martes, 19 de mayo de 2009

Érase una vez el Cabo de Gata

Antes de las ocho y media he abierto los ojos y me he asomado a la ventana. En el suelo hay tres bicicletas de niño, de colores, y allá al frente, una gata negra, sobre un cañizo, se erige de ojos afilados contra el Mediterráneo. Se oye un ruido de cristales, vasos, platos, el desayuno. La luz es todavía naranja cálido y está fría. Una vez más, es posible despertarse en el paraíso. Cuando llegamos eran más de las diez, teníamos poca gasolina y nadie quería alojarnos por sólo una noche, pero aquí hicieron excepción. He dormido bajo un techo alto de vigas negras de madera; de las paredes encaladas, con bultos huecos, sólo cuelga un horrible cuadro ovalado de marco dorado: un bodegón de flores.

Anoche había mucho viento. Bajamos a buscar algo de comer y estaba todo cerrado, pero se compadecieron de nosotros de nuevo y un mendocino nos hizo dos pizzas enormes y nos vendió una botella de vino tinto. Comimos el uno junto al otro en una mesa larga y en los sofás a nuestro lado, el fuego de la chimenea y dos alemanes charlando y bebiendo.



Fumamos afuera y nos resguardamos del viento en un muro saliente de la pared, sentados en un tronco que parecía un abrevadero de caballos. Simple madera hueca. Intuí el mar, un resplandor blanco alineaba las olas. Nos besamos como si acabáramos de conocernos. Bocabajo en la cama como si recién acabáramos de conocernos. De pronto todo en una grieta como si nunca nos hubiéramos visto antes. Afuera apoyada en el muro de cal agarrando el vino y dos cigarros como una vulgar adolescente que jamás hubiera existido y sólo se apareciera ante ti para recibir la mordida y el juego. Boca arriba en la cama pensando en el nuevo olor que regresa. Bebo agua directamente de la botella mientras follamos porque tengo seca la boca. Me olvido de fumar. Me llamas repelente porque después de todo, bajo los edredones, dejo la luz encendida y leo La mujer rota. No duro mucho, dos páginas, pero me esfuerzo; la placidez me abate los ojos hasta el sueño o la nada: dormimos juntos como dos que llevaran años durmiendo juntos, que incluso a veces sienten angustia de dormir solos, aunque nadie nos hable y nadie nos toque más que el pie enredado en los tobillos.


PLAYA DE LA ISLETA


¿Es un cohete, eso que suena en el mar? Nadie, de las nueve o diez personas que hay en la playa, se levanta y se acerca hipnotizado hacia el agua por la llamada furibunda del ultrasonido levantino. ¿Qué son estos microescarabajos tornasolados que se agarran a mi piel con sus colmillos y sus patas? Ahora endulza el viento, como anoche amargaba.

Alguien se está bañando. Sólo de imaginármelo se levanta mi carne de gallina.

Vienes por la orilla. Bebí demasiada agua en el desayuno.


Del mar ya no se acercan más ruidos pero sí las olas y el lamento de los erizos. Dices que se esconden bajo la arena negra y pueden atacarte. No te acerques ahí, me dices, que hay erizos. Báñate, valiente. ¿Valiente yo? Me doy la vuelta en la arena y me resguardo en esta roca terrosa. Cada vez estoy más cerca del papel pero el mar no me deja escuchar el sonido que hace el bolígrafo sobre él.

Hay que significar, me dices, mientras llegas con una piedra redonda y grande.


Leerme los suplementos culturales de los diarios, inclusive los menos malos, me provoca ansiedad. Sé por qué. Opto por los artículos sobre gente suicidada hace décadas, o simplemente muerta. No me gusta sentir que no hay tiempo para nadie. No me gusta pensar en el tiempo como una condena.

Llegas del agua helada y el poniente aprieta. Todo quiere moverse. Tu cuerpo desnudo y mojado.

Es imposible estar aquí. Volaremos. El mar se acerca.

El Mediterráneo empieza a caerme bien.



viernes, 15 de mayo de 2009

Otra vez
La Menuda en
LOS NOVELES

(y Rebeca Yanke entrevista a Elvira Navarro...)

