normalmente con estas situaciones incómodas). Decido levantarme, me tropiezo. Alargo mi mano entre la muralla de hombres con chalecos reflectantes y pistolas y le ofrezco un billete de cinco euros. Él niega, me mira: es administrativa, no te preocupes, dice meneando la cabeza. ¿En serio?, pregunto. En serio, no hay ningún problema. Se siente apurado, más apurado por mí que por él. La tropa me mira como si fuera imbécil, me compadece. La señora que está a mi lado me dice que ella había pensado hacer lo mismo que yo, pero que hay que dejar a la Autoridad cumplir con su deber, porque "son muchos".

Todos seguimos leyendo. También el hombre. Su libro tiene tapas rojas.

¿Por qué he hecho esto? ¿Lo he hecho porque leía a Huxley? ¿Porque estamos cerca de las elecciones y de pronto necesito que la amenaza pare y el mundo cambie, un solo mes cada cuatro años? ¿Porque este tren va a llevarme a otro tren que luego me llevará a un hospital donde está mi abuelo? Ah, las nubes de febrero, por fin mojando el aire. ¿Por qué tienen tanta importancia unas páginas encuadernadas agrupadas en pliegos de dieciséis? ¿Me habría levantado del asiento para ofrecer un billete si ese hombre u otro hubiera estado leyendo la Biblia? No. Y el revisor ¿por qué no lo ha bajado del tren, como le he visto hacer con otros tantas veces? ¿Porque leía a Huxley? No.

Definitivamente, soy imbécil.

Él y yo nos bajamos en la misma estación. En el andén, entre la gente, se me acerca y me explica que él tenía dinero, que no ha pagado porque no ha querido. Yo asiento y sonrío, luego bajo los ojos y sigo andando. Subo las escaleras mecánicas. Desaparezco de su vista.


22 comentarios:

Gemma dijo...

Tu reacción no es en absoluto imbécil. (Tal vez, un día te topes con otro alguien que pueda necesitar tu ayuda.)

¿Que por qué a veces hacemos las cosas y otras, no? Qué más da. Tal vez no sepamos hacerlo mejor. En mi opnión, tu gesto no ha sido nada imbécil. Tu gesto ha sido. Y tiene valor. ¡Vaya si lo tiene!

(Que se mejore tu abuelito.)

David J. Calzado dijo...

Vivimos en los gestos, Larita. ¿Por qué a éste sí y a otro no? La verdad es que resulta contradictorio. Quizás por que fuera negro y guapo... No lo sé. Asumimamos que somos contradictorios.

(Por cierto, no sabía que te despertará antipatías leer la Biblia. Yo la leo.)

Malgastar esfuerzos dijo...

Debería estar prohibido leer libros buenos o autores buenos en los trenes y en los metros y en los autobuses. Eso degrada la literatura. Y los pasajeros que leen en los transportes públicos desprecian la lectura, en realidad. En todos los transportes públicos, prohibir la lectura de libros buenos, y poner policías dedicados a controlar a los pasajeros, a ponerles buenas multas, incluso a detenerlos por reincidentes, por ejemplo. Si leen a Brecht, 50 Euros de multa; si a Kafka, 75. Y así. Sólo se permitirá leer periódicos tipo 20minutos o revistas como el Hola, cosas así, livianas; o libros de Ruiz-Zafón o Pérez-Reverte, cosas sencillas y digeribles. O a Cela. En fin, qué día llevo... Me ha gustado tu texto, Lara.
Un saludo.

Martine dijo...

Lo que cuentas Lara me recuerda un episodio bastante similar... Sucedió creo recordar en un tren que iba de Girona a Figueres:" Más de un centenar de pasajeros de un tren que cubría el trayecto Girona-Figueres se amotinaron por la actitud racista del revisor del convoy, que sólo había pedido el billete a un pasajero negro. Ante los hechos, los viajeros empezaron a silbar y a apoyar al pasajero, Iván Ramos, pediatra de un Centro de Atención Primaria (CAP) de Figueres, que se había negado a entregar el billete al revisor como protesta por el retraso de más de veinte minutos que llevaban. Según declaraciones a Catalunya Informació recogidas por Efe, un testigo presencial ha asegurado que "el revisor ha ido directamente hacia él a pedirle el billete" y lo amenazó con parar el tren si no se lo entregaba, aunque Renfe no quiso confirmar los hechos. Ante la negativa del pasajero, el revisor paró el tren siete minutos en la estación de Flaçà y otros treinta en la de Camallera, esperando la llegada de los Mossos d'Esquadra, aunque finalmente aparecieron en la de Figueres.
Los agentes comprobaron que Iván Ramos llevaba el billete validado y le dejaron ir sin mayores consecuencias."

