
Sé que era un beso casto, así que dejo que hagamos el esfuerzo de sentir que algo entorpece nuestra cercanía.
Ese algo, hoy, es un libro, con su apariencia física de libro. Es muy hermoso. Un pequeño dibujo a carbón, apenas trazado, ilustra su cubierta.
Te alejas de la habitación y el libro se queda en la cama conmigo. No es extraño. El libro es silencioso, es pacífico, es duro como esta madrugada.
A veces querría de verdad inventar un propio horario, donde la noche larga no tuviera la máscara de la culpabilidad. Así, ahora no serían las 4:28 de la madrugada, sino una tarde callada y recién oscurecida, y tú no tendrías tanto trabajo, y mi cuerpo tampoco llevaría [tantas] horas encima, ni treinta años.
Pero el libro de Mark Strand tendría que estar leído como hoy lo está: a las 4:30 de la madrugada se acaba marzo y un libro se interpone entre tus besos, que no son castos, y mi boca seca.