¡Que lo disfrutéis!
Gracias a todos.

domingo, 10 de mayo de 2009


Pandemia es una palabra vis-cosa.
El holismo bien podría ser una quimera.
O eso nos gustaría creer.
Mancho de chocolate a la taza la reproducción del mapa del mundo en el diario, sección vitalidad extinta, también llamada cuenta atrás.
Los domingos por la tarde, los periódicos son avisos de bomba.
Paso de todo.

jueves, 7 de mayo de 2009

Evito los grupos de adolescentes. Casi diría que me escondo de ellos. Necesito un tiempo de adaptación. Todavía, a veces, la mía reclama su carne. (Cualquier movimiento, recuerdas, era un golpe de efecto.)


He llegado a los treinta y rectifico: siento nostalgia del pasado.



viernes, 1 de mayo de 2009

A propósito de Beatriz Moreno

De todas las personas que se apellidan Moreno que conozco, sólo una es mi hermana: Beatriz.
Mi hermana es una persona reservada cuando le da la gana, extrovertida cuando le da la gana, sonriente, chispeante, explosiva, lúcida y cariñosa.
Ahora mismo vive en Lausanne, Suiza, (quiero decir), en Tours, Francia, en fin, vive por allí arriba y tiene el pelo naranja, dice que por poco tiempo (lo del pelo naranja).
Nos llevamos cinco años de diferencia, yo nací antes (pero desde que apenas contaba diez años ha ejercido sobre mí una poderosa influencia de hermana mayor en algunos aspectos por motivos que no vienen al caso, digamos relacionados con el concepto de salvavidas). Ella no tiene arrugas y los años setenta se la traen al pairo. Tiene una bicicleta con la que se mueve bajo la lluvia y habla francés. La admiro profundamente, por éstas y por otras cosas.
Sé que escribe en libretas que luego envía por correo a destinos privados. De vez en cuando, tiene compasión de mí y me enseña algún texto.
Después de muchos años, hemos llegado a la conclusión de que lo de garabatear libretas y el amor por la gente y por los bares puede venirnos a ambas de la parte paternofilial. Generosa herencia.

Quiero dejaros aquí un texto que me ha enviado hace unos días y que me ha impresionado. La foto que lo acompaña también es de ella.
Espero que lo disfrutéis.


***


No distingo los colores amarillo y azul, quiero decir, los confundo, son el mismo para mí, quiero decir, no soy daltónico, no es eso. El rojo y el verde de los semáforos me manipulan como a un payaso cada día. El azul y el amarillo no. Abro la puerta y supongo que hace sol, lo supongo porque para mí es gris. De hecho prefiero los días nublados. Blanco real y gris de verdad. No se lo digo a nadie, lo considero parte de mi intimidad, como si tuviera una peca enorme en una de las nalgas. Privado.

No sé si he pecado alguna vez. Mi camino bordea la frontera entre el bien y el mal, nadie puede recriminarme nada, casi nunca me decanto por nada. Cuando me refiero a otros los visualizo como una masa uniforme de ojos azules y pelo rubio, quiero decir, una masa gris. No tengo amigos, no recuerdo a mi familia, vivo solo. Trabajo solo. Tengo un ordenador sin acceso a internet y siempre descuelgo el teléfono al llegar a casa. Suelo hablar a lo largo del día contadas palabras, soy un hombre de no más de 150 palabras/día. Normalmente mis comunicaciones oficiales, burocráticas y profesionales las hago por correo postal. Utilizo tinta roja o verde.

No me gusta el ruido de los bares ni el constante motor de la calle. Detesto la humanidad y lo que me hace humano. Sólo vivo. No me gusta leer ni ver la televisión, utilizo los libros para arrancar sus páginas y crear inanimadas criaturas de papel. Soy especialista en seres alados, aunque no soy aficionado a la papiroflexia, quiero decir, es que no tengo ninguna afición.

Mediana edad, mediana estatura, pene de tamaño medio, quiero decir, no soy un mediocre.
Tengo mis manías, quiero decir, no me gusta casi nada. Jamás he conocido a nadie.

Soy un solitario.

Tengo que enamorarme, quiero decir, tengo que enamorarme de ti.