Perdona por lo extenso pero tu reacción y la de aquellos pasajeros me consuelan y me hacen creer que no todo está perdido a pesar del racismo creciente y alentado por un determinado partido político.

Un beso enorme Lara, y disculpame por llenar tanto espacio.

síl dijo...

lo importante es que te has levantado... no hay mucha gente que lo haga...

un abrazo enorme... y otro para el abu, que todo vaya bien

Aurélia Jarry dijo...

Qué época, la que nos tocó vivir... La política del miedo, ninguna otra cosa se nos ofrece. Por eso nos hundimos en los libros. Y eso no es hundirse, al revés, es uno de los únicos alzarnos que nos quedan. Por eso tienen tanto valor tus tijeras, y tus libros. La cuestión es que otra vez se arma la cosa para que nosotros nos creamos "imbécil". Y ya sabemos... La nieta del marinero del fandango lo sabe más que nadie...
En otro cuento repetías "saber que la vida es obscena", cómo me impactó esta gran verdad...

carmen moreno dijo...

Bueno, si fue una reacción estúpida o imbécil, todos tenemos derecho a nuestra ración de imbecilidad. No circulamos libremente por el mundo. ¿No te parece más imbécil pagar porque uno no quiere? ¿Había algo detrás de eso? ¿Si hubiese sido blando y leyera a Huxley hubieras reaccionado igual?

Gemma dijo...

Por cierto, LAra, ¿la foto no es de la Kulturbrauerei, en Berlín?

(Me recuerda muchísimo a aquello.)

Anónimo dijo...

Yo siempre me hago otra pregunta, ¿por qué estás aquí si el color de su piel dice que su hogar está geográficamente más al sur?

a.ma dijo...

Las reacciones son tan imprevisibles como las huelgas de los aviones, todo depende, de poco sirve cuestionarse a veces. Que vaia moi ben!

Lara dijo...

Mega: sí, la foto es de allí!!! Has reconocido bien. Y el abuelito ya está en casa, eso lo escribí hace un par de semanas, cuando iba hacia Huelva.

Dave: vivimos en los gestos, sí. Y yo también tengo la Biblia en casa, pero para hacer maldades.

Faramalla: me he echado unas risas contigo a lo Farenheit 451... Y Cela, claro.

Selma: rellena siempre el espacio que quieras...

Besos, Síl!!! Me gusta el lavado de cara de tu página!!!

Aurélia...

Carmen: me imagino que sí me hubiera levantado si hubiera sido blanco y etc, lo que no sé es si el revisor se hubiera tomado tantas molestias. Y sí, también es absurdo que no pague si puede, pero ahí él con su huelga particular...

Mario: yo no me hago esa pregunta.

Antía: que todas las imbecilidades sirvan para conocer a gente como tú!

Un beso a todos, y gracias!!!

Anónimo dijo...

Me descoloca tu relato.

Para empezar, tal vez se pueda dividir el mundo entre los que se levantarían en ese caso y los que no. Estar en uno de esos dos bandos te honra, y me encanta que logres escribirlo (no es nada fácil, seguro) sin que alguien que lo lea piense que te estás llamando a ti misma heroína. Espero haberme explicado.

Otra cosa que me descoloca es que, teniendo dinero, el lector de Huxley no pagara.

¿Por qué? ¿La RENFE es el sistema y hay que boicotearlo? ¿Envidiamos a los países de centroeurpoa por la responsabilidad de su ciudadanía, y aquí puede haber gente a la que le parezca bien que alguien encuentre una brecha en el sistema para beneficiarse?

¿Y si ese hombre que leía a Huxley cobraba más que tú, Lara? ¿Cómo se justificaría que no pagara? ¿Su linda -y pétrea- cara?

La diferencia entre un delito y una falta (administrativa, en este caso) es una simple cuestión de magnitud. En mi opinión, este lector de Huxley le estaba dando argumentos a los que se quejan de los problemas que dicen (ellos mismos) que la inmigración trae consigo.

La anarquía, pese a ser utópica, nunca me ha parecido bella (que me perdonen los anarquistas) (o que no lo hagan, si no les place). Sin normas me parece imposible la convivencia. Otra cosa es que las normas sean lo más justas posible.

