miércoles, 22 de agosto de 2007

Sabemos que no sólo consiste en cruzar por los pasos de cebra cuando el semáforo se pone en verde, ni en la forma oblicua en que caen las pesadillas sobre tus sueños, por las noches.
Orinar en un tubo de plástico y sentir el calor de tus líquidos dispuestos a ser examinados siempre resulta un poco ridículo y también un poco tenebroso. Unas pequeñas partículas blancas, como cera fría despegada de una mesa, flotan a su aire dentro del recipiente.
¿De verdad eso es información privilegiada?
Por favor, no hablemos ahora de los litros de sangre extraídos por un minúsculo agujero de tu ancha y obediente vena.
Cuando tu vida es un hilo dental estirado al máximo, sin barniz de mentol, el porvenir no tiene importancia. Digamos que ni siquiera existe.
Pero anoche, él lo definió perfectamente: no es lo mismo navegar un estrecho río que llegar al océano.
En cualquier caso, yo intentaré con firmeza no creer en nada de lo que pienso. Porque, qué demonios, esto de alrededor no tiene ninguna pinta de océano y a mí, en el abrazo nudo de emociones inconscientes que me agarra el pecho, a intervalos entre la paz y el crispado futuro (terrorismos, cobardías), todavía no me han crecido escamas.



4 comentarios:

NáN dijo...

Es cierto que en tus escritos flotan partículas blancas; despegadas de la realidad de todos, que es donde vuelven.

Es cierto también que es un privilegio recibir esa información.

No es cierto qu estés ni remotamente cerca del océano. Lo que vale y lo que cuenta es lo que vives en el río y su entorno; lo que te dices de ese viaje; las pequeñas partes que nos cuentas de entre aquello que te dices. (Mientras no te crezcan escamas: y no es obligatorio que te crezcan).

Anónimo dijo...

Ay, Lara.

Y yo tengo la costumbre de pensar que el porvenir existe. Y cada vez estoy menos seguro de estar en lo cierto.

Tampoco sé si creer firmemente lo que pienso (tal vez, si lo hago, es por una simple cuestión de estabilidad). Lo que sí, desde luego, tendré cuidado con lo que diga en voz alta, porque parece que hay una pequeña deidad secundaria cuyo único motivo de ser es hacerme tragar todas mis palabras, sobre todo cuando salen altaneras de mi boca (yo nunca haré tal, yo soy así o asao, a mí nunca me pasará que). He ganado cautela.

Un saludo, Dama Lara.

Lara dijo...

Un beso fuerte para los dos resistentes del mes de agosto...

MSalieri dijo...

El océano este está más seco que el pan del Subway y al nadar te raspas la pechera y cuando duermes, bocarriba, claro, te escuecen las heridas. Sería mejor ir andando.