Texto y foto: Beatriz Moreno

lunes, 27 de abril de 2009

A propósito de Mark Strand

Te acercas para besarme y chocas con el borde de un libro de Mark Strand, de buena traducción, creo, que separa nuestros cuerpos.
Sé que era un beso casto, así que dejo que hagamos el esfuerzo de sentir que algo entorpece nuestra cercanía.
Ese algo, hoy, es un libro, con su apariencia física de libro. Es muy hermoso. Un pequeño dibujo a carbón, apenas trazado, ilustra su cubierta.
Te alejas de la habitación y el libro se queda en la cama conmigo. No es extraño. El libro es silencioso, es pacífico, es duro como esta madrugada.
A veces querría de verdad inventar un propio horario, donde la noche larga no tuviera la máscara de la culpabilidad. Así, ahora no serían las 4:28 de la madrugada, sino una tarde callada y recién oscurecida, y tú no tendrías tanto trabajo, y mi cuerpo tampoco llevaría [tantas] horas encima, ni treinta años.
Pero el libro de Mark Strand tendría que estar leído como hoy lo está: a las 4:30 de la madrugada se acaba marzo y un libro se interpone entre tus besos, que no son castos, y mi boca seca.

jueves, 23 de abril de 2009

Estas arrugas no son nada.
Estos pelos grises no son nada.
Este vientre descolgado
de vieja comida, estos henchidos
y amoratados tobillos,
mi oscurecido cerebro,
no son nada.
Soy el mismo muchacho
a quien su madre besaba.

[...]

La más grave consecuencia
y prueba de mi nacimiento, mi cuerpo,
recuerda, rechaza y permanece.

No morir, Mark Strand (Summerside, 1934)
Traducción Eduardo Chirinos




miércoles, 22 de abril de 2009

domingo, 19 de abril de 2009


La perpetua juventud del mundo me corta el aliento. Cosas que amaba han desaparecido. Muchas otras me han sido dadas.

Simone de Beauvoir, La mujer rota

viernes, 17 de abril de 2009

Battle of the North Atlantic

Altas horas de la madrugada.

Leo la palabra comodoro.

Y pienso.


Andaremos el camino de la mano.

Como si nunca nuestros pies se hubieran alineado juntos frente a un cristal.

Un árbol blindado.

O la pesada vía de un tren de cercanías.


El extranjero es nuestra propia casa cuando no estás.







viernes, 3 de abril de 2009

¿Nos vemos allí?


Sólo de ver el cartel ya me pongo nerviosa...
¡Repetimos en Madrid, lunes día 13!

lunes, 30 de marzo de 2009

En sentido estricto no sé dónde está Arizona.

Igual que tampoco sé cuál es la mirada del otro sobre mí, en sentido estricto.

Vivimos en una burbuja relativa donde el ojo de pez de nuestra propia imagen carece de confesionalidad.

Para así poder.

Desarrollar el concepto de lo que somos.

Nunca en sentido estricto.

Porque estricto es una palabra sobrada de conocimiento.


Si las palabras se lanzaran en su justo momento contra el vidrio que nos ampara a lo mejor, y nunca en sentido estricto, darían con la clave de nuestra memoria.

Uno quisiera que la memoria de sus amigos fuera la suya propia.

También que sus amigos no tuvieran memoria sobre todo si uno no se encuentra en ella.

A veces uno incluso desearía no tener amigos para sólo tener memoria.


En sentido figurado, el valle corroído de nuestro pasado en ocasiones es falso a los ojos de otros.

En un sentido que aún desconozco, es posible que una llamada de teléfono al extranjero cambie por completo los recuerdos y los aniquile.

El mundo en el que las llamadas de teléfono al extranjero aniquilan los recuerdos y las personas es un mundo cinematográfico.

Todavía existen películas, me pregunto.

Me afirmo.


Pienso en literal, literatura y literas.

Estas últimas de hierro y sin escaleras portátiles.

Nos encaramábamos como ranas a ellas.

Y allí arriba leía libros de José Luis Sampedro y de Martín Gaite.

Una vez compré uno de Rabindranath Tagore, leí dos líneas y nunca más volví a abrirlo.


En sentido estricto no sé dónde está Arizona, pero puedo imaginarlo.

Los pasos que arremetí contra mi corazón puedo, además de imaginarlos, recordarlos, y aunque no tengo ningún símbolo contra el que jurar, juro contra nadie, contra mí misma, no haber alimentado a la bestia que babea tras los barrotes.

La dejé morir, posiblemente nunca le di ni un cuenco con agua.