Qué cosas. A mí, en el tren, me ha pasado que el revisor comprueba SIEMPRE los billetes de TODOS los pasajeros.

Un último apunte... la Biblia la leí (una vez). Pero no la leo. Con una va que chuta. No veas las veces que se contradice.

NáN dijo...

Fue un acto bondadoso. o solidario, o empático.

¿Por qué nos sentimos inquietos a veces cuando los hacemos?

¿Por qué el hijo puta tiene mejor cartel que la persona buena?

Por eso A. Machado tuvo que decir que era "bueno, en el buen sentido de la palabra bueno".

En ese buen sentido considero tu acto. (estamos muy necesitados de compromiso).

Lara dijo...

De ahí mi imbecilidad, Micro, que de heroína tengo poco y me da justo por ser solidaria con un tipo que no necesita en absoluto que lo sea, sino que... ay, todo eso. En fin, que me quedé con una cara de tonta muy merecida, por otra parte. No he justificado a este hombre por no pagar, evidentemente si lo hubiera intuido no me hubiera levantado y luego no hubiera tenido todos estos sentimientos encontrados. ¡Un beso!!

Anónimo dijo...

Hola,

Si yo hubiera estado en un tren, leyendo a Huxley (cosa no tan extraña) no creo que una muchacha me hubiera pagado el tren, pero también dudo mucho que el revisor me hubiera intentado meter una multa.

¿que el lector de Huxley justifica a los que dicen que la inmigración causa problemas?

En mi pueblo las señoras cojen el tren para ir al Tanatorio y si van 20 y no pasa el revisor, lo celebran!

(claro que si fueran 20 negros igual era un ejercito invasor...)

Emilio Ruiz Mateo dijo...

Impresionante el final de este cuento que nos has escrito.
No pagó porque no le dio la gana...
Qué fantástico.

Miguel Marqués dijo...

Estos gestos son gritos, cada vez más, o al menos a mí me resuenan cada vez más en los oídos.

Yo quiero sentirme cada vez menos inquieto (imbécil, básicamente) cuando me siento bueno, en el sentido machadiano de la palabra, porque ya tengo bastante con la inquietud que me provoca el ser bueno en el otro sentido.

Inmigrante, lector, guapo, acosado. Todas las razones valen, y ninguna, para explicar esas reacciones un poco inexplicadas. Qué más da. La cosa es reaccionar, un poco cada vez, cada vez más veces.

(Yo reacciono más con los músicos del metro si la música me gusta).

Anónimo dijo...

Yo me levanté una vez y no sé si volveré a hacerlo porque también salí del tren con una sensación de imbecilidad que creo que todavía arrastro... Pero bueno, fue otra historia distinta...

Un beso grande...

Anónimo dijo...

Yo también me he sentido imbécil en alguna situación parecida a la que cuentas, pero creo que mejor sentirse imbécil que no sentir o no hacer nada ante las cosas que pasan a nuestro alrededor.
¡Ojalá todos fueran tan imbéciles como tú!.
Un besazo

Anónimo dijo...

A Girl in the War

Anónimo dijo...

Como decía Santiago Feliú (qué hermosísima canción):

No eres tú, mi amor:
son los demás.


No te tildes de imbécil, Lara. No hay nada censurable en tu comportamiento, sino todo lo contrario. Ya te digo que te colocaste en el bando que me parece correcto. Seguro que tu conciencia está más tranquila que si no lo hubieras hecho.

El que espero - vanamente - que tenga la conciencia más removida que las aguas de los canales de Venecia es el lector - jeta.

¿Quieres una frase de Huxley? ¿De regalo, para el lector - jeta?

"Cinco palabras resumen toda biografía. Video meliora, proboque; deteriora sequor.
Como todos los seres humanos, sé lo que debo hacer; pero continúo haciendo lo que no debo" (Aldous Huxley: Ciego en Gaza).

[La frase en latín parece que es de Ovidio: Veo lo mejor, lo apruebo y elijo lo peor].

De vez en cuando, alguien (tú) ve lo que debe hacer... y lo hace. Aunque luego piense que ha hecho el idiota. En ese momento era lo que pensaba que debía hacer: lo correcto.

El lector de Huxley que describes debería aprender más de sus lecturas.

Y de ti, que eres capaz de devolverle a cualquiera la fe en el género humano.

Mario Fizzio dijo...

lo hizo por Huxley, esperaba que su rebeldía supusiera una dosis extra de soma, al parecer, no lo consiguió, seguro que sigue rebelándose hasta lograrlo.