Ese mar cristalino siempre lo utilicé para seguir nadando.



miércoles, 25 de marzo de 2009

Día de pesca en la franja de Gaza

Las barcas flotan en el agua amarilla que es como una plata. Ha amanecido el día con silencio. El cielo también podría ser amarillo pero el cielo no existe.

Vamos a salir a pescar. Hundir el remo en el mar o encender el motor que ahuyentará a los peces, pocos, que aún arañan la superficie.

Ha llegado la paz pero la paz no existe.

Aunque estemos en un alto el fuego caen amigables misiles a un lado y a otro de las barcas, es como una fiesta. Como el reloj de cuco. No es la guerra, sólo es una advertencia o una premonición.

No se puede pescar con este cielo que tira proyectiles a los peces.

El cielo no existe, pero si así fuera, amarillo, amarillo.

Volvemos a la orilla, se ha acabado la mañana.


Una vez la tierra se llamó

escandalosamente

Galilea.

Era el tiempo de las naranjas. Salía tanto zumo de nuestros árboles que se podía navegar en él. Luego no sabemos qué ha pasado o sí lo sabemos pero no nos acordamos de tantos crímenes de guerra. Desde que mis antepasados pronunciaron la palabra Galilea hasta hoy, la arena seca ha absorbido el jugo de la fruta y lo que podría ser un cielo, por ejemplo, es, por ejemplo, un campo de batalla.


Mi padre siempre decía: los hermanos están obligados a llevarse bien. Ah, pero la semántica es una broma macabra. Del agua como la plata crecen géiseres a un lado y a otro de las pequeñas embarcaciones. Algunas explosionan y se abren como gajos de madera que flotan, muertos.

En esta orilla donde los pescadores observamos, con las manos vacías, cómo se alejan nuestras tumbas, el mundo es una tremenda equivocación.


Este error durará toda mi vida y espero, con sinceridad, que no dure toda la tuya.

Cuando el cíclope despierte de su letargo, bastará un movimiento de pestaña gigante, una agitación de uña, para acabar con este acertijo. Pero el cíclope aún duerme y la tierra se consume y está loca. Mientras pienso en la oscuridad y en la estrechez de los túneles mágicos que llegan hasta Egipto, mientras me doy cuenta de que no me queda en el pecho suficiente oxígeno como para llegar al otro lado, o de que jamás seré capaz de sacar un pez de este mar frente a mis ojos, empiezo a sospechar que el cíclope no existe.

O, peor aún, que el cíclope somos todos nosotros.


Definitivo, el cielo es amarillo sobre Gaza.


Este texto aparecerá en un libro editado en Málaga y coordinado por Jesús Aguado que se llama Lo que ha quedado del naranjo. Palestina en el corazón.



lunes, 23 de marzo de 2009

Miniatura

tú cordero disfrazado de cordero
tú lobo a solas
tú atrozmente niño

Blanca Varela

Fotos Miguel Marqués

domingo, 15 de marzo de 2009

domingo, 8 de marzo de 2009

La llave

En el fondo del mar hay una llave que contiene la única verdad.

Las corrientes oceánicas la mueven de un lado a otro, pero ahí abajo permanece.

Nadie nunca tendrá el brazo lo suficientemente largo como para alcanzarla.

Ninguna botella de oxígeno, ningún experto en apnea podrán lograrlo.

Ahí quedará, sabia y sola.

En el óxido de sus dientes pueden verse reflejados nuestros miedos,

nuestros motivos,

nuestras estúpidas razones

y el origen del principio activo de la muerte y la felicidad.

Pero ahí continúa,

en el fondo del mar,

la llave sabia de la vida.

Nadie la vio nunca, nadie la colocó sobre el fango marino.

Sin embargo, kilómetros de hielo se desprenden de la Antártida.

Inmensas placas que parecerían cortadas con una sierra gigante se deslizan a través del mundo. Si consideramos mundo esta limitada bola terrestre.

Hay una llave en el fondo del mar.

Cuando llegue la gran sequía y el sol abrasador la haga brillar, sola y sabia encima de la arena resquebrajada, nuestro misterio quedará desnudo frente a la devastación.

Pero ninguno de nosotros estará ahí para acariciarlo o para apropiárselo.

Sola y sabia, la llave de las aguas verá nacer el siguiente ciclo de la destrucción.

Ni siquiera nuestra ignorancia habrá sobrevivido.



domingo, 1 de marzo de 2009

Despedida


Bajo la lluvia ante la niebla con la nieve que te llega a las rodillas así se levantan el día laborable y el festivo.
Un poco consternados por el invierno los sonidos elásticos y amortiguados del frío en cada dedo morado de tu mano.

Sólo es dolor. Que no te coja desprevenido.

lunes, 23 de febrero de 2009


En la carretera, las sombras de los árboles tenían aquel color brillante.
Arriba del todo, las alas extendidas.
Mi águila, tu cigüeña.
El volante ha quemado por primera vez las palmas de mis manos.
Empieza la cuenta atrás.

martes, 17 de febrero de 2009

Y todavía queda ese tipo de gente a la que te acercas desprevenido
y en mucho menos tiempo del que se consideraría prudente
hay algo en ellos que ha desaparecido.
A veces es una parte del cuerpo que ante tus ojos de sorpresa
ha salido volando como un jilguero
que bate sus alas libres por primera vez.

domingo, 15 de febrero de 2009

Armagedón


Tenemos que ser conscientes de cómo afecta el limón a la tripa limpia,
el dedo alzado y la saliva saliendo con burbujas pompas fúnebres de la reflexividad, del juicio incierto.

lunes, 9 de febrero de 2009

1. Bruselas.

1. Madrid.

El cuarto de baño tiene pasillo, y al fondo se ensancha como un salón. Son dos estancias, dos habitaciones distintas, en realidad pequeñas.

Está decorado.

Hay cortinas de colores, cuadros de punto kitsch. Un espejo de bronce o de latón bruñido en un extraño encaje. En la bañera hay dos patos de goma amarillos.

No sé cómo explicarlo, frente al gran espejo del lavabo, donde me he tomado mi tiempo al lavarme los dientes y la cara para quitarme la pintura de los ojos, me gustaba mirarme porque había un vuelo. Esa semioscuridad tibia me ha tocado, me ha sacado con suavidad (como quien mueve una figura de ajedrez de un cuadrado a otro esmerándose) de mi realidad fluyente y fluida, poderosa, rítmica, apagada. Mi individualidad, mi difuso papel de actriz de reparto improvisado, la turbia claridad de mis ojos ya refrescados con los párpados aún un poco negros, la carne apretada bajo el algodón, ambiciosa de pronto en la silueta reflejada.

Ser todas las cosas porque de pronto ninguna. Afuera, en la calle Amor de Dios, hay pasos y una mujer habla en inglés fuerte y claro, como si no fuera invierno llegan los sonidos a esta casa.

El cuarto de baño, con su desorden pictórico, me ha traído otra vez a la ciudad en la que vivo, al tiempo de esta ciudad cuando la vivía.

El tobogán se ha alzado a mis espaldas, como un zoom. O no era el tobogán, sino el túnel.

Me siento en la taza del váter. A mi lado, sobre el aparato de calefacción de pared, hay una taza vieja con motivos geométricos en la cerámica. Está desportillada. Dentro, un líquido oscuro y posos, con restos del paso del tiempo, sucio. No sé cuánto lleva esa taza ahí encima, y no sé quién dejó su té a medias y lo convirtió en parte de este escenario de la noche.

Es tarde. Tengo que salir de aquí y echarme a dormir.

Las paredes están pintadas de verde oscuro.

Y la puerta es mucho más grande que su quicio. En serio.



domingo, 8 de febrero de 2009

viernes, 6 de febrero de 2009

miércoles, 4 de febrero de 2009

sábado, 31 de enero de 2009

domingo, 25 de enero de 2009

Como una ruina levantándose, ahogado el silbido del espacio, la aleta de un escualo o un colmillo, así barrunta el huracán tras estas puertas.

No hay resquicio por el que no grite el aire ni madrugada inocente o inofensiva.

Y ni siquiera el humo de la luz que se consume, la espalda quieta en este muro contra nada.

Ya no hay chicharras, ni pasos cuando la feria, y mañana el frío hará escarcha en los cristales, y yo haré balanza: con el recuerdo fresco de la sangre en el plato tras la carne, la ciudad se me aparece entre los sueños con los pasos quemados de los amigos, y a pesar de eso, hoy, la soledad hinchada de estas paredes, la noche larga, el teléfono, la vela quieta, el vicio, antropofagia de los secretos, y tecla a tecla: el desafío.

Cuando detrás de las horas vengan tus huesos a juntarse otra vez con todos los míos, y llueva sobre mojado en esta cama, y caiga la gota gorda, piel aunque piel, poro propósito, tarde y marisco, yo haré balanza: el viernes, día de la luna, diente y ombligo, que ningún viento arranque de cuajo esta ballena donde he vivido.




sábado, 17 de enero de 2009

Enero de 2009,
ya está el segundo número de
LOS NOVELES.
Por si quieren leer a La Menuda.
Pero no se pierdan Todo lo demás.
¡Gracias otra vez!

lunes, 12 de enero de 2009

Son extraños los pasillos de la noche en Las Negras. Llevan por campos oscuros hasta unas construcciones blancas de cal y hierro.
Suceden cosas como si nada sucediera.
Quizá sea éste el entuerto, la maravilla. Tener sexo como si nada hubiéramos tenido, sólo el cuerpo que ahora duele. Subir al monte por el sendero y pisar el paraíso y a la vuelta, esos gatos gigantes y aquellos pájaros cercándonos entre las piedras ya no existen. Hombres de pelo largo y ojos pequeños, casi ninguno sonríe mientras enciende el fuego tras los cañaverales.
Desde esta terraza, el cielo brillando por primera vez, sólo se ven palmeras y mar apagándose de azul. Yo fumo con las manos frías y tú lees un libro de Mercier que subrayas con líneas gruesas. Frío también va quedándose el café porque el sol casi toca los dátiles. A la puerta, hablan otros idiomas desconocidos, y no hemos vuelto a ver a los rastafaris que viven en los autobuses del valle.
Estamos aquí como si no estuviéramos, el viento escarcha mis uñas y el bidé está cubierto de óxido y piedras de sal. Cuando la realidad interfiere en nuestras mañanas, necesito algo más de dos horas para reponerme. El tiempo justo de acercar el coche hasta la ladera, y en un silencio de guijarros emprender el camino al otro lado, atravesar la roca inmensa. Allí sentada, ahorcada en mis bufandas, ver cómo el Mediterráneo lame el vientre entre los países, y la tierra, seria y ajada, teñida de verde por las lluvias, adelanta sus tentáculos hacia el mar, mojándose las garras.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Quizá escribir a lo mejor. Tirar del hilo (clavo llevado a sus últimas consecuencias), poco a poco arrancar ese extremo fino y agudo de ahí (ese hincamiento) hasta por fin reventar (los borbotones) blop y nada peor que la indecisión (y nada).

Si estás te falta algo (algo importante y tuyo), si no estás lo interrogante es la inmensidad (los brazos pesan el cuerpo va a pesarte porque nunca más), la noche tiene mal aliento y el aire experimenta el rechazo porque el pensamiento truena (esa tortura).

Una tras otra las horas, a veces es difícil desenlazarse del círculo, lo que no es llena llena llena (el estómago ya hinchado) y recorrer luego, a la pata coja, la línea discontinua (con los agujeros negros de mi cerebro que podrán verse en las resonancias como hoyitos tétricos en un campo de golf conteniendo el absurdo). Pero la oscuridad de la siesta me dijo vete. Me dijo no va a salir bien me dijo huye que estás a tiempo.

Un temblor llegaba a doler (poco), un presentimiento como cuando la enfermedad te lleva a tu casa (persona débil con heridas que busca refugio).

Quisiera a lo mejor una fiebre, un sudor, delirar.

Sudar un espanto o la duda y así saber que no había más remedio que escapar, ese regreso.



miércoles, 10 de diciembre de 2008

El viernes día 12,
a las 19:00, en el Ladrón de Tinta
(c/ Noviciado, 2, metro Noviciado),
presentamos Cuatro veces fuego.

Además de los editores de Tropo (Mario de los Santos y Óscar Sipán),
me acompañarán Miguel Ángel Maya y Roberto Terán.
¡Y espero que vosotros!
Gracias a todos....

domingo, 7 de diciembre de 2008

(Foto Miguel Marqués)

Estamos sucios, a veces doloridos.

La mercromina no nos sirve más.

No soy tu muñeco de cartón

ni siquiera tu muñeco de nieve soy.

Soy tu puente levadizo

soy tu morfina.

No miento para nada,

miento para ti.

No respiro sin sentido,

a veces no respiro.

Lobotomía, gatomanía,

crisis,

uno y otro día.


miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un poquito de música, por favor...
Éstos son los Pony Bravo.
Cuando voy en coche por carreteras secundarias, los pongo a todo volumen y soy feliz.
Vienen a Madrid:
VIERNES 5 (pasado mañana)
SALA ART BRUT, calle Alberto Aguilera, 5
(Metro San Bernardo)
21.00 h.
El vídeo está grabado en Caracas, este verano, y es de David Pareja.
Vamos a movernos, ¿no?


domingo, 30 de noviembre de 2008


De qué me sirve, acaso de qué te sirve, que el corazón se me encogiese como si doliera, o acaso me doliera como si encogiese. En la pantalla plana veo el rostro de una niña negra como el tizón labios de acero, el gallo blanco cacarea alrededor, sus plumas cuando se manchen serán de oro, y con los ojos amarillos de la selva, ella aguantará el ritual de purificación que demuestre ante sus familiares

cabra que muere por tu lanza

que sus manos descuartizaron cuerpos sin culpabilidad.

Y sin embargo, las tripas de la cabra son blancas y no siempre desvelan el horror, niña con manos de costurera, niña machete revolucionaria. De qué me sirve, de qué, mis dedos se enredan en mi cabeza cuando veo pantalla plana encuadre apaisado cómo alguien ceño fruncido lava tu pelo rizado con guantes de látex, aguja esterilizada en medio de la úlcera que asola el pie, tu oreja es tan perfecta, tu cráneo chico, te capturaron de noche los rebeldes como si tú fueras un soldado, uno descalzo y sonriente, la rebeldía hiere a la selva, y quizá vuelvan.

No tienes nariz, no tienes labios.

Dos agujeros se te abren por la cara como fosas, por los que respiras.

Yo no puedo menos que avergonzarme por mi dolor.

Corre en la noche, Kilama, fuera de tu poblado. Ve y busca tus brazos otra vez.

Los míos son demasiado largos, y para qué.


jueves, 27 de noviembre de 2008


A Pablo

Extracto de "Del orden de las cosas", del libro Luz de día, 1963, de Blanca Varela:

Y ya con esto hemos avanzado algo. Hemos aprendido a perder conservando una postura sólida y creemos en la eficacia de una desesperación permanente.
Recomencemos: estamos acostados bocarriba (en realidad la posición perfecta para crear es la de un ahogado semienterrado en la arena). Llamemos cielo a la nada, esa nada que ya hemos conseguido situar. Pongamos allí la primera mancha. Contemplémosla fijamente. Un pestañeo puede ser fatal. Éste es un acto intencional y directo, no cabe la duda. Si logramos hacer girar la mancha convirtiéndola en un punto móvil el contacto estará hecho. Repetimos: desesperación, asunción del fracaso y fe. Este último elemento es nuevo y definitivo.
Llaman a la puerta. No importa. No perdamos las esperanzas. Es cierto que se borró el primer grumo, se apagó la luz de arriba. Pero se debe contestar, desesperadamente, conservando la posición correcta (bocarriba, etc.) y llenos de fe: ¿quién es?
Con seguridad el intruso se habrá marchado sin esperar nuestra voz. Así es siempre. No nos queda sino volver a empezar en el orden señalado.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Estreno columna
en la revista literaria
LOS NOVELES.
Mi columna se llama La Menuda,
es un personaje de un cuento con el mismo nombre, al que he lanzado a la realidad virtual.
Gracias a Salvador Luis por el entusiasmo y el buen hacer,
y felicidades a él y al resto de colaboradores.
Larga vida...

viernes, 14 de noviembre de 2008

Cubrieron la magnolia
con sus cuerpos
entera la cubrieron
ya nada podía verse
un solo pétalo
carnecita lechosa
nada.
Cubrieron la magnolia por si acaso
cuando ellos estuvieran asfixiados
azules como tu jersey nuevo
por si acaso
para cuando todo terminara y no les quedara
ni migaja
de la energía, de la práctica, del consuelo
sólo la mentira
compañera ya
puta maternal
para entonces
tendrían una magnolia
excusa en flor
algo vivo y frío
que ofrecer en sacrificio por sus vidas.